"Los Linces", de nuevo a escena

Sesenta años de juventud y rebeldía

Toni Fidalgo

Toni Fidalgo

Ya hemos dicho y repetido en muchas ocasiones: "Vuelven ‘Los Linces’", convencidos como estábamos de que nunca se habían ido. Y volvían, vuelven, siempre con motivo y causa justificada. Obligados por las circunstancias, las efemérides, las celebraciones, las ganas de salir de la monotonía o el gusto de darle al cuerpo un chute de juventud y rebeldía. Porque no habrá que explicar a las nuevas generaciones, y a las intermedias, uno de los fenómenos musicales más trascendentes en la historia de la música popular, la de los años sesenta, el rock, que esta ciudad supo captar y recrear con nuestros incombustibles "Linces". El género musical que con sus distintas versiones traería como ningún otro una explosión de cambios en la política y la sociedad, en el camino de la liberación femenina y en la lucha contra la discriminación racial.

Bueno, que "Los Linces", nuestra entrañable e imperecedera banda, ha salido de la hibernación y está de nuevo aquí para darle una alegría al personal. Se dispone a celebrar sus primeros sesenta años de trayectoria y ha organizado una extensa lista de festejos y celebraciones con los que realzar la efemérides: cenas, conciertos, artistas invitados, vinilos y hasta un documental, para que su historia tenga una base sólida y no quede al albur de la memoria o se nos caiga el testigo al pasar de una a otra generación.

A quien vivió esta movida y trató de cerca a los que crearon y formaron sucesivamente el grupo: a sus padres fundadores (José Miguel Díaz, Luis Ángel, Luis Santiago, Bustamante, Jesús, José Luis Vigil, Yayo, Juan, Parugues...) y a la veintena larga de integrantes que fueron incorporándose al cuerpo, le alegra recordar una vez más este fenómeno singular, casi irrepetible. Nacieron "Los Linces" apenas tres años después de los "Beatles", en 1963, y más que imitadores o seguidores de los melenas de Liverpool fueron los benéficamente poseídos por aquel espíritu inconformista y rompedor. Por aquel banderín de enganche, de mensajes y canciones que se han traducido en himnos y en proclamas, en melodías imperecederas.

Los escarabajos no elaboraban canciones, lanzaban éxitos, hits, melodías para la historia. Como siempre ocurre hubo imitadores o seguidores que no cogieron la onda o que desfallecieron en seguida. "Los Linces", sin embargo, nunca dieron un paso atrás, e incluso a su sombra o en su rebufo surgieron en esta misma ciudad otras bandas que las modas o su propia inconstancia dejaron atrás.

Yo no sé cuál ha sido –o sí– el secreto de "Los Linces" para que hayan sido capaces de mantener este fuego de perseverancia y nunca hayan desfallecido. Tal vez, el tomar la banda como una hermandad, un hobby, una filosofía o un estilo de vida. Nunca como una profesión o un trabajo. También el que intuyeran desde el principio que el grupo estaba por encima de sus representantes, que debía haber una continuidad y, por tanto, una relación abierta para cubrir las obligadas defecciones. Ah, y el que siempre se propusieran travesuras rompedoras: viajes, quedadas, actos, performances... En este afán imitativo y de tributo a sus padres musicales el grupo peregrinó a Liverpool y a sus míticos escenarios: el número 10 de Mathew Street, The Cavern, Penny Lane o los estudios de grabación de Abbey Road. Y en ese mismo espíritu con el que ahora celebran en Avilés sus sesenta años de juventud han querido recordar los ochenta que cumpliría por estas fechas George Harrison y el último concierto de aquellos músicos legendarios que, en vez de buscar un gran escenario o un lugar exótico para una despedida a tono con su trayectoria, escalaron la terraza de los apartamentos Apple Corps hasta que los vecinos y los ‘bobbies’ les echaron con cajas destempladas. No quisieron espectadores. Por última vez en vivo tocaron para la historia. Bueno, pues hasta este último gesto rememoraron nuestros linces hace unas semanas. Tomaron la terraza de la librería Campoamor (antes La Esperanza) y montaron un alboroto. Ahora andan con remilgos de retirada, pero volverán, porque nunca se han ido. No es nuevo: los viejos rockeros nunca mueren. Son eternos. (Béznar, prepara ya el 70.º aniversario).

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