La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El langreano más viajero

Arturo del Campo contará esta semana en el Cine Felgueroso algunos de sus viajes por todo el mundo, en los que busca "estar con la gente del lugar, con la mochila al hombro"

Tres mujeres en Uzbekistán.

"Grandes viajes" de un langreano inquieto. Arturo del Campo y sus visitas a algunos de los lugares más interesantes del mundo serán los protagonistas de un ciclo de proyecciones y charlas que tienen lugar desde ayer y hasta el viernes 7, a las 19 horas, en el Cine Felgueroso de Sama, y en los que el langreano mostrará como fueron sus grandes viajes a lugares como Uzbekistán (lunes), Ghana (miércoles), Papúa Nueva Guinea (jueves) y Mongolia (viernes).

De estos cuatro, dos los realizó el año pasado: Ghana y Mongolia, dos países muy distintos en los que intentó recoger, tanton en sus vivencias como con la cámara de fotos, "la cara A y la cara B" del país. En Mongolia tenía previsto contactar con los denominados "niños rata", pequeños que viven en las alcantarillas para no morir de frío. "Afortunadamente, ya no hay. Se cerraron las entradas a las alcantarillas, y se puso en marcha" un gran plan para tenerlos en centros de acogida.

Pensar en Mongolia es imaginar grandes estepas, aire limpio y puro. Nada más lejos de la realidad en la capital, Ulan Bator, "la ciudad más contaminada del mundo", sobre todo en los largos y duros inviernos. "Hay tres centrales térmicas en el casco urbano, la mayoría de las calefacciones son de carbón, y en invierno se instala en la zona un tiempo que impide que la contaminación se disipe. Llegan a -40 grados, es también la capital más fría del mundo, más que Moscú". Claro está, en Mongolia también hay "mucha belleza" y "una hospitalidad extraordinaria". "Asistí al festival del águila real, que impulsan los kazajos que viven en el país, algo increíble". La forma de vida en la estepa es también "impactante. Es un lugar muy seguro, y la gente es amabilísima: lo primero que hacen siempre es darte un vaso de leche de yegua o de camella".

Las yurtas, las tiendas típicas de los nómadas, "siempre tienen la entrada mirando al sur", a los vientos cálidos. En el centro, con la apertura central, está la cocina de leña "o caca de animal seca", y al fondo, todo en línea recta, "el altar budista", con las fotos familiares a los lados. "Es una gente muy hospitalaria, que nunca te dejarán solo, algo que en Occidente ya hemos perdido".

En sus viajes, Del Campo busca siempre "estar con la gente del lugar, con la mochila al hombro". Así fue como recaló en Ghana, un país con áreas hermosas, pero también con zonas "en lo que se ve lo peor de Europa y de Occidente". El langreano explica que "aquí se nos llena la boca hablando de reciclaje, pero la verdad es que nuestra basura tecnológica, de la que es más difícil deshacerse, la mandamos a África".

En el basurero de Agbogbloshie, "se ve la otra cara de Instagram, de nuestro mundo moderno". Allí llegan millones de ordenadores y equipos tecnológicos inútiles, cuyos componentes "contaminan todo. Es un lugar que supera 1.000 veces lo recomendado por la OMS". Además, "demuestra nuestra hipocresía", porque "esta basura se envía como si fuera material electrónico de segunda mano, para combatir la 'brecha tecnológica'. Es todo falso, así nos lavamos las manos".

El ciclo arrancará el lunes con el viaje a Uzbekistán, donde "también intenté recoger la parte amable y la menos amable". Lo mejor, la historia y las ciudades de la Ruta de la Seda: Samarkanda, Bujará y Khiva, "lugares increíbles, en los que en su día confluyeron las grandes rutas de comercio entre Europa y Asia".

El lado negativo, uno de los grandes desastres ecológicos del siglo XX, que además es un gran desconocido: "La desaparición, por culpa del hombre, del mar de Aral", la que fuera cuarta masa de agua dulce más importante del mundo.

-¿Qué fue lo que pasó?

-Los soviéticos necesitaban algodón, y quisieron hacer de esta zona el principal productor mundial. Lo lograron, claro. Pero esto es casi un desierto, y el algodón requiere miles de litros de agua para crecer. Desviaron y canalizaron dos ríos, que alimentaban el mar de Aral, y éste acabó secándose.

Un lugar que le causó especial tristeza fue Moynak, un lugar que en su día fue un próspero puerto pesquero, "que llegó a alimentar a buena parte de la URSS durante la II Guerra Mundial". Hoy, los grandes barcos están varados, a muchos kilómetros de cualquier masa de agua, "en el desierto".

El viaje a Papúa Nueva Guinea fue el primero que hizo dentro de los que forman el ciclo. Fue en 2002, y le permitió convivir en un poblado Danis, una tribu que no había sido contactada por Occidente hasta pasada la II Guerra Mundial. Personas que entonces estaban en un "estado neolítico, trabajando el sílex, y sin inventos como la rueda".

Poblados en un "estado de guerra constante" entre sí, con empalizadas a su alrededor, y que en el interior están divididos en dos partes: a la derecha, "las mujeres, con los niños y los cerdos", su "bien más preciado, que usan como moneda de cambio".

A la derecha, los hombres, que apenas se mezclan con las mujeres. En el centro, la plaza, con la choza del jefe, cuyo permiso es imprescindible para poder quedarse allí. "Yo estuve con otra persona, con un guía Danis, que fue gracias al cual nos quedamos", señala. Un tipo de vida "completamente distinta a la nuestra", y que podrá conocerse gracias al ciclo "Grandes Viajes".

Compartir el artículo

stats