Otra vez jueves y ante el teclado temo tocar las letras que digan todo lo que está dicho, porque en la cabeza sólo está lo que está en todas. Animar para que esto se lleve de la mejor forma posible... Lo que sí observé es que cuando los problemas se vuelven graves, los detalles se esfuman. Nadie comenta que el tiempo esté loco, que los polos se funden, que el independentismo sea prioridad. Entre familiares, amigos y próximos, las conversaciones son monotemáticas y los desacuerdos en los temas de ayer son silencios. Estamos aprendiendo que hay problemas realmente serios que exigen la preocupación de toda la tribu. Las exigencias a padres de hijos caprichosos para resolver egocentrismos están a la baja; botellones, reuniones porretiles, ascos a ir a institutos y demás frutos en generaciones consentidas son ahora otra cosa. Las escalas de valores darán otra vuelta y estimaremos de nuestra libertad las cosas sencillas. Cuando por esto nuestros bolsillos queden seriamente mermados sabremos que hay cosas por encima del dinero y tendremos una visión más general del bienestar. Tal vez nos sirva para que se instaure un nuevo orden y para que la autoridad se imponga cuando el bien general lo exija. Lo malo es que no sea como fruto de nuestra evolución racional; si no a base de vidas. Muriendo y aprendiendo.
