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Dulce regreso a Muñó

Begoña álvarez dejó Oviedo por el campo y amplió la plantación de su tatarabuela con arándanos y manzanas: "La vida aquí es incomparable"

Begoña Álvarez enseña las plantaciones de arándanos que tiene en Muñó. A. I.

El gris del asfalto ovetense no era el lugar soñado para Begoña Álvarez para criar a sus hijos. Se acordaba de su niñez en Muñó (Siero), de la casona de su tatarabuela. De los campos y los frutales. ¿Por qué no volver? Pasó "miedo por ver lo que pudiera suceder, la inquietud de empezar algo nuevo". Pero lo hizo y resultó. Decidió aumentar las plantaciones que tenía la madre de su abuela, Dolores Fonseca. Puso arándanos y más tipos de manzanas. Pero lo más importante es la vida, "incomparable con la de la ciudad".

En un punto paradisiaco del concejo de Siero se encuentra su negocio. Allí despierta cada mañana viendo los árboles, entre los que sus hijos corretearon tanto, aunque ahora "no parecen tener ganas de seguir con el negocio". Misma decisión que tomó en la Asturias industrial su padre. "Optó por irse a Gijón, a trabajar a Ensidesa. Yo nací y me crié allí y después me fui a vivir a Oviedo".

La decisión de volver no fue fácil, pero, con perspectiva, parece acertada. "Hace seis años que decidimos introducir los arándanos. También tenemos una gran pumarada con manzanas de sidra, incluidas de denominación y ahora de mesa. Esto último fue un poco locura, pero creo que es el futuro del negocio. Saben bien y a la gente les gustan".

Su forma de vender es bastante particular, "a lo yanqui". Álvarez se refiere al puesto que tienen montado a la entrada de la casa, junto a la carretera que lleva hacia la autovía minera. "Pasa mucha gente, aunque parezca mentira. Tanto coches como ciclistas".

A esta opción tan particular se suma la venta a fruterías y, recientemente, la oferta a través de internet: "Parece que está funcionando bastante bien, aunque no es algo que yo controle por edad, tengo ya 53", concluye entre risas.

El precio del arándano es alto, a la par que la demanda. Algo que contrasta con la producción de manzana de este año: "No llegaremos a una tonelada, después de la cosechona del año pasado".

Su pequeña plantación "no da para vivir de ella por sí sola, porque sería mucho riesgo, pero sí es un buen apoyo a la economía familiar". Además, la gran ventaja es otra, la forma de vida en la zona rural, algo más cómoda que la de su tatarabuela: "Me gusta pensar que estaría orgullosa de que haya vuelto aquí", concluye feliz.

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