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Carreño

Candás, soporte de la escultura asturiana

El Museo Antón refleja la evolución del clasicismo al vanguardismo a través de la obra de 25 destacados artistas de la región

En la imagen superior, "Acróbatas", obra de César Montaña realizada en 1959. Sobre estas líneas, "Las puertas de Nishapur", un trabajo de 1982 de Joaquín Vaquero Turcios. mónica g. salas

Con la muestra "25 en 25: Entre dos siglos", el Museo Antón de Candás, que celebra un cuarto de siglo de actividad, no sólo ha conseguido reflejar a la perfección su propia historia, sino también la evolución de la escultura asturiana. Un paseo por sus salas evidencia el paso del clasicismo y el realismo descriptivo hacia una línea más moderna, vanguardista y en la que el objeto artístico llega incluso a difuminarse, en busca de una mayor reflexión del espectador.

El recorrido por la exposición estrella que ofrece el centro candasín hasta el 31 de agosto comienza nada más llegar a sus instalaciones, con la obra "Marinera" del artista local Antonio Rodríguez "Antón". Este genio del arte da forma con sus manos a una disciplina conservadora, que trabaja con originalidad el realismo y, en especial, la expresividad, como bien se aprecia en la creación de la "Marinera". En ella se representa a una madre, y el trabajo, el sufrimiento, la pobreza y la desesperación propios del mundo marinero.

Ya en una de las salas, el viaje por la historia de la escultura asturiana continúa con Covadonga Romero y su obra "Ruperto Álvarez", en la que transmite la dulzura de su hijo, siguiendo una línea de la figuración clasicista, depurada y sintética. Junto a este joya de bronce están "El oído", de Faustino Goico-Aguirre, y "La tontona", de Víctor Fernández Puente, que plasman una tendencia más vanguardista, esquemática y simplificadora, derivada de la asimilación de corrientes postcubistas.

Entrando ya en la segunda mitad del siglo XX, y en consecuencia en el inicio de la renovación de los lenguajes escultóricos, encontramos a César Montaña con su obra "Acróbatas", una de las más grandes de la muestra. A esa misma generación pertenece el candasín Vicente Menéndez "Santarúa", famoso por la representación de relevantes personajes de la ciencia, la literatura, el arte o el cine, como Woody Allen.

Amador Rodríguez le da un giro a la exposición, dejando a un lado la representación del ser humano, como hacían los anteriores artistas, y centrándose más en las figuras geométricas. Un ejemplo es "Tetrakyts vertical". Dentro del mismo estilo, Rubio Camín juega también con las formas geométricas utilizando como soporte, en la mayoría de los casos, el metal. De acero está hecho "Escultura", formada por una superficie plana que sirve de fondo a la composición con planchas de diferentes perfiles, formas y tamaños. Sin salirse todavía de esta tendencia, Joaquín Vaquero Turcios deja su huella en el Museo Antón a través de la creación "Las puertas de Nishapur", en la que trata de buscar "la simbiosis interna del espacio y del color".

Salirse de la línea

Completamente diferente a los trabajos anteriores es la "Caja para matar vampiros", de José María Navascués (1934-1979). En ella muestra su interés por reflejar la relación del hombre y la máquina, el erotismo, el dolor, las ciencias ocultas... También Fernando Roble se sale un poco de la línea establecida por los artistas de su generación con "Pequeño abismo", una escultura en madera de roble que procede de un tronco, manipulado para modificar su esencia.

Tan atractivo resulta "Atalaya II", de José Luis Fernández, que se centra en el juego de ritmos cóncavos y convexos para dotar a su obra de expresividad. Por su parte, Ignacio Bernardo forma parte de la exposición candasina, gracias a una escultura realizada en piedra y cuya sencillez y textura nos transportan al entorno natural. También Adolfo Manzano mezcla concepto y material en una obra, perteneciente a la serie "La superficie de las cosas".

María Jesús Rodríguez, la única mujer presente en la muestra, se caracteriza por la utilización de cartón y otros materiales pobres con los que crea un lenguaje plástico vinculado al posminimalismo. Así se demuestra en "C-1994-XI", con ritmos lineales contrapuestos. Eugenio López rompe completamente con la tendencia anteriormente descrita. En su caso, "Confluencia" destaca por su aparente sencillez formal y su difícil ejecución al tratarse de un cuerpo geométrico de planos interseccionados.

Con madera y cartulina, Fernando Redruello lleva a Candás una obra, "Conífera", fiel reflejo de su estilo: reinterpretar el significado de los elementos triviales y explorar nuevas estrategias tridimensionales con su instalación en el espacio. Por su parte, Armando Pedrosa es autor de una obra que se podría definir como mínima esencialidad y que transmite a la perfección en "Escultura", una estructura de varillas de hierro de líneas esenciales y geometrizadas.

Ya llegando al final de la muestra, Herminio Álvarez aporta una nota diferenciadora con "Tensión", que es literalmente un dibujo en el espacio. Con el espacio y las formas geométricas trabajan Francisco Fresno en "MJD", Joaquín Jove en una estructura de hierro y José de la Riera en "Nacimiento de un cubo". Poco tiene que ver con estos autores Javier del Río. Ello queda evidenciado en "Mujer con pez", en la que el escultor recupera los procesos artesanales de talla que evocan tanto técnicas tradicionales de cantería como procedimientos artesanales. El recorrido por la exposición "25 en 25" concluye con las sorprendentes obras "El traficante de contingencias", de José Manuel Legazpi, y "Busgosu", de Julián Bravo, no presente de forma material en el centro escultórico, ya que es la representación de un personaje mitológico en la senda del Beyu Pen en Amieva, pero sí en su historia. Una historia que se podrá visitar de martes a domingo de 12 a 14 horas, y de 18 a 21 horas.

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