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Honras a San Melchor, primer santo asturiano

Los feligreses de Cortes (Quirós), localidad de origen del religioso, recordaron ayer el bicentenario de su nacimiento con una misa

Feligreses de Cortes, ayer, ante la iglesia| R. F. O.

La Iglesia ha conmemorado el segundo centenario del nacimiento de San Melchor de Quirós, el primer santo asturiano, canonizado por el Papa Juan Pablo II en 1988. Una celebración eucarística, con la presencia de varios sacerdotes y del arcipreste Sotero Alperi, fue el único pero sentido acto. Una treintena de fieles conmemoraron junto a los curas los dos siglos del nacimiento del patrono de los misioneros asturianos.

Los sacerdotes que ayer oficiaron la misa en Cortes (Quirós) R. F. O.

La historia de la vida que se quiso recordar ayer en Cortes (Quirós) empieza el 28 de abril de 1821 en este pueblo, a 840 metros de altitud, donde nace el que fuera Obispo de Tricromía, en las lejanas tierras asiáticas. Fue el primero de siete hermanos. Sus padres eran agricultores y ganaderos que por diversos azares de la fortuna tenían sus escasos bienes empeñados. Cortes se encuentra a once kilómetros de la capital del concejo, en aquellos tiempos con unos caminos infernales, llenos de barro y que discurren en su totalidad por el inmenso bosque de Runeiru. La carretera no fue construida hasta los primeros años de la década de 1970 y la luz llegó en los ochenta. Los inviernos eran muy duros, varios meses al año no se podían comunicar con los pueblos cercanos. Quirós contaba en 1826 con 3.910 habitantes. La mayor parte eran colonos de grandes terratenientes como los Álvarez Terrero, Miranda o el marqués de Camposagrado. Todavía faltaban unas décadas para que el carbón y el hierro dieran auge a la economía quirosana.

En este lugar, distante cinco kilómetros de la iglesia parroquial de Cinfuegos, se recupera una antigua capilla arruinada, por iniciativa del padre de Melchor, Juan García Sampedro. La influencia de la madre, Francisca Suarez, le hizo ser un niño devoto e introvertido. El traslado de la familia a San Pedro de Arroxo y la cercanía con la iglesia románica, parroquial, y el trato con dos sus curas acabaron inclinándole hacia el mundo religioso. Pero el empujón definitivo fueron las clases de Latín y Humanidades, con el Dómine Vicente Álvarez, párroco de la capital quirosana.

Después de tres años de estudios, a los quince años llegó a Oviedo para estudiar Filosofía. En 1845 obtuvo el título de Bachiller en Teología. Una familia nobiliaria le ofreció una parroquia de presentación laical, en Quirós, y tenía posibilidades en la enseñanza en la capital asturiana. Decide integrarse en la orden dominica, en el colegio-seminario de Ocaña (Toledo). En 1847 ofició su primera misa. Prepara su viaje a misiones, sin poder regresar a despedirse de sus padres y hermanos. Nunca más volvería a verlos, aunque se cartearía con ellos y les enviaría dinero desde Filipinas.

Pedro de Silva, con los feligreses que acudieron en1988 a la canonización en el Vaticano R. F. O.

En 1848, se embarcó, en Cádiz, en la fragata Victoria, rumbo a Filipinas, junto con otros cinco dominicos. Cuatro meses y medio más tarde llegó a Manila. Allí, le ofrecieron una cátedra de filosofía en la Universidad, la más antigua de Asia. Pero el quirosano pretendía” convertir infieles”. Entró en Tonkín, en el actual Vietnam, donde estaba prohibida la presencia a los extranjeros y los cristianos sufrían persecuciones. Entre 1856 a 1863 murieron seis obispos, 40 religiosos dominicos y miles de cristianos nativos. Los religiosos viajaban de noche, se ocultaban por el día en lugares seguros, celebraban misas en horas nocturnas con vigilancia en el exterior. Se necesitaba para ello tener coraje, moral y gran resistencia física.

Fue apresado y condenado a descuartizamiento. El día 28 de julio de 1858 le sometieron a un martirio que querían fuera ejemplarizante. Le cortaron manos y pies con hachas de corte embotado, después la cabeza. Sus restos fueron arrojados al mar, parte de ellos recuperados, en secreto por fieles. Contaba 37 años.

El periplo del viaje, en 1889, de sus restos desde Asia supone una verdadera proeza. Salen desde el norte de Vietnam hacia Filipinas. Desde allí, también en barco llegan a Barcelona, un mes más tarde. Una gran multitud estaba esperándolos al igual que en Palencia y León, donde hizo paradas el tren que hacía el traslado. El 28 de abril de 1889, día de su nacimiento, en que hubiera cumplido 68 años, sus restos llegaron a Oviedo. Salvas de artillería lo recibieron y un gran gentío se congregó para seguir los restos en procesión desde la estación a la Catedral, “seis mil personas por la carretera de Trubia y desde Gijón, dos trenes con cuarenta y ocho coches cada uno”. La urna de mármol queda depositada en la capilla de la Virgen de Covadonga en la Catedral de Oviedo.

El 29 de abril de 1951 el Papa Pio XII lo beatificará. Autoridades y fieles partieron en tren desde Asturias para estar en la ceremonia. Presencia más multitudinaria se dio con ocasión de la canonización el 19 de junio del año 1988. Dos autobuses de vecinos de Quirós y cientos de fieles más de toda Asturias estuvieron presentes en la plaza de San Pedro del Vaticano. Juan Pablo II lo elevó a los altares junto con 119 santos más, la mayor parte asiáticos.

Entonces, la celebración de la fiesta popular en Cortes (Quirós), en 1988, fue multitudinaria. Centenares de devotos se apretujaban delante del templo parroquial. El arzobispo, Gabino Díaz Merchán, oficiaba la ceremonia. Se tenía la idea de dar un gran impulso a todo lo relacionado con el santo. Pero el tiempo pasó, dieciséis años, para que el Santuario fuera inaugurado en el año 2004. Dos siglos después la figura del primer santo asturiano sigue siendo muy desconocida para los asturianos.

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