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Amparo García y el milagro en una mirada

Afincada en Noreña, dejó todo para ayudar a los más pobres en Etiopía: “Me descubrieron una vida distinta”

La mirada de los más pobres entre los pobres obró el milagro en Amparo García Naranjo. Lo hizo con tanta intensidad que le dio la vuelta, como a un calcetín, a la vida de esta madrileña afincada en Noreña desde el año 2004. El viaje que la cambió para siempre comenzó con un correo electrónico. Madre de dos hijos, católica de fe sólida, colaboraba desde hacía tiempo en Cáritas y voluntariados en Asturias, también en la cárcel y en la pastoral de la calle. Pero su vida discurría por otros derroteros.

Mujer emprendedora, tenía negocios en hostelería y tiendas de moda. Sin embargo, había una sensación de vacío que necesitaba llenar y siempre ayudaba a colectivos desfavorecidos. “Desde joven tuve una vocación misionera, pero mis padres no lo consideraron un camino con perspectiva de futuro, así que escogí otro”. Tuvo dos hijos y cuando fueron mayores aquella llamada anclada en su interior desde la niñez volvió a brotar con fuerza. “Soy una persona de fe y tenía la esperanza de que llegase lo que llegó”, relata. Y lo resume en una frase que encierra un sentimiento de agradecimiento y también, en cierto modo, de cumplimiento de lo que era inevitable: “Sin esperármelo, el Señor me hizo caso y me dio ese momento”, explica.

El correo electrónico que trastocó el mundo de Amparo García llegó en octubre de 2017. Decía: “Amparo, ponte las vacunas”. Provenía de las Misioneras de la Caridad, la congregación fundada en 1950 por Santa Teresa de Calcuta, para trasladarse a Etiopía. La solicitud que había remitido por mediación de su amiga Belén, casi sin esperanza, había sido aceptada.

Traspasó sus negocios, se puso vacunas y aterrizó en Addis Abeba a final de noviembre de 2017. “Lo dejé todo, pero no puede expresarse lo que he vivido allí”, repite. Le cuesta encontrar adjetivos para su experiencia: “Es indescriptible cómo vi la mirada de aquellas personas, los moribundos”.

Las Misioneras de la Caridad gestionan en la capital etíope la mayor casa-hospital-asilo de la congregación, que alberga a casi mil personas. Es el último hogar para enfermos de tuberculosis, sida o lepra, personas con problemas psiquiátricos o que padecen alguna discapacidad psíquica. También se alimenta a los que no tienen nada.

Amparo García creía que, dada su experiencia en hostelería se dedicaría a tareas de apoyo a las Misioneras, haciendo camas o en la lavandería, “lo que fuese”. Pero ahí llegó la siguiente sorpresa: “Soy de letras, me mareo con la sangre, pero me dijeron que tenía que ayudar a los sanitarios, a las enfermeras, y empecé a aprender a curar”. Su puesto era en una casa de socorro en la que atendía a enfermos con cánceres de ojo, o tumores en los brazos. “Es sorprendente porque tal incidencia de esas enfermedades no se ve aquí, pero allí abunda”. Eran un médico, una ATS, y ella, una voluntaria.

A poca distancia, las Misioneras de la Caridad gestionan también una casa de niños con malformaciones, en la que prestó ayuda. Y así, con estancias largas de unos tres meses y regreso a Asturias para pasar un tiempo con su familia, Amparo García fue sintiendo cómo su vida se desplazaba lentamente, se transformaba, haciéndole que añorase como su hogar a la capital etíope, sintiendo con verdaderos lazos de sangre a las Misioneras de Santa Teresa de Calcuta.

La pandemia de covid y el confinamiento hicieron que pasase en Asturias el periodo de restricciones, pero se mantenía informada sobre lo que ocurría en Etiopía. “Vivir con las monjas fue todo un regalo, que reforzó mi fe y me unió más a Cristo”, explica. “Yo pensé que iba a ayudar en lo que las hermanas me dijeran, pero me di cuenta de que quienes me ayudaron fueron ellos a mí. Me ayudaron a empezar a descubrir una vida distinta, a quitarme otra que había vivido… Ese afán por el éxito, o por estar en lo más alto. Allí me di cuenta de que…”. Vuelve a quedarse muda: “No hay palabras para expresar lo que transmiten esos pobres”.

Su próximo destino será Gode, en la parte somalí de Etiopía. Allí únicamente una monja se encarga de una misión que levantó el sacerdote anglo-español Christopher Hartley. “Está allí sola, que será otra Madre Teresa, una mujer increíble. Hace tres meses me llamaron, que no tenían a nadie. Quiero ir, creo que va a ser otro mundo…”. Titubea un instante. “Creo que me quedaré”. Amparo García es otra. Su vida es otra. Su mundo es otro. Los más pobres entre los pobres han obrado en ella un milagro. Y lo resume: “Nunca me he sentido tan plena y feliz como lo estoy ahora, en un camino que no tiene retorno”.

La Iglesia católica celebra hoy, domingo, la Campaña del Domund, una jornada anual con la que se busca promover el espíritu misionero.

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