El Gasómetro

Aquellas postales de Navidad

Sobre la hermosa costumbre de escribirnos de puño y letra para trasladar los mejores deseos

"Espero que al recibo de la presente estén todos bien".

Así podría empezar cualquiera de las postales que en estas fechas viajaban de un lado a otro del planeta trasladando con su mensaje de puño y letra el cariño de la persona que firmaba. Quien recibía una postal sabía su enorme valor, colocándola junto al árbol de Navidad o portal de Belén para mantener el recuerdo de quienes estaban lejos. Hay quien aún conserva alguna de aquellas postales reviviendo la emoción que provocaba la llegada del cartero con su zurrón al hombro. Nadie como los emigrantes y sus descendientes guarda en su memoria aquel cordón que, en forma de postal, les mantenía unidos a sus familiares en los años difíciles.

El envío de aquellas postales tenía su liturgia. La elección de las imágenes a través del amplio catálogo que tenían librerías como la inolvidable La Atalaya. Luego venía la cuidada y sintética redacción del texto, condensando en unas pocas palabras todo el cariño y la añoranza.

La llegada de los móviles y los mensajes cortos eliminó la hermosa costumbre de escribirnos de puño y letra. En el mundo digital actual la creatividad en las felicitaciones parece ilimitada, aunque algunas, de sencillas que son, logran condensar toda una tesis, como la última que compartió, justo antes de la Nochebuena, uno de los miembros de la peña del fútbol, consistente en una fotografía de la famosa marquesina, aquella que pasó de presidir el cruce en El Pozón, a lucir, porque, sorprendentemente, está iluminada, en una calle de acceso al barrio de Llaranes, aunque intuyo con mucho menos uso que en su anterior morada.

Todavía quedan personas que desean unas felices fiestas mediante una postal. Este año he recibido dos, una en mano, otra mediante el correo ordinario. Las dos, con su mensaje personal, permanecerán en la esquina navideña de la casa hasta la tarde del día 6.

En otros lugares, como Gaza o Ucrania, las postales vuelan en forma de artilugios llenos de metralla demostrando, una vez más, que nacer en algunos lugares de este planeta te garantiza una vida de riesgo y, probablemente, corta. Por eso, no me atrevo a hacer la lista de deseos para el nuevo año. Solamente confiar que pronto vuelvan a recibir felicitaciones de Navidad, por correo o en su teléfono móvil, qué más da.

¡Feliz año 2024!

Suscríbete para seguir leyendo