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De Lo Nuestro | Historias Heterodoxas

El misterioso teniente Torrens

El mando de la Guardia Civil, de origen mallorquín y destinado en el cuartel de Ujo, hizo de intermediario con los revolucionarios en 1934

El misterioso teniente Torrens

Como es sabido, el 5 de octubre de 1934 los mineros asturianos cumplieron su palabra iniciando una revolución en la que se habían comprometido junto a otros núcleos industriales de España y que acabaron manteniendo en solitario. Nunca hubo unas jornadas tan intensas tanto por la actividad militar como política, hasta el punto de que durante quince días el centro de esta región funcionó a todos los efectos como una república socialista.

Entre los protagonistas de estos hechos siempre ha llamado la atención Gabriel Torrens Llompart, el teniente responsable del cuartel de la Guardia Civil de Ujo, quien tras rendir su posición se unió a los insurrectos colaborando con ellos y obteniendo su confianza hasta el punto de que el día 18 actuó como intermediario llevando hasta Oviedo al líder socialista Belarmino Tomás para que firmase una paz honrosa con el general de la República López Ochoa. Allí fue testigo de su entrevista y posteriormente asistió a la última reunión plenaria del Comité Revolucionario celebrado en Mieres donde se tomó el acuerdo de rendición.

Según contó Manuel Grossi, Gabriel Torrens fue "un precioso colaborador" y "asesor técnico", aunque nunca se le dio mando directo por su condición de guardia civil, pero se aceptaron sin dudar sus conocimientos militares para emplazar los cañones y las posiciones obreras en el frente de Campomanes. Participó junto a los revolucionarios con tanto ánimo que incluso se ofreció voluntariamente para reparar una ametralladora estropeada, como confirmaron varios testigos en el juicio a que fue sometido cuando todo acabó.

En efecto, el teniente pudo haber huido sin problemas, pero rechazó la invitación de Belarmino Tomás para que escapase con él y le dijo que quería responder de sus actos presentándose ante la autoridad militar, asumiendo los riesgos que entrañaba esta decisión: al llegar al cuartel salvó su vida de milagro porque el teniente coronel Molina impidió que fuese fusilado inmediatamente y lo presentó al general López Ochoa, quien lo envió a la cárcel de Oviedo.

La prensa que siguió su proceso por traición y rebeldía informó que cuando le tocó subir al estrado había estado muy nervioso y su declaración tuvo que interrumpirse para que se tranquilizase. A pesar de que el teniente insistió entonces en la repugnancia que siempre habían inspirado a su espíritu las ideas de los revolucionarios, otros testimonios mantuvieron lo contrario e incluso un guardia afirmó que cuando los sublevados comentaban el triunfo Torrens celebraba también esta victoria. Por fin fue condenado a dos penas de muerte, que se conmutaron al día siguiente del fusilamiento del sargento Vázquez, otro de los militares que colaboraron en la revolución.

De todos los adjetivos con que ha sido calificado Gabriel Torrens Llompart, seguramente el más acertado fue el del historiador franquista Ricardo de La Cierva, quien escribió que había sido un "misterioso teniente". Por una casualidad, mientras andaba tras otra cosa, me encontré hace unas semanas con su nombre en las listas del Partido Comunista de los Pueblos de España, que se presentó por Mallorca en 1991 y, después de las dudas iniciales sobre su identidad, confirmé que se trataba del mismo hombre.

Luego seguí buscando y por fin di con un documento que nos puede aclarar muchos aspectos sobre su comportamiento en nuestra revolución. Se trata del número de diciembre de 1993 de la revista local "Llucmajor. De pinte en ample", (en catalán: de par en par) publicada en su pueblo natal, donde el guardia civil pasó sus últimos años y en la que hizo el resumen de su vida.

Por esta entrevista sabemos que nació en 1904 en el cuartel de la Guardia Civil de esa localidad donde estaba destinado su padre; que cuando tenía 13 años lo destinaron a Algaida, pero siguió estudiando el bachillerato trasladándose cada día en bicicleta hasta Llucmajor y también que su vocación militar nació tanto de la tradición familiar como de la fascinación por los cromos de las chocolatinas que traían escenas de la I Guerra Mundial.

A la vez, conocemos que estuvo un año en Madrid en el colegio para hijos del cuerpo "Infanta María Teresa", y que debido a la mala salud tuvo que retornar a Mallorca y se preparó para la carrera militar en la academia que tenía en Palma el general Gabriel Riera, hasta que en 1922 pudo entrar en la Academia de infantería de Toledo; luego pasó un año en Girona donde estaba su pariente el Obispo Llompart y por influencia de un capitán de la Legión, siendo ya teniente, se incorporó a la I Bandera de Melilla, donde permaneció 4 años.

Su testimonio aclara que con la llegada de la República fue encargado de controlar una insubordinación de la V bandera, motivada porque la tropa no cobraba a tiempo y tenía prohibido jugar a las cartas, con tan buen resultado que le nombraron juez de la Legión, pero cansado de la actividad burocrática, pidió el traslado al Batallón Ciclista de Palencia y ansioso de más acción se trasladó en enero de 1934 como jefe de línea al puesto de guardias civiles de Ujo, que dependía del mando del capitán Nart desde Sama.

El asalto a la guarnición de Ujo aparece reflejado en numerosas memorias de época, casi siempre dando protagonismo a quienes las firman, pero esta es la primera vez que leemos la versión del propio teniente Torrens: "Cuando los mineros se levantaron contra el Gobierno, asediaron el cuartel, y en unos momentos de confusión, en que yo dejé salir un guardia civil herido, no sé cómo, porque yo había puesto el cerrojo, los mineros entraron y se apoderaron del cuartel. La resistencia hubiera sido inútil, ya que el cuartel estaba a una vertiente y con la dinamita nos podían volar a todos. Pensad que dentro del cuartel estaban todas las familias de los guardias, mujeres, hijos, etc. Cuando estaba prisionero, sentí que tenían acosado otro cuartel y yo me ofrecí para hacer de intermediario, mi postura era totalmente humanitaria, mi idea era salvar el máximo posible de vidas".

El comportamiento de Torrens se ha explicado en ocasiones tanto por el miedo como por sus simpatías con los revolucionarios, aunque sus recuerdos, escritos ya en la vejez y sin ningún interés para deformar la verdad, dejan claro que ni lo uno ni lo otro es cierto, ya que la historia demuestra que el guardia civil se comportó como un valiente y él mismo afirma que su inclinación hacia el comunismo llegó más tarde.

Según su testimonio, en aquel tiempo sí tenía inquietudes políticas y sociales, pero de otro signo, ya que había estado en contacto con la falange de Palencia, pero una vez bajó a una explotación, a cuatrocientos metros, y empezó a ver la realidad de cómo vivían los mineros, aunque su conciencia de izquierdas no nació hasta después de la revolución. Fue cuando coincidió en el Castillo de San Julián en Cartagena, con el comandante Enrique Pérez Farrás, jefe de los Mossos d´Esquadra de la Generalidad y con el teniente de la Guardia Civil Fernando Condés Romero, quién posteriormente sería uno de los ejecutores de Calvo Sotelo.

Gabriel Torrens Llompart se afilió al Partido Comunista en 1936 porque creyó que los comunistas luchaban con más conciencia de que todos los demás y en los primeros meses de la guerra luchó en el frente de Granada con una columna de noventa hombres de esta ideología.

Desde allí fue a Valencia y lo enviaron a mandar la Guardia Municipal de Madrid donde fue Jefe del Estado Mayor de la Primera División de Asalto y fundó en 1937 la revista "El Agente Urbano", hasta que la derrota lo llevó a las cárceles de Miraflores, Segovia y Ocaña. Después, gracias a la ayuda de antiguos amigos militares y de la Legión, pudo volver a cambiar su tercera condena a muerte por la de treinta años de prisión, que se redujeron a siete.

Al salir en libertad, en 1946, dio clases de inglés y francés en Mallorca y volvió a organizar en la isla el Partido Comunista, editando "Mundo Obrero". Cuando notó que iba a ser detenido nuevamente huyó hasta París donde otros compañeros en su misma situación le aconsejaron que buscase trabajo al margen del Partido, de modo que empezó a hacer trabajos de mantenimiento en la Universidad Libre de Europa, mientras su mujer estaba empleada en el servicio doméstico; después trabajó como traductor; de recepcionista en un hotel; pasó temporadas desempleado y vivió el "Mayo del 68" intensamente desde uno de sus puntos neurálgicos, como camarero y vigilante de la Universidad de Censier.

El viejo militar, que volvió a Palma en 1973, murió siendo comunista militante y colaborando activamente con varias asociaciones y ONG. En el momento de aquella entrevista, contaba 89 años y hacía muy poco que su mujer había fallecido. Seguramente se daba cuenta de que cada vez estaba más cerca de la última e inapelable sentencia del tiempo y por eso confesaba que la soledad le aterraba más que las tres penas de muerte de las que ya se había librado.

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