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CELSO MARTÍNEZ NAVES | Pintor natural de El Entrego, en la élite del arte alemán

"En los pozos pinté a los mineros con la luz de sus lámparas reflejada en el polvo"

"Muchos jóvenes emigrantes españoles llegaron a Alemania sin saber el idioma y pretendían que en las empresas les hablaran en inglés"

Celso Martínez Naves ante una de sus obras.

L. FERNÁNDEZ

Celso Martínez Naves (El Entrego, 1953) lleva 42 años en Alemania dedicado en cuerpo y alma a la pintura. Su salida de España no tiene que ver con aquella ola emigratoria de los sesenta ni con la de los jóvenes sobradamente preparados de este siglo. En el verano de 1974 acaba en la Escuela de Turismo y realiza su primer viaje al extranjero. Recala en Zurich (Suiza) y vuelve a España por la mili. Al fin, el uno de enero 1976 llega a Friburgo, la ciudad donde se forma, hace su carrera y se labra un prestigio en el mundo del arte.

-Cuando tuve aquí la oportunidad de entrar en la Escuela de Bellas Artes, me di cuenta de que la suerte estaba echada.

- ¿Por qué Alemania?

-De joven siempre sentí la necesidad de ir al extranjero. En Zurich conocí a una chica alemana que estudiaba en Friburgo. Eso motivó mi decisión de venir a este país. El primero de enero de 1976, salí de España 15 días antes de acabar la mili. En 1977 ingresé en la Academia de Bellas Artes de Karlsruhe, después de hacer el COU y aprender alemán para superar la prueba del idioma. Nunca había pensado en trasladarme a Alemania, sin embargo, fue lo mejor que me sucedió en mi vida, un regalo del destino. Me cogieron todos los veranos en una fábrica y con lo que ganaba pude financiarme los estudios. Aquí me quedé, en una ciudad increíble, la más cálida del país, un punto de partida para toda Europa, muy cerca de Suiza y de Francia.

- Sus primeras pinturas son sobre la mina.

-En la Academia pensé que necesitaba un tema no convencional y entonces, bajé a los pozos. Son escenas de mineros en la oscuridad y la luz de sus lámparas reflejada en el polvo del carbón, en la humedad. Con el claroscuro del barroco español hice bastantes obras en distintos formatos. Utilizando esa técnica también pinté una serie más en abstracto hasta que consideré que esta temática no daba para más. A partir de ahí comienzo con los nocturnos en diferentes espacios.

- Los críticos destacan su depurada técnica en la plasmación de la luz y la sombra.

-Pinto nocturnos, pero también sobre la transición de la noche al día, cuando empieza de despuntar la luz. Son espacios urbanos sin gente, como los aeropuertos vacíos, lugares de tránsito por donde sin embargo pasan miles de personas. Captar esa atmósfera es intuitivo, pero tienes que conocer el arte. Goya pintaba así. Si ves una montaña a cien metros no es lo mismo que a uno. En esos cien metros hay aire y el aire difumina las formas. Es la perspectiva atmosférica.

- Genios por los que se siente influido. ¿A quién admira?

-Velázquez, Goya y los románticos alemanes, pero no sigo ninguna corriente, no me rijo por nada ni por nadie, aunque todo el arte influye. Lo máximo para mi es Velázquez y de los románticos alemanes, Caspar David Friedrich. Admiro a Antonio López, sus cuadros tienen la conversión de la pintura como me gusta. Un crítico me denominó romántico sobrio y estoy de acuerdo.

- Sus cuadros se cuentan por cientos.

-Son más de mil. No tengo otra cosa que hacer, pinto cada día hasta que me canso. Acabo de abrir una exposición en Friburgo (www.martinez-naves.de) con nocturnos de ciudades, industrias y aeropuertos, cuadros de las selvas amazónica y tailandesa y del bosque de aquí.

- ¿Ha llegado a sentirse como un alemán nacido en Asturias?

-Yo soy yo. Nací en Asturias y la tierra donde te has criado te condiciona para toda la vida. Pero mi bagaje de cultura, pensamiento, desarrollo y autorrealización está en Alemania. Aquí encontré una sociedad abierta y moderna, gracias al humanismo y a la ilustración que la Iglesia Católica frenó en España. Me siento orgulloso de haber superado las mismas pruebas de exigencia que los alemanes para ser alguien en un país con tantas aspiraciones.

- ¿Por qué cambiaría Friburgo?

-Nunca he pensado en marcharme. El entorno de la catedral de Oviedo es bonito, pero en España me faltaría mucho de lo que para mí es obvio sobre calidad de vida y de cómo funcionan las cosas. En Friburgo la inmensa mayoría va en bicicleta y cada vez hay más calles prohibidas a los vehículos a motor. España sigue en otro siglo: no paran de construir aparcamientos subterráneos y carreteras y está todo lleno de coches. Intenté salir en bici por Santander y una monitora de autoescuela casi me mata.

- Esta Alemania poco tiene que ver con la que en 1976 encontró en plena guerra fría.

-Era muy tranquila hasta la caída del muro (1989). Ahora con los refugiados el ambiente es muy malo. En el oeste hay muchos que su deseo es que no se hubiera producido la reunificación. Los integrantes de los movimientos populistas de neonazis, racistas y otra gente odiosa proceden en su mayoría del este. Los que no se enteraban de nada en la guerra fría son ahora los mayores fascistas. A su partido, Alternativa por Alemania, los sondeos le sitúan en el Parlamento con un 10 por ciento, aunque nadie quiere pactar con ellos. Desde el año pasado tengo la doble nacionalidad y ahora podré votar por primera vez.

- ¿Influye en su arte ese ambiente enrarecido?

-En absoluto, ni en mi pintura ni en mi manera de vivir, si acaso en mi mal humor (se ríe). El ambiente se ha vuelto hostil, pero como extranjero nunca he tenido el menor problema, ni me he nacionalizado buscando beneficios.

- Consecuencias de los atentados yihadistas.

-Hay temor. Esta es una sociedad con miedo en la que las aseguradoras son el mayor negocio. Los alemanes tratan de prevenir, pero con el terrorismo eso es más que complicado. El reforzamiento de la seguridad mediante medidas como cámaras en la calle, la recogida y el almacenamiento de datos alimentan el debate y la polémica. El ambiente se está envenenado desde los atentados.

- ¿Cómo se vivió desde ahí la crisis de los países periféricos?

-Esta es una economía muy potente y va muy bien, sus increíbles ganancias como mayor país exportador le han permitido cerrar el último ejercicio con un balance impresionante. La locomotora que tira del tren europeo trata de que la Unión siga adelante con Grecia, Portugal, Italia y España. Los alemanes ven con preocupación el retroceso por la senda autoritaria de Hungría, República Checa y Polonia, así como los movimientos populistas en Francia y Holanda. Y por si faltara algo en este mundo convulso, ahí está Donald Trump.

- ¿Qué queda de la última generación de emigrantes españoles?

-La mayoría de esos jóvenes venía con una buena preparación, pero como no sabían alemán pretendían que en las empresas les hablaran en inglés Muchos llegaban con la idea de ganar dinero para volver cuanto antes a España, así que, en vez de practicar el idioma, se dedicaban a echar de menos la comida de sus madres y las fiestas de sus lugares de origen. Luego se topaban con el problema del sistema dual: cuando entras en una profesión estás tres años trabajando, la mitad del tiempo asistes a clase y en la otra mitad haces prácticas. Pero como ellos nunca las habían realizado, no podían competir los con alemanes. En resumen, no tenían ganas de quedarse, tampoco de aprender el idioma y no les gustaba el sistema dual.

- María Luisa cerró, aquí apenas hay algún pozo en activo. Qué diría a los chavales.

-Aquí sucedió lo mismo. En la cuenca del Ruhr no quedan minas de carbón. La zona la reindustrializaron, convirtieron las instalaciones en espacios culturales y potenciaron los conciertos. Ahora hay más actividad turística. Los chavales de Asturias deberían salir a otros países. En España no se preparan proyectos para el futuro, parece que se insiste en buscar el máximo beneficio en el menor tiempo, como pasó con la construcción y las generaciones que vienen pagarán las consecuencias del pelotazo y la corrupción. Falta un esfuerzo investigador sostenido, ideas en vez de ocurrencias.

- ¿Cómo ve esto en sus visitas anuales?

-Demasiado pijerío. Son observaciones superficiales, de unos pocos días cuando estoy con mi hermano en Santander. Noto un retroceso, con más gente reaccionaria y maleducada, algo que recuerda a tiempos pretéritos. En España persiste la ignorancia y esa tontería de los bares y de estar sin hacer nada. Menos mal que queda gente amable y culta y que la juventud y la creatividad siguen vivas.

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