Crítica / Teatro

La ordenadora y el ordenador

"La Westia Producciones" dramatiza la última vida de Ada Byron con la dirección Ernesto Arias

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Juntar en una misma pieza a Lord Byron y a su única hija reconocida –la matemática británica Ada Lovelace– es, desde luego, una idea que puede ser tan tremenda como peligrosa. Primero, porque Lovelace murió en 1852 y su padre casi tres décadas antes. Después porque los años de sobra se tienen que hacer verosímiles. Y César Alonso se ha inclinado por el cuento de fantasmas: en la agonía de Ada, Byron aparece.

No es la primera vez que un dramaturgo utiliza este truco: Hamlet y su padre; los que visitan al señor Scrooge la noche de Nochebuena... Este es el planteamiento de "Ada Byron. La Tejedora de Números", el último espectáculo de "La Westia Producciones", una dirección del asturiano Ernesto Arias, de normal, actor, pero cada vez más fornido al otro lado del espectáculo –suyo fue, por ejemplo, "El animal de Hungría", de Lope de Vega–.

La historia es la de la inventora del algoritmo. Allá, a mediados del siglo XIX, cuando no había ordenadores, ya había ordenadora. Y, encima, era la hija (desconocida) del autor de "El corsario". O sea, los elementos dramáticos estaban servidos en la mesa.

Ici Díaz (Ada) es una actriz perfecta para el papel. Le cuesta más a Francisco Pardo, pero no por el trabajo que presenta en la el espectáculo. Su función en el drama se limita a escuchar las explicaciones abstrusas de su hija moribunda: la grandeza del poeta romántico, genial, mujeriego... sólo queda en las autorreferencias. O sea, que sabemos que ese fantasma decimonónico es quien es por las palabras que dice de sí mismo. No sucede igual con los otros personajes.

La producción, además, cuenta con una escenografía enorme y, sobremanera, con una gran vestuario. Un espectáculo asturiano de los grandes.

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