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Velando el fuego

Manos unidas en Laybo

De la misma manera que un terremoto acostumbra a cebarse en las partes más débiles de los edificios, las galernas económicas -expertas en moverse por cualquier tipo de aguas- están acostumbradas a golpear en los flancos más indefensos de la sociedad, que son, sin duda alguna, los niños. Se atribuye a Novalis la frase de que «Donde hay niños, existe la edad de oro», pero, desgraciadamente, no siempre sucede así. Hay niños que vienen con el pan debajo del brazo, pero no es menos verdad que la mayoría tiene que conformarse con mirar de lejos esa hogaza, o, en muchos casos, con abrir la boca inútilmente. Si algunos datos son apenas más que una fría contribución a las estadísticas, otros, por el contrario, llevan dentro de ellos el hierro candente del desamparo. La tasa de mortalidad infantil es un indicador relacionado directamente con los niveles de pobreza (a mayor pobreza mayor índice de mortalidad), y a tenor de esas cifras -30.000 niños mueren cada día en el continente por efectos de una pobreza evitable, y 4,5 millones no llegan a soplar las velas del sexto cumpleaños- parece evidente que a la mesa de la Historia le faltan las patas más importantes. Una situación que se ceba sobre todo con los niños de otros continentes distintos al nuestro, en donde no es válida la frase de que algo dura menos que una golosina a la puerta de un colegio, pues ni los dulces ni los pupitres han aparecido aún por allí, ni parece que tengan muchas intenciones de hacerlo.

Conscientes de que «el futuro del mundo pende de los niños que van a la escuela», (El Talmud), Manos Unidas-Campaña LI-2010 acometerá un proyecto de construcción de escuelas en 15 poblados rurales de la parroquia de Laybo -en la confluencia de las fronteras de la RDC con Uganda y Sudán-, financiado por los Arciprestazgos de «El Caudal» y «El Nalón R. D. Congo», del que resultarán beneficiados 3.500 niños. Las metas de ese proyecto son dotar a 15 poblados dispersos, de la parroquia de Laybo, de escuelas primarias en el plazo de un año, lo que significará escolarizar a esos 3.500 niños dentro de dos años y en los sucesivos.

No faltan conferencias y congresos en donde se debate sobre la pobreza, la desigualdad y la convergencia, que son los objetivos del Milenio, pero hasta la fecha los resultados no son, precisamente, muy alentadores. Uno de los problemas reside en el análisis de las causas que motivan tantas desigualdades sociales, y que a juicio de algunos pareciera que vienen llovidas del cielo, lo que es tanto como decir que hoy les toca la pedrisca a los del norte y la semana que viene a los de la zona de enfrente o de un poco más al sur, dependiendo de algún Eolo juguetón. Sin embargo, que mil doscientos millones de personas sigan viviendo con menos de un dólar al día no parece que tenga mucho que ver con el comportamiento caprichoso del aire, sino más bien con los movimientos interesados de la mayoría de los gobernantes del mundo, que, como resulta obvio, no se preocupan por los problemas de abastecimiento, ya que ellos tienen bien surtida su despensa particular.

De ahí que se haga cada día más urgente poner en pie un proyecto de justa redistribución de la riqueza. Una idea que se puede leer en una de las revistas de Manos Unidas: «Un orden mundial nuevo y justo no es solamente posible, sino necesario para todo el bien de la humanidad».

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