El desmembramiento del PP mierense y el consiguiente debilitamiento de la oposición municipal abren un nuevo abanico de posiblidades en el panorama político del concejo. El Alcalde, que comenzaba a hartarse de pelear contra «peperos y hundidos» armado únicamente con su esmirriada mayoría consistorial, se encuentra ahora con el terreno despejado para gobernar como a él le gusta -que es igual de inútil que cuando gobierna como no le gusta-. Se chismorrea en los mentideros caudalinos que, de tener prácticamente decidido su paso a la reserva al final del presente mandato, Luis María García se está planteando repetir. Y sería el tercero. Por si dos fueran pocos.

Puesto que a estas alturas nadie duda de que el PSOE volverá a ganar las elecciones municipales de cuando sea -de hecho, estoy convencido de que ganaría aunque presentara a una cabra como cabeza de lista, y con serias posibilidades de hacerlo mejor que sus antecesores-, la decisión de García de aferrarse a la poltrona ocasionaría el parón de la lista de espera de los aspirantes a la sucesión. Y, claro, el tiempo pasa, otros cuatro años de demora, se pierden los trenes hacia destinos más abiertos, la vida de un político de medio pelo no está garantizada y todas estas diatribas provocan no poco nerviosismo. Porque la decisión del Alcalde mierense es crucial en el movimiento del escalafón de meritorios que rondan peloteantes alrededor del omnipotente secretario general de los socialistas locales. Además, con la victoria garantizada por obra y gracia de una oposición, por la izquierda y por la derecha, comatosa. Y alguno se preguntará qué es mejor, si la continuidad de García o la renovación. Difícil respuesta. Por un lado, no es despreciable eso de que «más vale lo malo conocido» pero, por el otro, es que lo malo que conocemos es muy malo y, además, sabemos cuánto da de sí. Si García aspira ser recordado como el mejor alcalde de Mieres, mucho debería cambiar para en cuatro años sanear los ocho anteriores. Y si viene alguien nuevo, todo dependerá de la cuerda que le den desde la Casa del Pueblo. Pero de ahí tampoco podemos esperar gran cosa.