de lo nuestro Historias heterodoxas

El último acto de Benjamín Escobar

El funeral del revolucionario mierense fue el segundo más multitudinario que ha conocido la ciudad, tras el de Manuel Llaneza

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

El 31 de diciembre de 1935 el diario "El Noroeste" daba noticia a sus lectores del fallecimiento de Benjamín Escobar, quien había sido durante muchos años su corresponsal en Mieres, "popularísimo y querido por su carácter simpático y cordial, por su honradez y comportamiento siempre inspirado en la mayor nobleza y en consecuencia con sus ideas liberales a las que siempre se mostró fiel, a prueba de contrariedades". Ese mismo día la conducción de su ataúd llevado a hombros hasta el cementerio de Mieres se convirtió en el segundo cortejo fúnebre más grande que había conocido la ciudad, después del de Manuel Llaneza.

El último acto de Benjamín Escobar

El último acto de Benjamín Escobar / Ernesto BURGOS

Tengo desde hace años una fotografía de este acto que me pasó Florentino Romero después de haberla encontrado entre los papeles escondidos de su padre, Crisanto, quien fue compañero de Escobar en el Bloque Obrero y Campesino y en el POUM y hoy quiero contarles algunas cosas sobre este hombre cuya biografía está pendiente de un estudio más detallado.

Benjamín Escobar nació en Mieres en el seno de una familia minera y empezó a militar muy pronto en las filas socialistas, implicándose desde muy joven en los numerosos conflictos que se repitieron a principios del siglo XX, lo que le costó ser despedido tras la "huelgona" de la Fábrica de Mieres en 1906. Entonces fue represaliado por el llamado "Gabinete negro" y, como otros muchos mierenses, se alejó de esta tierra para poder ganarse la vida. En su caso, el viaje fue largo, ya que después de intentarlo en otras provincias, acabó estableciéndose en Cuba.

Por fin, encontró trabajo en la isla y al mismo tiempo pudo participar en las movilizaciones del sector tabaquero que se produjeron en la segunda década del siglo dirigidas por los anarquistas. Por ello fue detenido y encarcelado hasta que finalmente en 1919 decidió volver a Asturias.

Aquí se encontró con que uno de sus antiguos compañeros, Manuel Llaneza, quien también había sido despedido tras la "huelgona" y se había exiliado en el norte de Francia, dirigía desde 1910 el Sindicato de Obreros Mineros de Asturias. Esta organización tenía un enorme prestigio entre los trabajadores de la Montaña Central, pero no tardó en vivir en sus filas la crisis que acabó dividiendo a todo el movimiento obrero entre la II y la III Internacional.

Escobar se posicionó en este conflicto del lado de los terceristas, partidarios de la Revolución Rusa y defensores del enfrentamiento directo con el capital en vez del diálogo, que propugnaba Llaneza, siempre dispuesto a tratar los conflictos en la mesa de negociación. En esos años, fue haciéndose popular entre los mineros, sobre todo después de que durante la crisis de 1921, ante la propuesta de la patronal de rebajar los suelos o aumentar la jornada, lanzase el famoso lema "Ni un céntimo menos, ni un minuto más".

El escritor Isidoro Acevedo publicó en 1930 su libro "Los topos", donde recreó el ambiente enrarecido y los choques que se vivieron en estos años entre los fieles al SOMA y los críticos a Llaneza, que acabaron escindiéndose y formando su propio sindicato. Acevedo escondió a los protagonistas históricos detrás de nombres ficticios, de modo que a Manuel Llaneza lo llamó Samuel Cabezas y a Benjamín Escobar, Valentín Escobedo, describiéndolo como: "un minero de Mieres, chaparrete, rubio al rojo, de ojos nipones", que había luchado codo con codo junto al líder socialista en 1906 y entonces le cantaba las verdades a la cara porque este se había deslizado por el precipicio de la corrupción colaboracionista con los patronos.

Jesús Ibáñez fue aún más lejos en sus "Memorias de mi cadáver" contando una anécdota que refleja el profundo enfrentamiento al que llegaron los dos hombres: "César González y yo tomábamos café en la terraza de El Pasaje de Oviedo, hablando de su próxima salida para Moscú. Se sentó en nuestra mesa Benjamín Escobar (había sido secretario de la Agrupación Socialista de Mieres y ahora lo era de la comunista…) y me entregó una carta de París fechada de hacía dos años: "Ahora que ya somos de la misma tendencia, toma: ¡con esa carta puedes destrozar a Llaneza y a todos esos cerdos que le siguen!".

Ibáñez manifestó su disgusto con quienes lo difamaban: "Sí, era verdad: tal como estaban las cosas, aquella carta del viejo militante socialista era algo fuerte en mis manos. Sin embargo, yo me revolví en la mesa y le escupí a Escobar mi profundo desprecio: ¡Me miraré muy bien para ingresar en un partido que pueda cobijar a hombres de tu catadura moral!". Pero la vida da muchas vueltas y sabemos que poco después, Ibáñez también iba a militar en el Partido Comunista, antes de coincidir con Escobar en su desprecio al estalinismo después de una larga estancia en Rusia.

Por su parte, los críticos del SOMA unidos a un sector de la CNT acabaron constituyendo en 1922 una nueva organización, el Sindicato Único de Mineros SUM, y Escobar fue nombrado secretario de su primer Comité Ejecutivo, compartiendo esta actividad con la militancia comunista en el Partido Comunista Obrero Español que acabó confluyendo poco después en el Partido Comunista de España.

A pesar de que su salud empezaba a resentirse, no dejó de recorrer la Montaña Central participando en mítines y manifestaciones y fue uno de los tres elegidos por los obreros como representantes en el Patronato del Orfanato Minero. Tampoco la dictadura de Primo de Rivera pudo ponerle freno y volvió a sufrir varias estancias en la cárcel, hasta que la tuberculosis pudo con él. Entonces tuvo que dejar la mina para dedicarse a vender periódicos y revistas por los pueblos, llevando también la corresponsalía del diario "El Noroeste", aprovechando sus crónicas para defender siempre los intereses de los trabajadores.

Mientras tanto, su desacuerdo con la sumisión de los comunistas oficialistas a los dictados de Rusia fue alejándolo de este partido y en 1932 se separó con otros compañeros que compartían su idea para formar con ellos la sección de Mieres del Bloque Obrero y Campesino de Mieres, una organización de oposición marxista que había fundado dos años antes Joaquín Maurín y que –como hemos contado en otras ocasiones– tuvo aquí una pequeña pero activa estructura que llegó a ser decisiva en la constitución de la Alianza Obrera de Asturias. Al llegar la revolución de octubre, Benjamín Escobar se sumó desde el primer día a la movilización a pesar de su mal estado físico, lo que le costó su último encarcelamiento, ya que ante la gravedad de su estado, a finales de 1935, las autoridades lo mandaron a morir a su domicilio.

Tres meses antes de su fallecimiento, el Bloque Obrero y Campesino se había unido a la Izquierda Comunista de Andreu Nin para formar el POUM y tanto Escobar como muchos de sus camaradas de Mieres siguieron el proceso de unificación desde el interior de las prisiones en las que estaban condenados por haber participado en la insurrección de octubre de 1934.

Allí recibió la noticia Manolé Grossi por una carta que le había enviado su hermano Luis a la que respondió en "La Batalla". Este semanario era el órgano nacional del POUM donde se publicaron las necrológicas por Benjamín Escobar, que ahora me ha hecho llegar el joven documentalista Héctor Gómez Marín: "Era un dolor ver el sufrimiento del querido batallador de nuestro partido. No podemos olvidar la gran valía de Escobar. Perdemos un maestro en todos los aspectos, pero ante el dolor de su sufrimiento, dudo qué era preferible, si vivir así o el llamado descanso".

Otros compañeros del POUM, que habían logrado eludir la cárcel porque su papel durante la revolución había sido el de proteger y mantener en funcionamiento los hornos de las fábricas, sí pudieron estar presentes en su entierro. Marcelino Magdalena, quien fue uno de los que portaron su ataúd, lo calificó como un modelo de dirigente, que había puesto toda su vida al servicio de la causa de la Revolución y al que los trabajadores asturianos debían hacer justicia, y el felguerino Aquilino Moral, después de elogiarlo, añadió que pasaban de tres mil las personas que acompañaron a Benjamín Escobar en su último viaje.

También escribió su recuerdo Joaquín Maurín, quien lo había visto por última vez en Mieres en el mitin del 1 de mayo de 1934 y ya lo había encontrado muy envejecido; no obstante, siguieron escribiéndose y dejó constancia de que en su última carta –cuando ya era como una sombra– alentaba vigor espiritual, fuerza interior y entusiasmo inquebrantable a la causa obrera.

Por último, José Loredo Aparicio quiso resaltar la relevancia internacional de Benjamín Escobar contando que cuando dejó el Partido Comunista la campaña en su contra llegó a Moscú y hasta el secretario general del Profintern, Solomón Lozovski, intervino acusándolo de traidor.

El destino quiso después que el 12 de agosto de 1952 Lozovski también sufriese la misma acusación y fuese uno de los ejecutados por orden de Stalin en la llamada "Noche de los poetas asesinados". Así es la historia.

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