Nadie da lo que da una madre

Las ramas que nos sirven de escalones sólidos para recorrer los años y el mundo

Aurelio González Ovies

Aurelio González Ovies

Un árbol da sombra y frutos sabrosos y dura madera que alimenta el fuego que nos quita el frío en noches de invierno. Y produce brisa y hojas hermosas. Y papel muy fino en el que escribimos las primeras letras y sumas y restas y los nombres propios de quienes queremos. La mar proporciona la sal más salada y peces brillantes y algas y conchas y rumbos y olas que surcan los barcos, lanchas y pesqueros.

El sol nos aporta luz y vitaminas y calor y tardes radiantes en pleno verano. Y la luna alumbra las noches oscuras, influye en el ciclo de las estaciones y aporta alegría en medio del cielo.

Pero nada da lo que da una madre, una madre tierna que nos da cobijo en su vientre cómodo y nos alimenta cuando somos nadie y nos da la vida y nos da su pecho. Una madre es árbol, luna, sol y mar. Y nos da raíces y reluce siempre en los días sombríos y lo inunda todo de buenos propósitos, de caminos fáciles y harina de sueños. Sus ramas nos sirven de escalones sólidos para recorrer los años y el mundo. Sus ojos son faros que nos esclarecen todos los enigmas con su fiel destello. Su presencia, inmensa como un astro rey que anima a seguir siempre hacia adelante. Sus brazos son aspas, empuje, sostén, guarida. Son remos.

Las madres dan todo a cambio de nada: confianza, amor, dulzura, contento. Y felicidad y amparo y cosquillas y enormes caricias y pequeños sustos y mínimas riñas y grandes momentos. Y benevolencia y frescura y paz y calma y verdades y emoción a diario y abrazos gigantes y muchos consejos. Y borran el gesto de los malos tragos. Y en las fechas feas de los almanaques dibujan dibujos con cifras sonrientes y tachan tristezas desde el mil al cero.

Las madres esperan noches, meses, años. Y son incansables como las estrellas y son infinitas como un horizonte. Y duermen despiertas por si algo nos duele. Y nos cuentan cuentos y nos tejen tiempo. Y despiertan antes de que despertemos. Y luego nos lavan y después nos visten con mucho cuidado; y con la colonia nos peinan el pelo. Y nos aleccionan. Nos hacen crecer con sangre muy limpia. Nos separan bien lo bueno y lo malo. Las madres son sabias como un siglo antiguo, como un libro abierto.

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