Opinión | balcón al muelle

Los riesgos del juego de la alegría de Pollyana

Enfocarse solo en lo positivo puede volverse en contra cuando la realidad avanza del lado contrario: se impone la mesura ante las circunstancias de Avilés y su industria

Una veterana del mundo del asociacionismo se autodefinía perfecta. Nada había en su aspecto físico que la diferenciara, tampoco tenía dinero en grandes cantidades. Era perfecta, decía, porque consideraba que era feliz. En ello residía su perfección. La felicidad no está ligada a la perfección, sino a nuestra actitud y perspectiva de la vida. Y aplica en todos los ámbitos.

Los riesgos del juego de la alegría de Pollyana

Los riesgos del juego de la alegría de Pollyana / Covadonga Jiménez

Cuando se ha cumplido un mes desde que se anunciara el traumático anuncio del cese de actividad en la línea de Sekurit en Saint-Gobain no cabe más que preguntarse: ¿a qué podría aferrarse en esta ocasión la ciudad para sobrellevar este nuevo golpe? La situación de la empresa, que anunciaba este viernes su plan social con el ánimo de minimizar el impacto de la medida a los afectados y garantizar un puesto de trabajo a todos los excedentes, lleva a preguntarse cuál debe ser el papel de la Administración. A expensas todavía de la reunión al más alto nivel, como se anunció desde el Consistorio, con los responsables de Industria, Avilés afronta un nuevo proceso de reconversión, derivado en este caso de la situación del mercado del vidrio para la industria del automóvil. Y a la complicada situación que se viene para las cerca de 300 familias vinculadas, de forma directa o indirectamente, a la división de Sekurit en Saint-Gobain Avilés no queda más que apoyarles y acompañarles en este proceso, avanzando ya en la fase de negociación hacia la mejor salida. Este momento de desequilibrio, como en todos los casos de crisis, trae consigo una angustia para quienes lo sufren. Las crisis siempre tienen algún tipo de consecuencia, nunca son sucesos neutrales y significan un avance o un retroceso en su resolución.

La otra gran sacudida de la semana, en este caso de forma positiva, es el anuncio de ArcelorMittal, de electrificar la acería de la comarca, tras el inicio de las obras del horno eléctrico híbrido para la factoría de Gijón. Si bien la lectura general ha sido positiva, conviene entender el contexto, no magnificar las circunstancias, ser conscientes de las fortalezas y recursos de los que se dispone sin dejar de asumir las culpas del presente para encarar el futuro con la misma confianza que la mujer que se definía como perfecta, no por resaltar especialmente en ninguna cualidad terrenal sino por su actitud para afrontar el futuro. Por eso, en las lecturas con excesivo positivismo del presente conviene no caer en el síndrome de Pollyana, la niña protagonista de las historias de la estadounidense Eleanor H. Porter que utilizaba, cuando se quedó huérfana, el juego de la alegría que le enseño su padre para afrontar las cosas que le sucedían. Pollyana se dedicaba solo a buscar el lado bueno de las personas y de lo que le pasaba. Hasta tal punto que su optimismo exacerbado influía en que entorno se contagiaba de su exagerado optimismo. El resultado fue que ese sesgo de positividad le permitía adaptar a su visión positiva hechos que no lo habían sido tanto pudiendo llegar al autoengaño o a una gran frustración ante acontecimientos desfavorables que le costaba más gestionar.

En un lectura del presente, el riesgo de caer en el ensimismamiento de Polllyana es probable. Se impone, por tanto, la mesura. Y no inhibir la capacidad de hacer frente a los obstáculos de manera efectiva. Ante circunstancias desfavorables para un territorio, excesiva positividad ciega sobre lo negativo o real.

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