La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De lo nuestro | Historias heterodoxas

De niños y gusanos

El maestro gallego José Pérez Yáñez, que llegó a Mieres en 1924, crio miles de ejemplares de gusanos de seda con sus alumnos en la villa

De niños y gusanos

La antigüedad de la industria sedera supera los tres milenios; nació en China y su técnica fue uno de los secretos mejor guardados por el Imperio amarillo. Dicen que los gusanos llegaron hasta la India disimulados en los cabellos de una princesa que se casó allí y en su nuevo hogar no quiso renunciar a la elaboración de este precioso tejido, y también que en el año 522 dos monjes persas los introdujeron en Bizancio rellenando sus bastones de bambú con huevos que luego calentaron metiéndolos en estiércol.

En España debemos su conocimiento a los árabes que empezaron a criarlos en el siglo IX y su industria alcanzó tal desarrollo en Andalucía que en el siglo XVI solamente en Sevilla llegaron a contarse 16.000 telares y en 1919 en esta misma provincia se dedicaban a la seda nada menos que 130.000 obreros. O eso fue lo que escribió el maestro José Pérez Yáñez, quien en la década de 1920 desarrolló esta actividad como complemento de la enseñanza para sus alumnos mierenses.

José Pérez Yáñez fue un hombre de ideas curiosas. Nació el 6 de mayo de 1886 en San Simón da Costa, una parroquia de Villalba, en Lugo, famosa por sus quesos ahumados; concluyó sus estudios de magisterio en 1911 y tras estrenarse en la escuela de A Gudiña, en Ourense, llegó en 1916 a la escuela graduada de Ortigueira, en A Coruña, que ya siempre sería para él su lugar más querido.

El pedagogo gallego José Manuel Suárez Sandomingo, que ha estudiado su biografía, nos cuenta que allí creó el "Batallón Infantil" según la norma de los grupos scouts, que él presentó a los padres como "una institución que inculca a los niños el amor a Dios y a la Patria respecto a sus leyes, sanos principios de honradez y moralidad, sentimientos de rectitud y justicia, hábitos de orden y disciplina, prácticas de caridad y de altruismo, altos ideales de cultura y de progreso", y que también destacó por su protección de la naturaleza llevando a los escolares a repoblar árboles por aquella comarca.

Su inquietud le hizo también publicar algunos libros, así "Escribir leyendo" y los dramas costumbristas ambientados en Galicia "O tío Xan e a súa xente" y "¡Miña Xoia!", que fueron estrenados en 1918 en la misma Ortigueira.

Ahora, Miguel Fernández Palacios, incansable buscador de ejemplares curiosos, ha encontrado uno titulado "Cada mujer educada es una escuela creada" firmado por el maestro y editado en 1929 por la imprenta de Manuel Bárcena Sordo, con quien mantuvo una buena amistad y donde expuso sus pensamientos sobre el papel de las mujeres, que debían recibir una educación en las escuelas destinada a mejorar su condición con respecto a los hombres, pero dejando siempre los puestos de responsabilidad y de poder para estos, ya que su papel en la sociedad no debía ser otro que el de madre, esposa y reina del hogar.

Comprenderán ustedes que nos encontramos otra vez con la mentalidad imperante en aquella época, que hemos visto repetida en la mayor parte de los varones de esta generación que han pasado por esta página y ya hemos criticado extensamente en otras ocasiones, pero detenernos ahora en este punto no me dejaría llegar a lo que hoy les quiero contar y por eso no quiero pasar de un detalle de la portada de este libro, donde se especificaba que los pedidos debían dirigirse a la Biblioteca-Escuela de La Peña, Mieres, Asturias.

Efectivamente, Pérez Yáñez dejó Galicia a finales de 1924, después de recibir el homenaje de sus vecinos, para dirigirse hasta Mieres donde trabajó en esa escuela sin abandonar su idea de que la enseñanza en el aula debía completarse con otras aficiones relacionadas con la naturaleza. Desde aquí mantuvo el contacto con su tierra mandando colaboraciones al periódico "La Voz de Ortigueira", pero a la vez se implicó en la vida local como un ciudadano más desarrollando su proyecto más ambicioso: la cría de gusanos de seda.

La idea del maestro pasaba por acercar a los niños la técnica para la obtención de la seda, la llamada "sericicultura", para poder desarrollar después una industria que crease empleo y riqueza en la villa, ya que al margen de sus beneficios económicos esta actividad constituye por sí misma una forma excepcional de enseñar biología y aumentar el cariño por los animales.

Según los manuales la vida de un gusano de seda supera los treinta días y en ese tiempo muda de piel hasta cuatro veces hasta que forma un capullo enrollando en torno a su cuerpo un hilo que mide entre los trescientos cincuenta y los cuatrocientos metros; pasados unos diez días hace un agujero en su funda y sale convertido en mariposa para morir pronto, después de poner sus huevos para que se repita este proceso.

José Pérez Yáñez logró criar en Mieres varios miles de gusanos y pudo exhibirlos al público como una curiosa novedad en la Feria de Muestras de Gijón, contando su experiencia en el álbum de Fiestas de San Juan de 1927, donde ilustró su crónica con la imagen de un orondo ejemplar nacido en su criadero: "El valle de Mieres produce la seda y la produce tan bien, que el desarrollo que en el barrio de La Peña el gusano alcanzó, es el máximo alcanzado en España, como lo prueba esa fotografía que reproduce el tamaño natural de uno, entre miles que en dicha escuela y otras casas particulares, la del señor Bárcena es una, este año, pese al mal tiempo, en Mieres se han criado".

Deducimos de este párrafo que el maestro supo implicar en su proyecto a algunas familias de la zona, entre ellas la del propio Manuel Bárcena, quien también se encargó de la publicación de este álbum.

En este mismo artículo, José Pérez Yáñez también quiso dejar claro que la sericicultura podía ser una fuente de riqueza para la cuenca del Caudal, poniendo el ejemplo del mismísimo rey Alfonso XIII, quien -según él- tenía en su finca de El Pardo millones de gusanos, alimentados con miles de moreras que había mandado plantar; aunque otros argumentos que empleó para convencer a la población de los beneficios que iban a traer los gusanos se alejaban de lo científico: "Mieres va a aumentar la simpar belleza de sus mujeres otro grado más gracias a este animal "que viste el cuerpo de seda y el bolsillo de oro".

Basándose en su experiencia mierense, Pérez Yáñez presentó en el congreso de maestros que organizaron en Oviedo las Federaciones del Norte y Noroeste de España un informe sobre la necesidad de implicar a las escuelas rurales con su entorno agrario, pidiendo que se obligase a los enseñantes a adquirir conocimientos de técnicas agrícolas para crear ensayos de experimentación que complementasen las actividades teóricas fuera del aula.

Esta ponencia fue aprobada por unanimidad y se trasladó al Ministerio de Instrucción Pública, pero además en aquel 1927 el Consejo Superior de Protección a la Infancia le concedió un diploma por su trabajo de innovación pedagógica, con su correspondiente premio en metálico, y en 1928 fue propuesto al "Premio a la Virtud" que otorgaba la Fundación de don Fermín Caballero, según consta en el Boletín de la Academia de la Historia: "Aspirante: Don José Pérez Yáñez. Maestro de niños de La Caseta (Mieres-Asturias), cuya ejemplaridad de proceder es encomiada por los padres de sus alumnos".

Como la mayoría de los maestros que habían querido convertir la enseñanza en algo más global, sin limitarse a aprender a sus alumnos las normas básicas de ortografía y matemáticas, fue depurado tras la Guerra Civil. Se le suspendió de empleo y sueldo desde 1938 hasta 1943, aunque afortunadamente no se le pudo probar ninguna militancia sindical ni política, por lo que no sufrió la suerte de sus compañeros que fueron fusilados o acabaron en las cárceles.

Aún bajo vigilancia, aquel año pudo volver a su trabajo incorporándose a la escuela de Carreño y un curso más tarde a la de Palas de Rei, en Lugo; luego, según José Manuel Suárez Sandomingo, cuando se levantó la sanción, solicitó su traslado a una escuela de la sierra de Guadarrama y una vez jubilado retornó a su lugar de nacimiento, donde falleció el 23 de julio de 1970.

En ese mismo año, desconociendo toda esta historia, los adolescentes de Mieres seguíamos criando gusanos de seda en nuestras casas, para desesperación de los dueños de las escasas moreras que aún podían encontrarse en la vega y que sufrían cada tarde la invasión de la chavalería en busca de las hojas que les sirven de alimento. Un entretenimiento para un tiempo en el que aún no se conocían las redes sociales.

Compartir el artículo

stats