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David contra Goliat

La inolvidable temporada 74-75 y el duelo de rivalidad del Siero y el Condal

David contra Goliat

A los que faltan en las colas y nos enseñaron que no siempre hay que doblar la rodilla ante los poderosos.

En aquel momento no lo imaginábamos, pero la temporada 1974-75 iba a entrar en la historia del Condal. Había llagado a la máxima categoría del fútbol regional y el nuevo campo de hierba "Alejandro Ortea" estaba listo para recibir a los mejores equipos asturianos, Siero incluido.

Aunque permaneciese larvada la secular rivalidad entre la Pola y Noreña se había atenuado paulatinamente en los últimos años. En esas fechas Juanje y Kike el Ruxu todavía mantenían su promesa, que finalmente cumplieron, de no pisar "el prau" del Carmín, y los domingos en las discotecas Lóriga y Pogo afloraban prejuicios que parecían superados.

En el fútbol no había competencia. Habíamos estado a años luz de los del campo del Jardín.

Al inicio de la competición, la ilusión no nos permitía ver el bosque. Además, la puesta en marcha resultó interesante. Una victoria y un empate en el barro antes de la puesta de largo del nuevo campo el domingo del Ecce Homo contra el Gijón Industrial, con Tahona a la cabeza. Aunque seguro que allí se vivieron otros episodios destacados, lo de aquel día será difícilmente repetible. Campo nuevo, lleno absoluto, fiesta en Noreña y victoria de los amateurs en la nueva categoría por 2-0. La importancia de lo ocurrido se comprende mejor con la prima extraordinaria de 200 pesetas para cada jugador.

Probablemente fue el canto del cisne. A partir de ahí la categoría fue señalándonos nuestro sitio que no estaba precisamente en lo alto de la clasificación.

Por fin, pocas jornadas después llegó el partido esperado, recibimos al Siero que, como estaba acostumbrado, nos miraba desde arriba.

Me inclino a pensar que fue por la mañana y que en las calles y en el campo se vivió un bonito ambiente de rivalidad con la presencia de muchos polesos. Sin embargo, desde el inicio del partido se acabaron nuestros sueños. El Siero demostró ser un equipazo al que no vimos en todo el encuentro. Jugaron maravillosamente. Perdimos 2-0 y gracias. Las lanzas se tornaron cañas y las torres del campo del Jardín se agigantaron.

Ellos se fueron con la sonrisa en los labios por el clamoroso intento fallido. Para nosotros quedó la frustración de no haber podido culminar un sueño largamente acariciado, obligándonos a cambiar nuestros objetivos

Lo más curioso es que solo ahora, al preparar este escrito y poder separar los recuerdos de los sueños, he encontrado alguna explicación adicional a lo ocurrido. En una época en la que el fútbol regional tenía gran preponderancia, un equipo de pueblo totalmente amateur desafió a otro semiprofesional y globalizado. A diferencia de David, la honda de la ilusión no fue suficiente para ganarlos.

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