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El terror de Drenthe

El nazi Hauke Bert Pattist Joustra falleció en marzo de 2001 en el Hospital Valle del Nalón, a los 80 años de edad, tras librarse de varias solicitudes del extradición del Gobierno de Holanda

El terror de Drenthe

Creo que ya nadie niega que la transición a la democracia no fue tan modélica como nos hicieron creer. Ahora, muchas de las costuras que se habían prendido con alfileres se están soltando, pero además hubo algunas telas que ni siquiera llegaron a cortarse para sumarlas al gran paño que debía taparlo todo. La forma de gobierno y la modernización de la Justicia fueron las dos grandes asignaturas que quedaron pendientes. Abordar la primera suponía romper la baraja, pero con respecto a la segunda, nadie sabe por qué se pudo desmontar sin problemas una estructura omnipotente que incluía al sindicato vertical, al partido único y hasta al ejército y sin embargo los magistrados del franquismo siguieron haciendo su voluntad y -lo que es peor- transmitiendo esta filosofía a muchos de sus herederos de toga.

No les voy a recordar la impunidad de la primera familia del Estado ante el delito, la incompetencia de la que se aprovechan fulanos que han pasado cien veces por comisaría y ninguna por la cárcel o el desastre que ha dejado en la calle a violadores múltiples y asesinos de toda clase aprovechando uno de los múltiples agujeros que tiene nuestra legislación.

Sin embargo, sí quiero contarles un ejemplo concreto que resume la perplejidad de los ciudadanos ante esta situación, ocurrido no hace mucho en la Montaña Central: se tramitaba un problema de herencias cuando un juez ordenó precintar una cuadra en litigio hasta que se dictase sentencia. Nada que objetar, salvo que las vacas también se incluyeron en la disputa y en consecuencia se dejaron morir dentro, acongojando con sus mugidos desesperados a los vecinos de las aldeas más próximas.

Es fácil suponer lo que pueden pensar de nosotros en las democracias europeas cuando conocen estas decisiones judiciales. Seguramente lo mismo que ya sintieron en marzo de 2001 cuando se hizo público que el nazi Hauke Pattist había muerto tranquilamente en Asturias, librándose de las solicitudes de extradición del Gobierno holandés en 1979 y 1983 y del último intento que volvió a hacer en 1997 el centro judío Simon Wiesenthal. Les cuento esta historia.

Hauke Bert Pattist Joustra, que así se llamaba el personaje, nació en Utrecht (Holanda) el 9 de octubre de 1920, aunque se hizo alemán en 1941 para hacer la guerra e ingresar en las Waffen-SS. En noviembre de 1944, siendo ya teniente, comandaba una compañía que recibió la orden de participar en el arresto de los últimos judíos que habían podido escapar a la persecución sistemática desatada por los nazis para enviarlos a los campos de concentración; un trabajo sucio complementado con las torturas habituales para forzar la delación de aquellos que permanecían escondidos y que en no pocas ocasiones concluía con la muerte de los interrogados.

Tras la rendición de Berlín, nuestro hombre fue detenido en el lugar de Veenendaal y logró huir del campo de reclusión en noviembre de 1946. Según su propio testimonio, lo intentó primero cortando las alambradas, pero fue descubierto y condenado a pasar nueve meses en un cobertizo a tres o cuatro grados bajo cero, comiendo pan duro y patatas, lo que le hizo perder 20 kilos de su peso. Desde allí fue trasladado a otro campo de concentración y tuvo la suerte de que le diagnosticasen una úlcera de estómago, anemia y otras enfermedades infecciosas que relajaron la vigilancia facilitando su escapada.

Luego, durante cinco años recorrió las dos Alemanias, pasó a Sudáfrica y retornó a Europa por Francia para acabar entrando en España por los Pirineos. Llegó en una moto y cuando fue detenido por la Guardia Civil llevaba consigo papeles que justificaban cuatro documentaciones distintas. Lo trasladaron a Bilbao en espera de su repatriación y enseguida a Nanclares de Oca donde estuvo seis meses, pero en aquel momento, la dictadura de Franco acogía sin problemas a muchos oficiales huidos de Alemania y estos avalaron su identidad para que fuese puesto en libertad.

Entretanto, en 1948 un tribunal holandés lo condenó en rebeldía a cadena perpetua por haber colaborado voluntariamente con una potencia extranjera enemiga de los Países Bajos y también en la detención de 2.000 judíos en Amsterdam, pero a él aquello ya le quedaba muy lejos porque tenía la seguridad de que en España podía rehacer su vida sin que nadie lo molestase.

En 1956 se estableció en Ribadesella donde quiso montar un camping en una playa cercana, aunque cada vez pasaba más tiempo en Oviedo donde dirigió una escuela de idiomas, colaboró haciendo traducciones para la prensa y obtuvo tras superar las pruebas exigidas el puesto de traductor jurado del Ministerio de Asuntos Exteriores para Asturias. Aquí obtuvo la nacionalidad española, se casó y tuvo cinco hijos.

Manuel Carballal, criminólogo, vicepresidente segundo del Centro de Investigación y Análisis de la Criminalidad Violenta y Sexual y miembro de la Asociación Profesional de Criminalistas y Peritos Judiciales de Galicia contó en su libro "Los expedientes secretos" publicado en 2001 como mantuvo una entrevista con él en un chigre de la capital y después de beber unas botellas de sidra le oyó decir que los aliados habían sacado las cosas de quicio, acompañando sus comentarios con burlas sobre los judíos y una anécdota suya con una pobre prisionera embarazada, que me resisto a transcribir aquí para no amargarles el día.

También en otro reportaje que se publicó en el diario "El Mundo" se aportaron más detalles sobre sus aficiones: "le gustaban los coches, la caza y las tertulias de café. Echaba sidra con maneras de experto. Se reía estrepitosamente. Por las tardes, si el invierno le daba una tregua, paseaba junto al río". Y se añadían algunas notas sobre su carácter: "en Ribadesella lo recuerdan como un anciano alto y pálido que movía mucho las manos al hablar. Un tipo agudo, socarrón, con tendencia a celebrar sus propios chistes?".

Como dije más arriba, las autoridades holandesas solicitaron su extradición en dos ocasiones y aunque en ambas fue recluido en la prisión de Oviedo para evitar una nueva fuga antes de que se consumase su salida del país, la Audiencia Nacional siempre acabó fallando a su favor.

Él lo contaba de esta manera: "fui descubierto por un alemán que se enteró que vivía en Oviedo. Era un caza-nazis para el que yo, al parecer, era una pieza codiciada. Llevó mis datos al jefe de la operación, Simon Wiesenthal, y se comprobó que no estaba en la lista negra de la República Federal de Alemania. Después se investigó en Bélgica y Holanda y fue en este último país donde saltó la noticia sensacionalista de que en España había sido descubierto " el terror de Drenthe". Yo, la verdad que me sorprendí".

Drenthe es una de las provincias más bonitas de Holanda, hoy famosa por el Circuito de Assen vinculado al Gran Premio de motociclismo, que seguramente conocen muchos de ustedes, pero en los años 40 allí estuvo emplazado el Campo de Concentración de Westerport, por donde pasaron más de cien mil judíos y gitanos antes de ser deportados a los campos de concentración alemanes.

En abril de 1979, un representante de la embajada de Holanda en Madrid explicó las razones de su demanda basándose en que el convenio de extradición hispano-holandés entonces vigente excluía los motivos políticos, salvo cuando los hechos concretos que motivaban la solicitud se debiesen a un delito común o revelasen una singular perversidad en el delincuente, y que este era el caso de Pattist.

Como aquel primer intento chocó con la inoperancia de la justicia española, volvieron a intentarlo cuatro años más tarde. El 12 de mayo de 1983, el diario "El País" comunicaba que por fin la Audiencia Nacional había cedido a la demanda considerado que la condena del nazi respondía a "su cooperación en crímenes de insólita crueldad y especialmente dirigidos contra los integrantes de un grupo étnico religioso, el hebreo", añadiendo que "dadas las circunstancias del caso, la entrega de Pattist a Holanda, lejos de suponer una ofensa a la dignidad del Estado español, implicaba un acto de nobleza en las relaciones internacionales", pero aún así, el nazi nunca llegó a cruzar nuestra frontera, pero en esta ocasión la vergüenza fue aún mayor, ya que cuando todos creían que el asunto estaba cerrado, los jueces españoles, por un motivo que nunca se hizo público, volvieron a dar marcha atrás.

El último intento para ponerlo a disposición de la justicia holandesa lo hizo el propio centro judío Simon Wiesenthal en 1997, pero también fue inútil y finalmente Hauke Bert Pattist Joustra pudo pasar tranquilamente sus últimos años tomando cafés en las tertulias ovetenses con algunos notables de la capital. Acabó muriendo en el hospital Valle del Nalón de Langreo en marzo de 2001; tenía 80 años de edad y nunca se arrepintió. Quienes lo protegieron en España, tampoco.

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