Candás,

Braulio FERNÁNDEZ

El Santísimo Cristo de Candás es, como pocas imágenes religiosas, el Cristo de las leyendas. Numerosos hechos sobresalientes salpican la historia del que es Cristo de Candás, pero también Cristo de todas las Cofradías de pescadores de Asturias, y por tanto, Cristo marinero. La última de ellas, que proviene de la tradición oral, dice que la talla portaba pendientes.

La primera gran leyenda sobre el Cristo es acerca de su origen. Parece más o menos creíble -y no hay nadie que haya demostrado lo contrario- que la imagen fue rescatada por una nave de pescadores candasinos de las aguas bravías frente a las costas de Irlanda en el siglo XVI. Dos hechos contrastados históricamente dan opciones de veracidad a la leyenda.

Por un lado está el conocido cisma de la Iglesia anglicana, en tiempos de Enrique VIII, quien al romper con Roma mandó destruir, saquear e incendiar los templos relacionados con la fe católica. También fueron arrojadas numerosas imágenes de Jesucristo al mar, por lo que los pescadores de Candás pudieron tener la oportunidad de sorprender entre sus redes el hoy conocido como Cristo de la villa.

Qué hacían marineros candasinos por las aguas de Irlanda también tiene explicación histórica. Candás era uno de los principales puertos balleneros en aquel siglo XVI por mucho tiempo después. Según el historiador local Carlos González de Posada, el archivo de la Iglesia de Oviedo contiene una «Sentencia contra el Capellán y feligreses de Candás sobre el diezmo de las pescas de la mar de España e Irlanda, año de 1516», por la cual los candasinos tenían derecho a faenar frente a las costas británicas, coincidiendo por tanto la fecha con el hallazgo «milagroso».

Otras leyendas sobre el Cristo son de más dudosa credibilidad. La imagen original del Cristo, la que fue hallada entre las aguas, desapareció en 1936, con el comienzo de la Guerra Civil, tras ser saqueada, arrastrada por las calles del pueblo, y finalmente quemada, en lo que hoy es el campo de fútbol de La Mata. Dice la leyenda, o la tradición oral, según se mire, que el militar que ordenó tal fechoría murió poco después a escasos metros de este lugar, fulminado por una bomba caída del cielo.

Lo que hasta ahora no pasaba por ser otra leyenda, podría ser realidad. El Cristo marinero original tenía pendientes bajo su negro cabello. O al menos eso es lo que dice una tradición oral poco conocida hasta ahora en Candás. En cualquier caso, la imagen que se alza en lo alto del camarín de la iglesia de San Félix de Candás en la actualidad fue tallada en 1938 y no tiene pendientes. Pocas reproducciones existen además de la talla original.

El uso de los pendientes en los hombres, muy extendido en occidente en la actualidad, estaba reservado en el pasado para los marinos. Varias explicaciones hay de ello, de entre las que destacan dos. Hay quien dice que los marineros portaban en su lóbulo de la oreja, bien aferrado, un pendiente de oro. Como en tiempos pretéritos era común que estos trabajadores perecieran víctima de un naufragio y fueran arrastrados a alguna playa o costa indefinida, dicho pendiente podría servir para pagarle un entierro digno.

Por otra parte, es también sabido que, sobre todo en los siglos XVI, XVII y XVIII, los marineros honraban a aquellos colegas de profesión que habían tenido la pericia, y también la buena suerte, de atravesar el temido cabo de Hornos, en el extremo sur del continente americano.

Se mostraba a ellos respeto al verles un aro colgado de la oreja. El Cristo de Candás, eminentemente marinero, llevaría un pendiente como símbolo de su estrecha relación con los pescadores y con una villa con una historia tan ligada a la mar.

Oficialmente, dicho pendiente podría no haber existido. Los inventarios existentes sobre las joyas del Cristo y su retablo churrigueresco no hacen mención a ellos, ni está incluido en ninguna de las donaciones de las que existe constancia. El más antiguo de los inventarios que se conocen data de 1893, y es de Carlos Avello Saturnino Rodríguez, medio siglo anterior a la desaparición de la alhaja, pero no la menciona, aunque bien es cierto que apenas hace referencia a los detalles que adornaban el cuerpo de Cristo, y presta más atención a los del retablo y el camarín. Lo mismo ocurre con los inventarios de 1922.

Por otra parte, las fotos del Cristo original, así como sus pinturas, tampoco son reveladoras de la verdad. La imagen tiene la cabeza inclinada hacia su derecha, por lo que sólo se le ve la oreja de ese lado. Existe algún grabado antiguo que revela, por el contrario, la oreja izquierda, sin que tampoco sujete este adorno.

Cuando han pasado cerca de 500 años desde que el Cristo fue rescatado entre las redes, surge la leyenda de los pendientes de la imagen candasina. Y ese cuento, entre la ficción y la realidad, narra cómo fueron librados del saqueo en 1936, portados durante algún tiempo a escondidas de la guerra y finalmente devueltos al mar, ante la imposibilidad de regresar al templo del Cristo. Es lo que dicen los descendientes anónimos de quien quiso librar la joya de manos equivocadas.

En este sentido, está demostrado que para evitar que la figura fuese expoliada, algunos candasinos escondieron algunos de sus tesoros, así como del retablo y el camarín de una iglesia de San Félix que fue incendiada al paso de la guerra. Son conocidos los intentos del popular escultor de la época, Antón, por persuadir y alejar a los militares del templo.

La segunda figura religiosa más visitada y tributada de Asturias está rodeada de mitos, leyendas y azarosas coincidencias. Si es cierto que llevaba pendientes en simbiótica relación con los pescadores que lo libraron del naufragio, el Cristo de Candás añadiría otro misterio más a su curiosa historia.