Entrevista | Juan Carlos De la Madrid Historiador del cine, habla en el Museo del Prado sobre "Cine primitivo, espectáculo y espejo social"

"Antes el cine era parte fundamental de la cultura popular básica; hoy eso se ha perdido"

"Las películas lo colonizan ya todo con más dólares que imaginación, espejo de esta sociedad digital en la que puedes tener todo a un clic"

Juan Carlos De la Madrid, el mes pasado, en el Cinema Lux de Turín.

Juan Carlos De la Madrid, el mes pasado, en el Cinema Lux de Turín.

Covadonga Jiménez

Covadonga Jiménez

Juan Carlos De la Madrid es historiador del cine desde que hiciese sus estudios de cinematografía en la Universidad de Valladolid y redactase la primera tesis doctoral sobre historia del cine leída en la Universidad de Oviedo. Es especialista en los primeros tiempos del cine en España, a los que ha dedicado varios libros y un enfoque pionero. Por esa razón el Museo del Prado lo ha invitado para dar una conferencia mañana bajo el título «Cine primitivo, espectáculo y espejo social».

–¿Cómo encaja su conferencia en las actividades del Museo del Prado?

–Pertenece al ciclo que arropa a la exposición que se acaba de inaugurar: «Arte y transformaciones sociales en España (1885-1910)» (con importante presencia de obras de autores asturianos). Se trata de ver cómo, en el momento de máximo desarrollo del arte social, las diversas manifestaciones artísticas plasmaban el proceso de cambio de la sociedad española, con el inicio de la industrialización y el crecimiento de las ciudades. El arte empezó a ocuparse de asuntos que antes no eran frecuentes o no existían: el trabajo, incluido el de la mujer y los niños, la enfermedad, la marginación, la emigración, la prostitución, las huelgas.... Nuevas imágenes producto de nuevos tiempos.

–Una exposición ambiciosa.

–Y lo es. Es la gran exposición del verano en El Prado, comisariada por Javier Barón, jefe de Conservación de Pintura del siglo XIX, y acompañada por varias conferencias, que dejarán constancia de cómo esos cambios se vieron reflejados en toda clase de manifestaciones artísticas: pintura, escultura, dibujo, grabado, fotografía… A mí me han llamado para hablar del cine.

–¿Se sabe mucho del cine en esos años?

–Más de lo que parece y menos de lo que nos gustaría. La primera década del siglo XX es el tiempo del cine primitivo, desde el primer cine de trucos y atracciones hasta el colosalismo italiano con los primeros peplums, las más viejas películas «de romanos». En aquel espectáculo cinematográfico quedaron registrados los cambios de la sociedad de hace más de un siglo. Los más modestos, que necesitaban tiempo y dinero para ir a esas diversiones baratas, pero tenían muchas dificultades para ganarse ambas cosas y los más acomodados que, con tiempo y dinero suficiente consumían otros productos, porque sus gustos, desde el teatro en verso a la ópera, eran mucho más refinados que los de esos espectáculos populares, siempre envueltos en ambiente de feria, cafetines baratos y humo de churrería.

–Ese cine hoy se ha olvidado, supongo que será muy difícil reconstruirlo en una conferencia.

–A la velocidad y en los formatos que hoy se consume la imagen es cierto que ese cine se ha olvidado, pero no sólo el que se hacía hace 120 años, también el que se hacía hace veinte. Hablar de cine «antiguo», de cine «anterior» o simplemente en blanco y negro es cada vez más difícil. No hace mucho todo el mundo tenía una cultura popular básica, en la que el cine, sus mitos y sus títulos, eran una parte fundamental. Hoy se ha perdido, por eso hablar de tiempos tan remotos, trasladar ese ambiente y esas imágenes al público de hoy, tiene gran dificultad. Pero como es un período tan fascinante creo que habrá resortes para interesar al auditorio.

–¿Por ejemplo?

–Mostrar que el cine de esos años no era sólo cine, no sólo imagen en movimiento. Era parte del espectáculo mestizo de las varietés, donde cabían desde cupletistas a fenómenos o escapistas. Un universo difícil de imaginar hoy pero que compartía barracas y funciones con el cine. El público no iba sólo a ver películas, veía las películas y, con ellas, muchos otros espectáculos. De luces y sombras, sí, pero también de carne y hueso. Frecuentemente de más carne que hueso. En segundo lugar, los años que aborda la exposición son los del inicio del camino hacia la sociedad de masas, que llegará después de la Primera Guerra Mundial, y especialmente en los años veinte. Mi propósito es entrar de lleno en esas transformaciones sociales, en los muchos cambios de aquella sociedad que recibió al siglo XX, y en cómo quedaron registrados en el devenir del propio espectáculo cinematográfico.

–Entonces hablará sobre algo más que cine.

–Describiré cómo era aquel espectáculo que hoy no podemos imaginar: su fascinación y sorpresa, pero también los escándalos que provocaban unas medias caladas o un cuplé indecente. Todo aquello que arropó al cine o de lo que el cine fue sólo comparsa. Habrá tiempo para ver películas, pero también para batir los amplios cazaderos de los números de varietés: desde cocodrilos amaestrados al hombre sin estómago.

–¿Qué tiene de espectáculo y de espejo social el cine de hoy?

–Hoy el cine sólo es gran espectáculo en las salas, donde puede apreciarse en su verdadera dimensión de imagen y sonido y donde las películas de consumo, tipo blockbuster, lo colonizan todo con más dólares que imaginación. Pero también es espejo de esta sociedad, tecnológica y digital, en la que puedes tener todo el cine, del pasado y del presente, en casa, al alcance de un clic.

–Hablamos del cine pasado, pero parece que el cine, en Asturias, se ha puesto de moda en el tiempo presente.

–Así parece. La apertura de nuevas salas de cine en el centro de Oviedo, dando luz y espectáculo a las calles de la ciudad, ha vuelto a demostrar que, pese a tanto streaming, el cine urbano no ha muerto con la pandemia y que a la gente aún le gusta salir de casa e ir paseando al cine, como siempre. Ojalá cunda el ejemplo.

–También se ha hablado mucho de la filmoteca regional.

–Creo que se ha hablado poco de la filmoteca. De lo que se ha hablado mucho es de dónde ponerla.

–¿Dónde estaría mejor?

–Eso ahora es secundario. El qué y el cómo van antes que el dónde. Lo importante es saber qué va a ser, tener un proyecto y, una vez diseñado su propósito y contenidos, decidir qué se necesita, cómo hacerla en cuanto a recursos humanos y materiales y, ya finalmente, decidir su sede, si es que necesita una sede única.

–Parece que de lo que se habla primero es de nombrar director.

–Este no puede ser un proyecto para una sola persona. Una filmoteca es una institución que se dedica a la preservación, investigación y difusión del patrimonio cinematográfico. Ni es un cine ni una productora ni un festival ni una escuela de cine. Tal vez tenga algo de todo eso en momentos y actividades concretas, pero su dedicación es otra. Y esa labor no la puede hacer una sola persona, necesita de un equipo con reparto de tareas y suficientes medios materiales. Hacer otra cosa, además de devaluar el proyecto, sería volver a errores del pasado, donde, en apariencia, Asturias tenía una filmoteca que nunca existió como tal.

–¿Qué perfil cree que debe tener la dirección de la filmoteca?

–El equipo que la ponga en práctica puede albergar varios perfiles profesionales, de saberes y técnicas varias, pero la dirección debe corresponderle un historiador del cine. Un profesional que haya hecho su tesis doctoral sobre historia del cine. No concibo un museo de bellas artes que no esté dirigido por historiadores del arte, ni de uno de ciencias naturales que no esté dirigido por biólogos. De una filmoteca pienso lo mismo. Hacen falta especialistas, titulados con experiencia investigadora. Y sosiego para seleccionarlos.

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