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José Julián Rodríguez Reguero

Mateo y los niños de la estatua

En recuerdo de Pedro Alonso, sin cuya figura la Noreña de hoy no sería entendible, y que fue cayendo con los años en un olvido voluntario

Mateo es el primero de la quinta generación familiar que llega con el encargo de llevar una empresa centenaria hasta las puertas del siglo XXII. Nacido en Ginebra hace 7 años pasa del francés al español y rumano con total naturalidad. Correteando por la playina en vacaciones se fija en la estatua. ¿Qui est ce Monsieur ? Pregunta. Mateo que estamos en Noreña. ¡Ah!, ¿Quién ye esti paisano? ¿Por qué los niños le quieren coger los zapatos?

Su abuelo sonríe por una pregunta que llega en muy buen momento, ya que acaba de leer el libro sobre Pedro Alonso. Ante la atenta escucha de Eloy, refiere despacio que hace tan solo un siglo, cuando su tatarabuelo ayudado por caballos que tiraban de un carro, ponía los cimientos de una empresa de transportes, los niños nunca salían de Noreña salvo que emigraran, en épicos viajes en barco, en busca de mejores condiciones de vida al otro lado del inmenso Océano Atlántico.

Eran años que los niños como tú no tenían suficiente comida para alimentarse cada día. No había gominolas,gusanitos ni patatitas , con suerte pan y castañas. Los padres tampoco tenían medicamentos para combatir sus enfermedades y estaban permanentemente angustiados por el tifus, la difteria, la tosferina o la terrible tuberculosis. Además Mateo, la mayoría de los niños y niñas de tu edad no sabían leer ni escribir y por tanto no podían estudiar para aumentar sus conocimientos. Sin coches ni aviones, vivían con un horizonte muy cercano. ¡Ah! Sin televisión, sin móviles, sin internet.

Esti paisano volvió de América con un importante patrimonio familiar y comenzó a invertirlo para revertir esta situación. Puso a los niños a leer, a escribir, a hacer números, mejoró las condiciones higiénicas construyendo una traída de agua (no había agua corriente en las casas, no había duchas, ¿te imaginas?), facilitó la adquisición de lugares habitables para las familias y hasta inauguró un cine para que se divirtieran. Mateo hace un rato que ha desconectado y buscado la complicidad de sus amigos. Sin embargo Eloy insiste. Con todo este legado para el pueblo, ¿cómo es posible que su figura no tenga mayor reconocimiento? Indudablemente la Noreña de hoy no sería entendible sin Pedro Alonso como tampoco lo sería sin su alter ego Justo Rodríguez el impulsor de la industria cárnica. En aquellos años el aspecto social quedó ensombrecido por las rivalidades políticas. Aunque cuando murió tuvo un extraordinario reconocimiento popular, con los años su figura fue cayendo en un olvido voluntario por las desavenencias políticas.

Sin embargo, paradojas del destino, mientras la monumental estatua de Mariano Benlliure se mantenga en pie , su recuerdo continuará pasando de generación en generación.

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