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Candás no pierde el hilo de la tradición

"No se valora lo suficiente este trabajo", dicen las alumnas del curso de ganchillo para hacer los mantones de conservera

María José Fernández y Ana Sánchez, durante la clase de ganchillo, en Candás. A. D. F.

Si hay fiesta que destaca por encima del resto en Candás, ésta es la del Santísimo Cristo. Es cuando los candasinos lucen con orgullo el tradicional traje de marinero, mientras las candasinas hacen lo propio con la vestimenta de conservera: mandil, camisa blanca y mantón negro. Precisamente, estas toquillas son uno de los atuendos más codiciados.

Son muchas las mujeres que lucen los mantos heredados de sus ancestros o elaborados por miembros de su familia. Para no perder esta tradición, el Ayuntamiento ha organizado un año más -y van 16- un taller de elaboración de mantas típicas candasinas, en el que participan más de medio centenar de personas divididas en tres grupos. Las clases, en las que las alumnas no pierden el hilo de los consejos de su profesora, María José Fernández, se realizan tres días por semana, para luchar "porque la tradición siga viva".

"Yo ya he hecho muchas, aunque en mi casa no tengo ninguna. Todas las regalo. Bien a la familia o a amigos. De hecho, he repartidos mantas de Candás a Argentina, México, Cuba, Madrid o Lanzarote", asegura Dolores Menéndez, la más veterana del grupo de 16 asistentes.

Y es que lo curioso de estas prendas, de ardua confección a base de la técnica del ganchillo, es que no se suelen vender, se regalan. "Comprar te las compran, el problema es que no te las pagan como se merece. No se valora lo suficiente este trabajo", afirma Dolores Castillo, sin despegar la cabeza de la aguja y el hilo.

Además de "para pasar el rato entre amigas" y seguir aprendiendo, las participantes en el curso destacan la importancia de "mantener la tradición". "La media de edad suele ser entre los 45 y 50 años", señala Fernández, la profesora. Si bien, todas coinciden en que "los jóvenes deberían tirar de esto para adelante".

A Ana Sánchez se le escapa la sonrisa cuando oye a sus compañeras. Y es que esta candasina, que aún no cumple la treintena, es la benjamina del grupo. "Mis amigas se reían de mí cuando les dije que me iba a apuntar", afirma la joven, quien ya muestra desenvoltura con la aguja y el hilo pese a que no sabía nada del ganchillo cuando entró por primera vez en el aula del polivalente.

Se estima que para elaborar un mantón grande se necesitan del orden de 14.000 puntadas, lo que ahí es nada. Por ello, las horas de clase se quedan cortas si se quiere tener listo la toquilla para el próximo verano. "Cuando llegamos a casa nos ponemos a ver la tele y seguimos dándole. Es que es muy entretenido", coinciden las avezadas alumnas, mientras tejen una prenda que, quién sabe, podrán heredar sus nietas.

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