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El relato de una ovetense que sufrió abusos sexuales de su padre desde los tres años: “Vivir con tu agresor es una tortura”

Anna Currilla relató en unas jornadas en Mieres la historia de los abusos sexuales continuados que sufrió por parte de su padre, condenado a ocho años de prisión

Anna Currilla observa un cómic en el que dibujó, de pequeña, a su agresor, su padre, como un diablo. A. Velasco

“Con 3 o 4 años, mi padre me intentó penetrar, me dejó heridas, comenzaron los terrores nocturnos, las pesadillas, los vómitos”. Esa es una de las primeras frases que dejaba ayer en las jornadas "No a las agresiones sexuales", celebradas en Mieres, Anna Currilla, una superviviente de agresiones sexuales intrafamiliares, como ella se presenta. A sus 43, tiene la vida marcada por aquellos años de agresiones, de sentirse culpable, de intentar acabar con su vida. Ahora trata de ayudar con su historia para que otras víctimas sepan que no están solas. Y que, sobre todo, no tienen la culpa.

Aunque ahora reside en Galicia, Anna es ovetense. Nació en el seno de una familia “con altos ingresos, acomodada y machista”. Cuenta eso, dice, para que la gente se dé cuenta “de que los abusos no solo se dan en ambientes con pocos recursos”. Muestra una fotografía. Tendría unos seis años. Su padre la rodea por la cintura con los brazos. Aunque parece una foto normal, no lo es. “Podéis ver la tensión de mi cara, el terror y una sonrisa fingida”, explica.

Cuando comenzaron los abusos, su familia la calificaba como una niña llorona e irascible, “pero lo que hacía era pedir ayuda”. Ayuda ante un agresor, su padre, que aprovechaba cuando su madre salía a trabajar para agredirla sexualmente.

“Convivir con tu agresor es la peor de las torturas, veía que era una muñeca a su merced”, explicaba Anna. Al bloqueo escolar le siguieron comportamientos no acordes con su edad: “Estaba hipersexualizada”, señala.

Con 15 años, Anna Currilla fue a denunciar a su padre. Nadie le hizo caso. Su familia le dio la espalda. Y ella, calló. Y trabajaba en varios sitios para tratar de salir de ese infierno. Cuando logró irse de casa y conoció a su actual marido, ocultó los abusos. “Tenía miedo al rechazo, pero cuando se lo conté, fue todo lo contrario: apoyo amor y cariño”, explica. En 2011 reunió valor para llamar a su padre, y sangre fría para arrancarle una confesión que grabó. Una prueba fundamental, para que hoy ese agresor esté en la cárcel después de haber sido condenado a 8 años de prisión. Pero no fue fácil, el duro proceso judicial le llevó a un nuevo intento de suicidio, porque ya había habido varios.

Hoy, “la terapia, y el conocer a otras víctimas en los grupos de apoyo mutuo (Gam)”, han hecho de Anna una mujer fuerte, y que quiere ayudar a quienes como ella, viven esa pesadilla.

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