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Carmen Nuevo

Es verano también en el recuerdo

Un arrebato de melancolía estival

Ya es verano también en el recuerdo y te veo sentada sobre aquella silla plegable de rayas blancas y rojas, tomando el sol con los ojos cerrados y con tu rostro iluminado por los rayos tibios de las tardes.

Las bicicletas sobre el brillante asfalto girando en torno a ti, las risas, las meriendas o el regreso diario de la playa con la certeza de que tú siempre, de algún modo, estabas con nosotros o ahí esperándonos en ese mundo sencillo y ordenado, en el que, además ahora, los días se habían vuelto más largos y despreocupados.

Cuidabas de todo: de los rosales, los geranios y hasta de las escaleras de piedra que entonces desconocíamos que también relucían gracias a ti, porque había estaciones para todo; pero siempre tenías algo que hacer y lo hacías sin que nos diésemos cuenta. Sería preciso que pasasen los años, bastantes años, para comprender que solo tú eras el sol que nunca se apagaba, que tu fragilidad era el auténtico eje rotatorio de nuestras vidas. Qué hermosas eran aquellas olas cuando tú las mirabas… por qué no habré pasado más tiempo contigo bajo la sombra de los árboles, por qué he tardado tanto en comprenderte y en observar que no hay nada capaz de separarnos, por más que no conozca el camino de vuelta a aquellos veranos, que perduran únicamente en mi memoria.

Ahora es verano, pero es muy distinto, a pesar de que sujete tus manos y sueñe con que somos sirenas que surcan, mágicas, los océanos. Es muy distinto o quizás no lo sea tanto, porque puede que no haya más exterior o más mundo que el que nos inventamos, y en ese que descubrimos cuando nos vemos, cuando te miro a los ojos, te repito una y otra vez, aunque sea en silencio, que nada ni nadie podrá separarnos.

Estamos, eso sí, en otro jardín y es otra la penumbra que nos cobija; ahora eres tú la que enseguida me dices que me vaya, porque sabes que la vida continúa y que debemos vivir y cumplir con las obligaciones sin detenernos y con elegancia, fluyendo como ríos o corrientes marinas. Siempre fluyendo, aunque no pueda evitar girarme hacia atrás y seguir contemplándote…

Ya es verano en el crepúsculo de las hortensias magentas, en las reuniones familiares, en el jardín que ahora vislumbro como una imagen color sepia y distante, por más que, por un instante, me adentre en la tibieza intensa de aquellos días.

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