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De lo nuestro | Historias heterodoxas

Descubriendo al arquitecto Juan de Celis

La historia del maestro cantero que fue un personaje fundamental para la construcción de los palacios barrocos del municipio de Mieres

Descubriendo al arquitecto Juan de Celis

Los García de Tuñón son una de las familias con más antigüedad en el concejo de Mieres y además se preocupan por estudiar la historia de su linaje, emparentado en estos últimos siglos por sucesivos enlaces matrimoniales con casi todos los apellidos ilustres de la Montaña Central, siguiendo la misma tradición que la nobleza rural asturianas ha repetido también en otras zonas. Desde hace un tiempo tengo el gusto de charlar de vez en cuando con Luís García de Tuñón Aza, buen aficionado a estos asuntos y formidable fuente de información sobre el acontecer de estas casonas antañonas en los valles del Caudal.

Él me ha dado a conocer el excelente trabajo que su hermano Celso viene publicando en los anuarios de la Sociedad Protectora de La Balesquida sobre el maestro cantero Juan de Celis, quien después de esta investigación se nos muestra como un personaje fundamental en la construcción de nuestros palacios barrocos.

Los anuarios van por su tercer número y la calidad de sus artículos es envidiable, por lo que seguramente en otras ocasiones deberemos volver a ellos. Para el tema que nos ocupa, Celso García de Tuñón Aza ha dividido su estudio en tres partes. La primera se publicó el año pasado en el número 2 de la revista con el título "El arquitecto Juan de Celis y el palacio del marqués de Camposagrado en Mieres. Un capítulo esclarecido de la arquitectura barroca regional", y la segunda en el número 3 este 2018: "Juan de Celis (1605/1606-1662) arquitecto asturiano de la primera mitad del siglo XVII". Queda pendiente para el número 4 una tercera entrega relacionando las obras religiosas del arquitecto en los concejos de Lena, Mieres, Oviedo, Avilés y Cangas de Onís, así como su intervención en diferentes obras públicas, entre ellas la construcción de calzadas y caminos en Oviedo y Lena.

De Juan de Celis ya hablamos en otra ocasión con referencia a su intervención en el puente grande de Santullano, que entonces se conocía también indistintamente como "de Ujo", lo que ha dado lugar a algunas confusiones. Su estructura había sido de madera, como casi todos los que había entonces en Asturias, hasta que el Principado decidió asumir el coste para hacerlo de piedra con un coste de 6.000 ducados y se iniciaron las obras colocando los pilares y los primeros arcos; pero en 1640, cuando el arquitecto recibió el encargo de reconocerlo, escribió en su informe que tenía unos 500 pasos de largo con un gran arco en su inicio por el que pasaba la mayor parte de la corriente y que otros cinco estaban desaparecidos hasta sus cimientos.

Hizo entonces un presupuesto de 18.000 ducados que incluía su reparación y la del tajamar del arco mayor, pero esta cantidad les pareció muy elevada a las autoridades y se aprobó el presupuesto más barato que presentó el maestro cantero Juan Pérez, de Peñamellera, rebajándolo hasta los 10.000, aunque tampoco pudo llevarse a cabo por la crisis económica que en aquel momento sufría España.

Ahora, gracias a Celso García de Tuñón podemos saber con detalle el papel que también jugó Juan de Celis en la reconstrucción de los palacios de Mieres, empezando por el de Camposagrado. Se trata de un edificio muy conocido, que alberga desde hace décadas al primer instituto de educación secundaria que se abrió en esta villa de la villa. Pero es bueno recordar que tiene un origen medieval y seguramente romano si pensamos que su torre circular se levantó sobre otra destinada a la vigilancia de la calzada que pasaba frente a ella, aunque documentalmente no podamos remontarnos más allá del 18 de abril de 1474, cuando se firmó el mayorazgo de los Bernaldo de Quirós en lo que ya era una casa fuerte.

Más tarde se levantó una segunda torre y se realizaron otras ampliaciones hasta que en 1656 el adinerado Gutierre Bernaldo de Quiros y las Alas Carreño, quien iba ser nombrado marqués de Camposagrado por el rey Felipe IV cinco años más tarde, decidió modernizar la fortaleza para convertirla en una residencia palacial. Para hacer la obra contó con Juan de Celis, quien residía junto a su mujer María Valdés, hermana del entonces párroco de la iglesia San María, en Figaredo, donde también bautizó a Pedro y Juan, dos de los cuatro hijos naturales que tuvo con una moza soltera llamada Catalina La Riega.

Celso García de Tuñón ha comprobado en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid como la construcción se contrató el 3 de marzo de aquel 1656 ante el escribano de Mieres Juan Rodrigo Castañón con un plazo de finalización de cuatro años y un presupuesto de tres mil ducados: trescientos debían entregarse al comienzo de la obra y el resto en otros cuatro plazos anuales con distintas cantidades.

Fin de obra

Pero cuando llegó la fecha prevista para el fin de los trabajos, aún quedaba mucho por hacer, y a esto se añadió la muerte de Juan de Celis en 1662 dejando pendiente más de un tercio de lo planteado, por lo que tuvo que seguir la intervención el maestro Antonio de la Lastra, al que García de Tuñón identifica como probable aparejador u oficial de Celis. Aún así, el marqués presentó una reclamación a los herederos del fallecido el 25 de junio de 1667 por el incumplimiento del plazo acordado solicitando la devolución de las cantidades invertidas hasta aquel momento.

El autor adjunta en su trabajo la transcripción de los documentos que acompañaron este proceso, que resultan imprescindibles para entender la estructura del palacio, que a pesar de otras reformas que se fueron acometiendo hasta el siglo XXI se reconoce perfectamente. Ahora ya podemos conocer la autoría de quien diseñó sus elementos más característicos y atribuir como corresponde a Juan de Celís o a Antonio de la Lastra las puertas y ventanas de cantería, la escalera principal o las doce columnas dóricas del patio, por ejemplo, junto a otras construcciones ya desaparecidas como la caballeriza con bóveda de medio cañón.

Aunque en la segunda de las entregas para el anuario de la Sociedad Protectora de La Balesquida Celso García de Tuñón se centra más en los datos biográficos de Juan de Celis, vuelve a referirse a Mieres, esta vez para explicar su relación con otros dos palacios: el de Villarejo y el de Figaredo. El primero fue construido entre 1629 y 1631 por el mayorazgo Alonso de Heredia y Bernaldo de Quirós, uno de cuyos hermanos fue padrino del primero de los hijos de Celis en 1633, lo que demuestra su amistad, por lo que parece lógico suponer que fuese él, tal vez acompañado de Pedro Díaz, también maestro cantero y vecino de la zona en la misma época, quien se encargó de la obra.

Y lo mismo con el de Figaredo, encargado por Diego Bernaldo de Quirós y Lorenzana, señor de aquella casa y regidor del concejo de Lena, e igual que Juan de Celis padre de otros cuatro hijos naturales. Don Diego también fue amigo del maestro y lo había recomendado en 1638 para reparar las fuentes de Oviedo y en 1641 para las obras que debían acometerse en el convento de San Francisco, en la misma capital.

Celso García de Tuñón estima a partir de una escritura conservada en el Archivo Histórico de Asturias que el palacio de Figaredo se reedificó con el porte monumental que aún presenta al margen de añadidos posteriores, entre mayo de 1639 y mayo de 1644 y lógicamente el encargo sería otra vez para Juan de Celis con quien siguió manteniendo una relación personal hasta su muerte en 1646, y con su familia después de este momento. Ya lo ven: Camposagrado, Villarejo y Figaredo, tres entre los siete palacios más notables del concejo de Mieres, llevan la misma firma y en ellos podemos encontrar rasgos de un barroco clasicista que nos muestran el esplendor de otra época y la ostentación de una nobleza rural que rivalizó mostrando su poder económico en las viviendas que habitaron. Luego vinieron otras épocas y cada una de estas casonas tuvo un destino diferente, pero de una u otra forma, ahí siguen demostrando que el estudio de nuestra historia va más allá de lo relacionado el pasado más reciente.

Afortunadamente la protección del patrimonio industrial y minero cuenta aquí con excelentes vigilantes y buenos expertos, no tanto el patrimonio arquitectónico tradicional. Por eso se agradecen investigaciones como la de Celso García de Tuñón, que a mí al menos me han enseñado mucho. Esperaremos otro año para ver la continuación de esta investigación.

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