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Simple y llanamente

Queramos o no, esta maldita peste que nos inunda con un coste extremadamente alto por la cantidad de compatriotas muertos -buscándole el lado positivo al asunto- nos va a servir a los españoles para apreciar, en otros casos enmendar y en algunos hasta rectificar según qué comportamientos y actitudes en nuestras vidas.

Después de todo lo dicho y escuchado estas semanas atrás sobre la maldita crisis sanitaria hasta ahora padecida y la económica por llegar, y teniendo mucho que decir al respecto (tiempo habrá) sobre este descoordinado naufragio, sintetizo a continuación en dos palabras mi experiencia empírica al respecto, ya que a la vez es lección para aprender sin remisión.

Así, como náufrago de aquel, digo. Primero: libertad. Sin libertad, el resto de los actos de nuestra vida no tiene ningún sentido. Podría, incluso, valorar ahora cuantitativamente tan preciado don. Y lo hago en este caso, de forma simbólica. Para vivir vivamente la vida es condición sin excusa vivirla en libertad. Hacerlo de otra manera significa haber hecho algo no acorde con las reglas establecidas y verse por lo tanto inexcusablemente privado de tan preciado don.

Segundo: humildad. Desde luego, si una lección nos ha dado semejante calamidad ha sido la evidencia y carencia de humildad ante muchas situaciones planteadas durante este proceso. Como la caridad que ha de empezar por uno mismo, he de entonar en este momento también y de modo inculpatorio la falta de humildad en muchos aspectos de mi vida, para poder autorizarme a mí mismo y decir y acusar ahora de falta de tal, a toda la clase política española que en ningún momento ha tenido la mínima intención de hacer autocrítica con la gestión y maneras de llevar esta angustiosa situación. Simple y llanamente, vergonzoso. Todas las fechorías tienen su castigo; y ésta ha de tenerlo y grande.

Como en los diez mandamientos de la ley de Dios, cuando al final de su enumeración decimos "estos 10 mandamientos se encierran en dos ?", en estas dos acepciones he querido cerrar y sintetizar hoy, el padecimiento de esta mal gestionada peste, dejando la larga enumeración de despropósitos que la afectaron, para mejor ocasión.

Desde mi libertad y por el bien de España, exijo con determinación a la población en general y en particular a toda la clase política a partir de este momento, humildad. Mucha humildad.

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