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Crítica / Música

Illán García

Ritmos para una invasión alienígena

Sí, los alienígenas han llegado a Avilés. Son similares a los humanos, pero siguen siendo de otro planeta, quizá de alguno que aún no se ha descubierto. Tienen una habilidad pasmosa para generar universos paralelos, para jugar con los sonidos y transportar a los humanos a su cosmos particular. Las voces se comportan como parte de un todo musical, un baile de melodías que entremezcla giros operísticos y alguna que otra fuga barroca. Todo regado con funk, con reggae e incluso jazz, y siempre con un pequeño toque dadaísta, o uno grande, a gustos. El marciano de Frank Zappa estaría orgulloso de "Primital".

Santi Ibarretxe tiene un plan y lo sabeL; se enfunda en su neopreno azul en el escenario y se vuelve más alienígena. Su poderosa voz se suma a las de David San José, Gonzalo de Vega, José Ramón Abella y Alberto Zapata y, por momentos, hay quien piensa que suena a "Queen" y todo sin apenas pronunciar una frase completa. La letra no importa, la voz es música, un virtuoso instrumento más que se suma a los teclados de San José, la guitarra funk, reggae y rock de Zapata, el bajo de Abella, y la pandereta que usa de vez en cuando Vega. E Ibarretxe sigue con su plan. Toca el saxo y la flauta travesera, y de fondo samplers electrónicos. Una mezcla imposible, que "Primital" convierte en magia alienígena. Suena a otro planeta, hay quien piensa que es Urano, pero no. Es a otro, palabra de "melófago".

Salvo Ibarretxe, todos van de blanco impoluto. "Todo cura, todo sana, todo tiene medicina dentro", cantan los "Primital". Y de repente suena un rito casi chamánico y después, a los dos temas, surge otro. Ibarretxe menciona la ayahuasca, esa droga de druidas de tribus americanas, pero sonaba más a alucinógenos de otros mundos.

Cada canción es un cosmos en sí misma, un cambio funk juega con otro melódico, casi de balada y regado con onomatopeyas que hacen que el público mantenga la sonrisa durante todo el espectáculo. Nadie podía quedarse quieto y es más, el público estaba abducido por aquellos giros, por esas letras locas de versos que parecían improvisados pero no lo eran. Lo que sí fue improvisado y el público tuvo su culpa al pedir "otres tres" fue el último tema, también regado con toques dadaístas. Cosas de alienígenas.

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