Paula G. RODRIGO

Quería ver mundo. Viajar y salir de Peréu, en Campo de Caso, lugar donde nació. Pero, finalmente, las raíces siempre tiran y terminan por traerte de nuevo al punto de origen. Años, muchos. Demasiados fuera de casa hacen que lo único que quieres es que cuando vuelvas todo esté igual, tal y como lo habías dejado. Esa era la intención de Amadina Posada cuando programó su viaje desde Tampa (Florida, Estados Unidos) lugar donde actualmente reside.

Con 74 años y mucho recorrido a sus espaldas, Posada recuerda cuando se ponía con una de sus mejores amigas a escoger lentejas y maíz, «no tendríamos más de 13 ó 14 años y las escondíamos para poder sacar un dinero e irnos», decía mientras apoyaba sus manos en la barandilla de su antiguo porche. ¡Y vaya si consiguió irse lejos! Por una enfermedad en una de sus rodillas, en la que lleva más de 20 intervenciones realizadas por todo el ancho mundo, empezó con ocho años a ser ingresada en el hospital de Oviedo. «Me tenían que sacar hasta donde venía la ambulancia por mí en una escalera y un colchón. Luego, como no me quería volver, las monjas me escondían y hacía mantillas para ellas hasta que mi padre se enteraba y me mandaba otra vez para casa», relató. «En cuanto pude encontré una casa donde servir y luego, aprendí a coser e iba por distintos sitios», prosiguió.

La cosa era volar. Después de conseguir quedarse en Oviedo quería más. «Me fui a Londres. Fue producto de una locura cuando vi un anuncio en el que se necesitaba una chica para cuidar una niña», explicó. Durante los cuatro años que estuvo viviendo en Inglaterra, Amadina conoció al que es a día de hoy el padre de sus tres hijos: John. Un marine norteamericano con quien viajó por diferentes países como Marruecos o Portugal y distintos estados de América como Nueva York y Virginia.

«John siempre me decía que porqué no volvíamos a España, sobre todo en la temporada en la que vivíamos en Portugal. Pero yo tenía miedo de que pudiera haber una revolución o algo porque todavía estaba Franco. Nos pasamos con las maletas hechas más de un año y medio», relató la americana de adopción con dolor en su voz. «Tenía miedo de que me quitaran a mis hijos», señaló.

Los años fuera del hogar iban pasando. Era el ahora o nunca. «Quería venir de nuevo a Peréu, sino, no es visita», afirmó Posada mientras dejaba caer su mirada por todo el verdor por el que estaba rodeada. «Esto es el fin del mundo, desde aquí al cielo», añadió. Y es que poco falta para que este pueblo que está siendo actualmente rehabilitado roce el aislamiento. «Ahora aprovecho todos los minutos que tengo. Hay que aventurarse por eso estoy empapándome de todo», señaló.

«Quería despedirme», dijo con casi lágrimas en los ojos. «La sensación que he tenido en cuanto puse los pies aquí es inexplicable, una maravilla. Todo está cambiando, pero para mejor», puntualizó con una sonrisa. Y podrá seguir disfrutando de esa tierra que la vio nacer, la misma que la despidió siendo apenas una adolescente aún por unos días más, hasta que tenga que volver de nuevo a Estados Unidos, donde también, está su hogar.