Fue un pastor de obreros que convenció con su energética rectitud hasta a los más escépticos. Se hizo querer entre los creyentes, pero tal vez lo más relevante es que se hizo respetar fuera de los muros el templo. Fue un cura seguido por una legión de agnósticos a los que predicó sobre la justicia social, sobre los derechos y también las obligaciones de los trabajadores. Nicanor López Brugos fue enterrado ayer en el cementerio de La Belonga. Muchos de sus feligreses, incluidos los que únicamente creían en él, le acompañaron en su último y breve paseo por Mieres, su casa durante más de medio siglo. "Él siempre se sintió mierense. Aquí nos dijo que quería descansar", apuntó ayer Raquel López, sobrina del párroco y su familiar más cercana.

José Luis Menéndez, actual párroco de San Juan, rezó brevemente antes de entregar a un eterno y merecido descanso al que fue su amigo y compañero durante casi 40 años. López Brugos se quedará para siempre en Mieres, en un panteón religioso que compartirá con otro cura de huella imborrable para la ciudad, Valeriano Miranda. "Él no se quería marchar de Mieres. Cuando estuvo en Gijón, echaba de menos el municipio. Quería sentirse útil y aquí se mantenía activo, en la iglesia o colaborando con Cruz Roja. Hasta el final, cuando ya estaba muy débil, siguió intentando ayudar en lo que podía", explicó Raquel López.

El entierro de Nicanor López reunió ayer a más de un centenar de personas en el cementerio, con la presencia entre otros del alcalde, Aníbal Vázquez. Fue un sepelio sencillo, casi familiar y con la tristeza contenida. Se escaparon algunas lágrimas y se susurraron palabras cariñosas. Hoy hubiera cumplido 67 años como sacerdote, de los que 55 se los dedicó a Mieres. Don Nicanor dio ayer su último sermón.

Un "hijo adoptivo" de Mieres que sólo quería ayudar

El afecto que se granjeó Nicanor López Brugos en el concejo que lo acogió en 1962 quedó constatado con gestos concreto que trascendieron a las sólidas amistades forjadas durante décadas. En 1995, fue galardonado como "Mierense del Año", el mayor reconocimiento que concede la sociedad civil local. Además, a nivel institucional fue declarado "hijo adoptivo" del municipio. No es de extrañar que hace unos meses, cuando se instaló en la residencia de la parroquia de San Pedro, en Gijón, no tardara en sacar billete de vuelta.

"Enseguida nos dijo que no se encontraba cómodo. Comentaba que allí nadie le conocía y que aquí todo el mundo le paraba por la calle y le llamaban don Nicanor", explicaba ayer un íntimo amigo del cura. El sacerdote siempre se sintió arropado y respetado en Mieres. Tuvo, además, mucha influencia. Sobre todo en las filas socialistas, pero lograba abrir puertas en general con gran facilidad.

Fue "consejero" de muchos alcaldes y algún arzobispo. "También sabía plantarse cuando alguien no le era simpático y sabía utilizar muy bien las ausencias para mandar mensajes", apuntaba ayer mismo el alcalde de Mieres, Aníbal Vázquez.

Pero lo que más complacía a López Brugos era poder ayudar. Hace medio siglo picó en su puerta Luis Manuel Flórez, "Floro", presidente de Proyecto Hombre en Asturias. Le cedió de inmediato la casa rectoral. "Fue sin duda alguna una de las piezas clave de Proyecto Hombre en Asturias. Cuando me vine de Madrid estaba desesperado porque no conocía a nadie que me ayudara y entonces apareció él, que ejerció de intermediario y se volcó con nosotros. Rara era la semana que no hablábamos cuatro o cinco veces".

Flórez define bien la personalidad del sacerdote: "Era una persona de carácter, pero en los momentos complicados transmitía calma y sabía solucionar los problemas".