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El Mieres que proyectó Anasagasti: casi cien años de historia de la arquitectura

Tres construcciones del reconocido arquitecto perduran en el casco urbano como vestigios de la edad de plata del urbanismo local

Las “Casas Baratas” de Mieres, ubicadas en el centro de la villa. | LNE

El 4 de octubre de 1923, en presencia del Conde de Mieres y los administradores de Fábrica de Mieres, se entregaron los 50 alojamientos integrados en el bloque de viviendas sociales al que los mierenses bautizaron con el nombre de “Casas Baratas”. Tras este, en principio, peyorativo apelativo, la construcción atesora un relato biográfico que escenifica el testimonio de un periodo clave para la ciudad. El auge industrial y el desarrollo urbanístico se fusionaron dando forma a unas edificaciones a través de las que se puede interpretar un periodo de cambio político y de nuevas inquietudes sociales ligadas a las demandas de mejor calidad de vida del colectivo obrero. La historiadora del arte María Fernanda Fernández se refiere a la edad de plata de la arquitectura en Mieres, con Teodoro Anasagasti como principal referente. Tres de sus construcciones han sobrevivido al indiferente ensanche urbano. Son las citadas Casa Baratas, situadas en pleno centro de la ciudad, y los dos chalés de la Calle Numa Guilhou, ahora propiedad municipal.

La casa del notario Vigil, uno de los chalés de Anasagasti. | LNE

La herencia arquitectónica de Anasagasti pronto cumplirá un siglo de vida. María Fernanda Fernández se ha adelantado a la efeméride para bucear en este legado que ha sobrevivido hasta nuestros días. Los muros siguen en pie, con mayor o menor deterioro, pero la esencia de su apasionante historia se ha ido poco a poco hasta los sótanos de estos magníficos inmuebles. La historiadora local ha querido sacar a la luz tanto el valor puramente patrimonial, como el relato que los acompaña como semblanza del periodo en que Mieres comenzó a tomar su actual forma.

“Hace quince años, junto a Roberto Álvarez, realizamos un informe que tenía como objetivo lograr la protección urbanística y cultural de los tres inmuebles que se conservan en Asturias proyectados y ejecutados por Teodoro Anasagasti”, recuerda María Fernanda Fernández. El objetivo se alcanzó el 11 de febrero de 2008. Actualmente, el inmueble más pequeño de la calle Numa Guilhou se encuentra totalmente reformado y sirve como sede de la asociación cultural y minera “Santa Bárbara”. La segunda edificación, conocida como la Casa del Notario Vigil, se encuentra en un avanzado estado de ruina. El Ayuntamiento la rehabilitará con 345.000 euros.

Las Casas Baratas y los chalés de la calle Numa Guilhou conectan Mieres con sus orígenes como ciudad. Las tres construcciones son hijas de la visión de Teodoro Anasagasti, un arquitecto que fusionó tradición y vanguardia. María Fernanda Fernández recuerda que la mayor parte de su trabajo está en Madrid, pero también edificó en el País Vasco y en el sur de España, sobre todo en Granada y Jerez. Destacó, por ejemplo, como el principal arquitecto de los cines de Madrid. Nacido en 1880, falleció en 1938. “Hizo mucho para no haber vivido demasiado”, apunta Fernández.

Aquella época no se puede entender sin la figura de Manuel Llaneza. Tras llegar a la alcaldía en 1918, su corto mandato de tres años sirvió para fijar los cimientos del desarrollo de la ciudad. “Planteó la necesidad de un plan de obras municipal ambicioso, siempre entendiéndolo como una connotación positiva. Entendía que vivíamos en un concejo en plena expansión que debía aprovechar la riqueza económica para dejar un rédito en el territorio y la población. Los beneficios del capital debían transformarse en algo positivo para la sociedad”.

Ante este reto, los técnicos municipales aconsejaron a Llaneza recurrir a profesionales asociados a la revista La Construcción Moderna, que se publicó hasta 1936. Teodoro Anasagasti fue reclutado para un encargo que, en principio, nada tenía que ver con las páginas que le tocó finalmente escribir: diseñar y ejecutar el nuevo gran parque de Mieres, un proyecto ambicioso que, más tarde y en otras manos, terminó reduciendo su dimensión, dando paso al actual parque Jovellanos. Llaneza y Anasagasti conectaron, con una visión similar del contexto histórico. El arquitecto acabaría asumiendo el encargo de construir la vivienda del por entonces nuevo notario de Mieres, Justo Vigil y luego llegaría el proyecto de las Casas Baratas.

“Lo que en Mieres pasó en vísperas del inicio de la dictadura de Primo de Rivera preconiza en gran medida la manera de actuar de la política social y la obra pública en aquel periodo de la historia de España. Por un lado, hay voluntad de intervenir en el movimiento obrero y solucionar los problemas para que no desencadenen una revolución y, por otro, hay vocación de reprimir el nacionalismo, fomentando un regionalismo que parecía entonces menos peligroso políticamente. En ese sentido la política reformista tiende a soluciones paternalistas en que la obra pública jugará un importante papel”, remarca Fernández. Así, surge lo que llama la edad de plata de la arquitectura en Mieres, que la historiadora resume en una reflexión sobre los proyectos de Anasagasti que puede visitarse en el canal de Youtube del Ayuntamiento.

Los pabellones unifamiliares de la calle Numa Guilhou fueron un encargo privado, mientras que las Casa Baratas fueron un trabajo para la cooperativa de trabajadores de Fábrica de Mieres: “En este segundo caso, para entender lo singulares que fueron basta compararlas con el resto de viviendas obreras que se ejecutaban en aquellos momentos, promociones en barras paralelas, lo que se conocía como cuarteles mineros”. María Fernanda Fernández destaca que “fueron la dignificación de la vivienda obrera. No había que expulsar a los obreros a la periferia”. El proyecto aspiraba a dar forma a una manzana completa. La altura le daba dignidad. El propio Anasagasti explicaba así su trabajo: “Por su aspecto exterior los grupos proyectados no producen sentimiento de inferioridad social del que ordinario reflejan las clases obreras. La gran altura de los edificios en relación de la que es usual en las mejores fincas de Mieres, la multiplicación de huecos abundando los balcones, la severidad de las líneas y el papel saliente que se hace desempeñar al chaflán en la composición general, deben ofrecer como nota la sobriedad que supone el destino de los inmuebles, por una parte, y la necesidad de evitar gastos que no sean indispensables, pero quitando el aspecto de cuartel, produciendo por el contrario la sensación de bienestar, comodidad e higiene que se busca en el hogar honrado y laborioso”.

Adaptación

Anasagasti buscó una ambivalencia entre el clasicismo y la modernidad. “Tuvo una mirada fija en Inglaterra sin olvidar las soluciones formales de centro Europa, pero sin renunciar al estilo de la burguesía asturiana”, advierte Fernández. “Conoció de manera directa la arquitectura tradicional y popular de esta tierra y, de alguna manera, la incorporó a sus propuestas. Entendió que el trabajo se tenía que adaptar al territorio y que no era posible utilizar el mismo lenguaje al margen del lugar donde se debe plasmar la idea que se desarrolla”.

Las Casas Baratas pronto cumplirán un siglo manteniendo la clave de su estructura, aunque no sin ciertas pérdidas arquitectónicas. Por su parte, el chalé del Notario Vigil ha sido muy castigado por el tiempo, aunque en breve será rehabilitado. El inmueble está especialmente ligado a las hijas del notario, Carmen y Elena Vigil. Sobre todo la primera, fue una figura preeminente en Mieres durante la dictadura franquista. Persona culta, sus ideas políticas llegaron a estar próximas al fascismo. Licenciada universitaria, al igual que su hermana Elena, algo poco habitual en aquellos tiempos, fue profesora de la Universidad de Viena durante el nazismo. Durante bastante tiempo destacó la presencia de una pequeña bandera nazi sobre un pequeño mástil en la repisa de su salón. María Fernanda Fernández subraya los contrastes de esta mujer “inteligente, capaz y muy culta, que mantuvo tuvo una estrecha relación con la Falange al hacer cargo de la sección de coros y danzas”. Cuando Justo Vigil compró la vivienda familiar en la zona “no había nada y era barato comprar suelo”. Luego se iría construyendo en el entorno, pero la casa del notario no dejaría de destacar. “Hay que resaltar el trabajo de las escaleras con su barandilla que salva las alturas. Zócalos muy característicos de ese tiempo y molduras que falseaban la presencia de vigas. Eran bonitos hasta los radiadores”, apunta Fernández.

Las hermanas Vigil acabaron teniendo una mala relación y dividieron la casa. Posteriormente fue comprada por el Ayuntamiento, que ahora pretende rehabilitarla.

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