La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Logrezana, el colegio que educa niños felices

Maestros y alumnos destacan el buen funcionamiento del centro, apercibido de cierre: "Aquí las mejorías son más evidentes"

Arriba, César Valdés, Paula Pérez, y los hermanos Lucas y Rafael González estudian con los ordenadores. Abajo, Rafael González recibe la atención personalizada de Claudia Arias. A. F. V.

"No se sabe lo que se tiene hasta que se pierde". Lo dice el refranero español y lo repite, una y otra vez, el equipo docente del colegio rural de Logrezana. Y es que los "profes" del centro, amenazado de cierre para el próximo curso por falta de alumnos, no pueden dejar de enumerar las ventajas que tiene para los críos educarse en un entorno "familiar y cercano", en el que conviven pupitres de los años 50 con ordenadores conectados a internet, reciben "una atención totalmente personalizada" y comen el pincho en el recreo viendo cómo corren unos caballos: "Aquí se educan niños felices".

La oferta del colegio de Logrezana va desde la Educación Infantil hasta los cuatro primeros cursos de Primaria. Hoy cuenta con cuatro alumnos -el mínimo exigido por el Principado para mantener un centro abierto- de primero, segundo, tercero y cuarto de la segunda etapa educativa.

Actualmente no hay previsiones de nuevas matrículas para el próximo curso. Y sí de que Paula Pérez, la alumna de cuarto, abandone el centro el próximo junio. Esta situación les aboca, de manera irremediable, a un cierre del que ya han sido apercibidos por la administración regional.

"Los vecinos y el concejo no saben lo que tienen con esta escuela. Si al final cierra, la echarán de menos", garantiza Secundino Iglesias, director del centro, en un llamamiento generalizado a la sociedad carreñense para dotar de nuevos alumnos al centro.

Y es que el problema no es que en Guimarán y otras parroquias limítrofes no haya niños. Es que sus familias han decidido matricularlos en otras escuelas: bien de Candás, en el también colegio rural de El Valle o en centros de otros concejos como Gijón o Avilés.

De cara al próximo curso, el salvavidas del colegio sería un nuevo alumno. Si bien, tal y como reconoce Iglesias, lo que realmente garantizaría la viabilidad a medio plazo del centro sería la llegada de varios niños a la etapa de Educación Infantil.

"Deben apostar por su escuela", destaca el director, quien ve en el colegio una herramienta más para fijar población en el medio rural. "Que lo tengan claro: sin colegio, el pueblo muere", apunta mientras sostiene una foto de hace aproximadamente una década, en la que 14 alumnos llenaban los pupitres de Logrezana.

"La atención es muy personalizada, es todavía mejor que una clase particular: Tienes la oportunidad de pararte con aquellos temas que les cuestan más, los más pequeños escuchan contenidos de los de cursos superiores y están continuamente aprendiendo, la involucración de las familias también es más sencilla...", enumera Claudia Arias, profesora de Inglés y refuerzo que acude al centro tres días a la semana: "Aquí los resultados de mejoría son más evidentes que en un aula de 25 alumnos".

Además de los medios humanos, los maestros también destacan el equipamiento del colegio: disponen de cuatro ordenadores, todos ellos conectados a internet; calefacción, una sala amplia y diáfana para practicar educación física u otras actividades y un patio trasero con pista de cemento, césped, huerto y un castillo de juegos.

"Hasta los caballos que tenemos aquí al lado me han venido bien para explicarles los mamíferos", destaca Iglesias sobre las "grandes posibilidades" con las que cuenta el colegio.

El equipo docente también destaca las ventajas para el desarrollo psicosocial de los niños. "Cualquier problema aflora rápidamente", destaca Alejandro García, orientador del colegio, en el que considera que "es más fácil el aprendizaje". "El desarrollo de las emociones se trabaja mucho mejor que en un centro convencional. Aquí se están educando niños felices", destaca.

Pero si el apoyo de los docentes a este tipo de centro es plena, la de los alumnos es mayor. Y es que lo tienen muy claro. "Tener que cambiar de colegio si cierra éste, es un rollo", coinciden César Valdés y los hermanos Rafael y Lucas González, alumnos, amigos y compañeros de fatigas, que no dudan en destacar lo bien que funciona su cole. "Si pudiese, yo también me quedaría", reconoce Paula Pérez, obligada a irse al Poeta Antón el año que viene para cursar quinto de primaria, mientras repasa el aparato digestivo en un ordenador: "¿Sabes cómo se llama la wifi? 'Logrezana existe'". Confían en que su colegio también.

Compartir el artículo

stats