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Darwin y el Condal de los años setenta

De jugar a la pelota con las manos a hacerlo con los pies

Darwin y el Condal de los años setenta

Probablemente cuando Darwin sentenció, a mediados del siglo XIX, que en cualquier sistema biológico siempre sobrevivirán los más aptos es poco probable que estuviera pensando en los deportistas del siglo XXI.

Sin embargo, cuando alguien decide que para divertirse hay que introducir una pelota con las manos en un aro situado a una altura de 3,05 metros estaba haciendo un guiño a los que medían más de 200 centímetros para que se adueñaran del juego. Para no desanimar al resto, también se concedió la posibilidad de conseguir una mayor puntuación si la canasta se consigue más allá de la línea de 6.75 metros. Para ello se necesita mucha precisión y ahí los balcánicos mostraron rápidamente sus credenciales. Por ambos motivos, los altos y buenos tiradores componen el grueso de la plantilla en los equipos de baloncesto.

Jugar a la pelota con los pies es otra cosa. Cuanto menos distancia haya hasta el cerebro más rápido será el recorrido de las órdenes que imparte. Hacerse con un balón con el pie y que te obedezca necesita entrenamiento también para el homo sapiens.

Cuando al inicio de los años setenta del siglo pasado el Condal de Peporrín, Puskas, Rufino, Miguel abría el vestuario para salir al campo algunas veces alguien decía : "está lloviendo" o "hace mucho frío", pero inevitablemente añadía "uf, son muy altos". Obligatoriamente tendríamos que mirar hacia arriba. Por algún motivo, pienso que relacionado con la estatura, en muchas ocasiones la vuelta a la caseta ofrecía la imagen inversa: eran nuestros rivales, incluido el Siero de Bani, los que regresaban con la mirada baja.

Más aún, Darwin como entrenador escogería para su equipo a Messi, Maradona, Iniesta, Cazorla. ¡Vamos, que le gustaría el tiki-taka de los bajitos!

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