La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La espinera

Una estrella de cristal

Una reflexión sobre la muerte

La muerte, la pérdida es algo duro, frío, transparente, pues tras ella pensamos, con frecuencia, que solo queda el vacío o la nada y sobre todo su transparencia.

Quizás la primera vez que pensé en la muerte fue leyendo el cuento de "Blancanieves" o el de "La bella durmiente". La muerte era una manzana envenenada o pincharse con un huso en un dedo y después llegaba el reposo en un ataúd de cristal. La muerte era bella y dormía un sueño reversible, pues alguien tropezaba y, tras expulsar el trozo de manzana o tras un beso, se rompía la maldición o el encantamiento y se volvía a la vida. Pero la muerte no, no era eso.

Conocí a Geli siendo muy niña en Arnao. Era la hermana mayor de algunas de las primeras amigas que recuerdo. Y ellas, mis amigas, tenían en común con Geli la sonoridad de su risa. Todo en aquella casa de puertas abiertas era alegría y sensación de confort. Cualquiera que llegase a allí, podía sentarse en cualquier lugar, en las sillas de la cocina, en el sofá del salón al que solían llamar "leonera" o donde fuese, pues nadie era un extraño en aquella casa. Y allí, Geli aconsejaba a las pequeñas sobre cualquier cosa y si no se le hacía caso, amenazaba con dar un guantazo, y entonces me miraba y yo, como debía de poner cara de susto, solía decir riendo a continuación, que lo del guantazo era solo una broma. Qué felices erais, éramos todos de algún modo contagiados por aquel júbilo. Y tú, Geli, qué guapa, qué alta y qué fuerte eras.

Los años pasaron como los veranos, los baños en la playa y las subidas y bajadas a los pinares. Y hasta cambié de bicicleta, aquella en la que solía llegar a vuestra casa. Y crecimos, pero como amigas, vecinas y familia siempre supimos de nuestra vida y andanzas.

Geli, en tu enfermedad y en los vaivenes de la vida fuiste siempre un ejemplo. Convertías las desgracias en un juego.

Tus amigas han querido estar también hoy a tu lado. He pedido a Mercedes García Amado, una de ellas, una frase para ti, para incluir en este artículo. Y la frase es esta: "Por hilvanar a tientas en las madrugadas, la vida hecha jirones".

Quizás no todo fuese mentira, puede que aquel ataúd transparente de los cuentos se haya convertido en una estrella de cristal que nos alumbra desde el cielo oscuro de la muerte.

Compartir el artículo

stats