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El último vestigio de la Noreña zapatera

Fala y Encarna Blanco, hijas del zapatero "Bartolín", son testigos del deterioro de las singulares casas de los artesanos que ahora el Principado ordena proteger

Fala y Encarna Blanco, con el perro "Beethoven", en su casa. REPRODUCCIÓN F. T.

En la calle de la iglesia de Noreña, a apenas unos metros del templo, destaca un llamativo conjunto de cuatro viviendas unifamiliares de singular concepción y distinguido acabado que actualmente amenazan ruina. Son las llamadas "Casas de los zapateros", último vestigio de una industria que, durante siglos, fue el motor de la economía noreñense.

La singularidad del conjunto ha hecho que la Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Principado estudiase recientemente la inclusión de estas cuatro viviendas en su catálogo de protección. Aunque su mal estado frenó esta posibilidad, el Principado decidió instar al Ayuntamiento a que incluya el conjunto en su propio catálogo urbanístico de protección, reclamándole además una evaluación del estado actual del inmueble.

Pero para dos noreñenses, estas casas tienen, además de esos valores patrimoniales, un verdadero valor sentimental simbolizando en Fala y Encarna Blanco, hijas del zapatero Florencio Blanco Mencía, "Bartolín", y residieron durante toda su vida, y hasta hace apenas cinco años, en una de esas viviendas, que ahora ven cómo se deterioran con el paso del tiempo. "De los cuatro vecinos que vivíamos en esas casas, tres eran zapateros. El otro era un cura que llegó a Noreña porque lo desterraron", explica Encarna Blanco. Tanto ella como su hermana nacieron en esa misma casa. De hecho, de ocho hermanos que eran, a seis los tuvo su madre en ese número 30 de la calle de la Iglesia. "No sé exactamente cuando vinieron mis padres a vivir aquí, quizás hacia 1915", explica Fala Blanco, que tiene 90 años por los 93 de su hermana. Lo que sí recuerdan ambas es quién era su casero: "Era la familia de Pedro Alonso, el de la estatua", afirma Encarna Blanco.

Pedro Alonso fue un indiano que retornó a Noreña en 1907 y tuvo una influencia decisiva en la modernización de la Villa Condal. "Teníamos agua corriente, todas las casas de Pedro Alonso, que era dueño de medio pueblo, la tenían", explica Encarna Blanco. La afirmación no es baladí: entre los principales logros de Alonso está la primera traída de agua a Noreña, una obra no obstante que el indiano no pudo ver, ya que falleció en 1921, antes de que se acometiese la obra. Actuaciones como ésta y la Fundación Rionda-Alonso, para escolarizar a los niños de la localidad, motivaron a los noreñenses a instalar un monumento en su honor, realizado por Mariano Benlliure e inaugurado en 1927.

Pese a la singular silueta de las casas de los zapateros, Fala y Encarna Blanco revelan que son viviendas amplias, de techos altos, y con un patio detrás. "Nuestro padre trabajaba junto a la ventana, por la luz. Todos los zapateros lo hacían: instalaban allí su mesa de zapatero y estaban todo el día", explica Fala. Y mientras "Bartolín" trabajaba, sus hijas le leían el periódico. "Los zapateros eran todos muy cultos, leían mucho. Mi padre, que era de izquierdas, leía 'El Noroeste', de Gijón", explica Encarna Blanco. El diario desapareció en 1936, pero en la posguerra "Bartolín" mantuvo su afición a la lectura y sus ideas progresistas.

"Los zapateros eran casi todos de izquierdas. En esa época ya había fábricas de chorizos en la zona, y cuando venían los fiscaleros los matachines traían los chorizos que hacían a escondidas, de estraperlo, y los guardábamos en la primera de las casas", añade Fala Blanco.

No era la única treta que había que emplear en esos años: "En toda la casa había una sola luz. Mi padre trabajaba en la ventana para aprovechar las horas de luz, pero teníamos otra luz, enganchada a la luz aunque no se podía, y si tenía trabajo pendiente la usaba a escondidas. Aunque teníamos que tener cuidado por si venían los eléctricos", relata Fala Blanco. Ese calzado, después, sus padres lo vendían en los mercados de Oviedo, Sama y Turón, y en la feria de Grado.

Además de cultos, los zapateros tenían un punto coqueto. "El día de su fiesta, San Crispín, salían todos bien vestidos y se paseaban por el pueblo: eran 'El Carteru', Minín, Eduardo y mi padre. Siempre iban juntos, y no volvían hasta la mañana siguiente", explica Fala Blanco.

Florencio Blanco se retiró avanzada la década de 1950. Su hija Fala entró entonces a trabaja en una cercana fábrica de embutidos: la de "Productos Ya". Un cambio de actividad que simboliza el fin de una era, la de los zapateros, y el comienzo de la edad dorada de la industria chacinera de Noreña.

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