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Primitivo Abella

Las bicicletas son para el verano

Vox y el cambio climático

En el año 2009, el grupo de expertos CLIMAS difunde un primer estudio sobre las evidencias del cambio climático en Asturies. El dato más concluyente es el del ascenso medio de la temperatura ambiental: 0,2º por década. Cinco años después, la Universidad de Cantabria afirma que el nivel del mar en la costa asturiana subió 15 centímetros en los últimos 65 años y la temperatura media del agua, 0,5º en los últimos 30.

El Observatorio de la Sostenibilidad Pública publicó en 2019 un monográfico sobre pluviosidad donde muestra que las precipitaciones en el estado español durante el periodo 1965-2018 no cambiaron globalmente pero sí su dispersión espacial y temporal. Ahora llueve más en Asturias y menos en Galicia, pero además cambia, y mucho, la época del año en la que se concentran las precipitaciones. La tendencia se polariza en dos meses. En diciembre, donde la tasa de variación es negativa, cercana a -9 por ciento y en marzo, donde sucede lo contrario, y la tasa se acerca al 13 por ciento.

Los científicos que estudian el clima concluyen que el incremento de la temperatura ambiental y la del agua de los océanos, así como la mayor variabilidad de la dirección de los vientos y la distribución de las lluvias, determinan la alteración de los periodos de floración, la disminución del volumen de las especies endógenas en favor de las exógenas y el aumento de las inundaciones y fenómenos meteorológicos extremos.

Los cambios son cada vez más rápidos y las previsiones estacionales más improbables. Sirva de ejemplo el último mes de 2021. Tuvimos 20 días de lluvia intensa con el 30 por ciento de las precipitaciones anuales esperadas y luego, en la última semana, las temperaturas fueron de las más altas del estado. El día 28, Mieres tuvo 25º de máxima, solo superada por Benidorm. Ya no nos extraña ver incendios forestales en diciembre y granizadas en julio.

Pero no se inquieten, no valoren aún la necesidad de tomar medidas porque la portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Avilés sostiene que no hay cambio climático. Su afirmación se basa en la cantidad de días con lluvia de Avilés de 2020. Como llovió tanto o más que en años anteriores, de ahí deduce que el tiempo se mantiene en equilibrio y califica a los que dicen lo contrario como “gurús del cambio climático”.

La concejala de Vox tiene la misma osadía que Rajoy cuando dijo que no se podía predecir el clima mundial en 300 años si nadie garantizaba el de Sevilla para el día siguiente. Pues justo de eso se trata. El clima es caótico y al mismo tiempo muestra tendencias globales de cambio muy evidentes. Puede ser que las heladas maten las flores del Jerte y que una sequía acabe con el maíz en Pontevedra, pero nadie espera un aumento a largo plazo del volumen de los glaciares.

La concejala de Vox habla de todo esto para cuestionar la propuesta del gobierno avilesino de poner más bicicleteros en la ciudad. Podía haber dicho que, en su opinión, como en Avilés llueve la de dios, la gente no usa mucho la bicicleta así que no merece la pena ponérselo fácil. Luego podríamos discutir si estamos de acuerdo o no con esa idea. Pero no, utiliza, como suele hacer, cualquier cosa para soltar su recetario de consignas fachas.

En este caso “no hay cambio climático”. Da igual lo que diga la estadística o lo que interprete la Física. Los terraplanistas, los creacionistas, los antivacunas y los negacionistas del cambio climático forman parte de la misma corriente de pensamiento anticientífico. Una corriente que sería inocua si solo les afectara a ellos mismos.

No veo problema en que el terraplanista Hughes se monte en un misil casero para ver la Tierra desde arriba y comprobar si es un círculo plano o que los gemelos Bogdanoff rechacen la vacuna anticovid para sí mismos. El problema está en que la pseudociencia sirve a la extrema derecha para construir su discurso.

La intervención estatal en la contención de una pandemia con medidas necesarias pero molestas sirve para que los pijos madrileños canten el “Bella Ciao” y se apropien de la idea de libertad. La negación del cambio climático sirve para que su discurso penetre entre la clase obrera afectada por los procesos de descarbonización. Esta ideología se apodera de significantes propios de la izquierda y construye un discurso que aparenta ser antisistema pero que nace de los higadillos del sistema.

Imaginen a Millán Astray resucitado alzando una botella de anís del mono en una terraza del barrio de Salamanca mientras vocifera “muera la inteligencia”. Un grupo de cayetanos sin mascarillas ríen, alzan sus jarras y replican a coro “libertad y cañas”. Una estudiante de Medicina pasa a su lado en bicicleta, les mira y grita “¡viva Galileo!”

En ese conflicto estamos.

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