Hace un año el fallecimiento de Paloma Naves consternaba a toda la parroquia de San Juan de Priorio, y desde esa fecha hasta hoy he vivido tres situaciones familiares similares a ésta. Una persona anónima escribía en aquel momento dieciséis versos bajo el título «Silencio», el mismo silencio y recogimiento que reinó el pasado día 4 de septiembre durante el funeral y el domingo 9 durante la misa: un sentimiento que, estoy seguro, se transforma en la reiterada presencia de un breve pero intenso interrogante: ¿por qué? No es el momento ni el lugar de responder.

Quiero que mis primeras palabras sean para ti, Manuel, un joven al que conocí desde que nació por razón de vecindad. Es cierto que cuando contabas tres años cambié de domicilio, pero era rara la vez que al ir a casa de mis padres no te veía por allí, y por eso puedo decir que te he visto crecer. De ti, de aquel niño, luego adolescente y ahora un adulto, en el sentido más amplio de la palabra, ha quedado una huella en mi corazón de por vida. ¿Sabéis cual? El haber sido un joven educado y noble, porque siempre tuviste hacia mí un sincero saludo. Algo que puede parecer obvio es digno de recordar en los tiempos que corren, porque es fruto de un proceso cuya responsabilidad no es exclusiva de los centros educativos, sino de las familias, y en tu caso, Manuel, de tus padres, Fran y Montse, que sois un referente en este sentido.

Estimados Fran, Montse, Antón, Manolo, Mary, Tini, con vosotros me unen lazos de vecindad desde siempre y por ello os trasmito que compartimos vuestro dolor. Soy también padre, como muchos de los que estáis aquí, y por nada en el mundo quisiera verme en esta situación, pero si el destino me lo tiene preparado recurriré, desde la fe y la esperanza, a la letra de la canción de León Gieco «Sólo le pido a Dios... Sólo le pido a Dios que el dolor no sea tan fuerte y que la resaca de la muerte no me encuentre vacío...», que me dé la resignación suficiente para afrontar el resto de mis días sin un hijo, la misma que pido para vosotros en estos momentos.

Espero que esta celebración en la que estamos participando, unos porque somos creyentes, otros por solidaridad humana, sirva para mitigar, aunque sea en una cantidad insignificante, la tristeza que os embarga. De todo corazón y en nombre de todos recibid un fuerte abrazo.

Ángel de la Fuente Martínez

Oviedo