La intrahistoria de Avilés, siempre ha estado bañada por el mar. El mar / la mar -que diría Alberti, quien no quería ser marinero en tierra- configura el quehacer cotidiano de sus gentes, quienes siempre han estado mirando el mar. Marineros y pescadores han visto en el mar su medio natural para sobrevivir aquí y más allá, navegando por mares y océanos procelosos, buscando el mítico Eldorado. Las habaneras a las que está tan unido el folklore musical avilesino así lo cantan. Por eso es natural que se celebre en la Villa del Adelantado y del Conquistador de la Florida la festividad del Carmen, la Señora de la capa blanca y del escapulario marrón, que es áncora de salvación en los momentos más cruciales de la vida y de la muerte, con especial unción y devoción, como se puede experimentar en la calle Galiana ante la imagen que siempre ha presidido el ir de venir de sus gentes, y en la noche del Carmen, cuando voces recias y tiernas entonan la Salve Marinera. Así como cuando en la procesión por el mar se recuerda a los que perecieron o naufragaron, depositando con unción sobre las olas, unas veces mansas y otras bravías, la corona de flores unida con la plegaria, para que los que perdieron su vida, aquí y ahora, descansen en la playa de la eternidad bienaventurada.
Buen día para felicitar a todas las que llevan su nombre, el de la Señora del Carmen (carminas, carmenchus, menchus etcétera); casi en todas las familias tienen por lo menos una.