Opinión | La Rucha

Marcapáginas de vida

Las letras que quedan grabadas de una etapa personal

Gloria Fuertes, gloriosa, cuánto agradecimiento a tu palabra honrada, a tus verbos sinceros, a tu grandiosidad, a tus limpias metáforas, a tu melancolía. Qué hermosas las mañanas en las que recitábamos en una vieja escuela de Cerín, en Bañugues, tus estrofas repletas de sapos y estaciones, de hermandad y justicia. Qué verdades inmensas escondiste en tus versos, qué poemas tan llanos denunciaron la guerra, qué deseos tan nuestros suplicaron la paz, qué libros, tan de todos, denunciaron el daño, el dolor y la muerte, el poder, su veneno y la avaricia.

Gracias, Gloria, yo sé que donde estás esparcirás amor y abrazos pelirrojos y pecas de salud y muñecos y mimos de sílabas muy dulces, aunque seas ceniza. "Después de probar fortuna, / me he quedado, ilusionada, / con curiosidad por todo / y sin inquietud por nada".

Miguel Hernández, solamente tu nombre merece un homenaje a la humildad del pueblo, a la serenidad de las ovejas, a las criaturas libres que mejoran el mundo, al parecido que hay entre el pan recién hecho y la bruma que emerge de la geografía. Cuanto escribiste vive en los pueblos que mueren continua y diariamente; crece en la simplicidad de lo que nos rodea, evidencia la raza de lo que nos define: finitud permanente, de lo que otros deducen gloria definitiva.

Yo te llevaré siempre como emblema y maestro, como poeta grande de todo lo pequeño, como letra menuda que agiganta los mimbres de la vida. "Que mi voz suba a los montes / y baje a la tierra y truene, / eso pide mi garganta / desde ahora y desde siempre".

Rosalía de Castro, tu nombre aún me lleva a aquella Enciclopedia que estudiaba de noche, día tras día. Todo lo que contabas parecía que era mío, me quedaba muy cerca: las riberas, las fuentes, los arroyos tranquilos, los prados con escarcha, las tristes despedidas. Todo lo que escribiste sonaba tan auténtico como la luz del alba, el eco de los cuervos, la mansedumbre inmensa de las tardes de otoño. Todo estaba tejido con bruma y con aldea, con mimbres y morriña de Galicia. "Nos dicen que se adoran la aurora y el crepúsculo, / mas entre el sol que nace y el que triste declina, / medió siempre el abismo que media entre la cuna / y el sepulcro en la vida".

Y Pablo y Federico, Machado y Juan Ramón…: y se quedarán los pájaros cantando. Y cantan, todavía.

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