de lo nuestro Historias Heterodoxas

Galería de facinerosos: algunos de los delincuentes y asesinos más peligrosos de la historia de las Cuencas

Una larga nómina de bandoleros y atracadores, entre los que destaca Constantino García, "el Turón", con 35 años de carrera delictiva

Un detenido por la Guardia Civil, visto por Alfonso Zapico

Un detenido por la Guardia Civil, visto por Alfonso Zapico / Alfonso Zapico

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

La palabra facineroso es una de las que se pronuncian en el idioma español con más dulzura. Sin embargo, define a los delincuentes habituales y a las personas malvadas o de perversa condición. Hoy vamos a mostrar en esta página una colección de individuos que merecieron este adjetivo por su historial de delitos en la Montaña Central.

Las andanzas de algunos los convirtieron en pequeñas leyendas entre sus vecinos; otros solo se recordaron por el miedo que supieron crear a su alrededor e incluso hubo un caso tan espantoso que se ocultó pronto bajo un manto de silencio porque el simple hecho de mencionarlo era como despertar al diablo. Por eso lo he dejado para los párrafos finales y recomiendo a los más sensibles que abandonen la lectura antes de llegar a ellos.

Si hacemos un repaso al bandolerismo moderno en la Montaña Central –dejando de lado a las partidas carlistas que actuaron por motivos políticos– tenemos que remontarnos a la segunda mitad del siglo XIX, cuando una cuadrilla de salteadores salidos del pueblecito langreano de La Cebosa tuvo en vilo a los pueblos altos del Nalón asaltando personas y propiedades, hasta que en 1883 sus integrantes fueron detenidos por la Guardia Civil y condenados a pasar 30 años de reclusión en el penal de El Hacho, en Ceuta; allí fueron muriendo todos y solamente uno cumplió íntegramente su pena. Contaban que volvió a Asturias en una ocasión, para despedirse de sus amigos de juventud antes de fallecer en la ciudad africana donde se había establecido abriendo un pequeño taller de confección y reparación de calzado.

También a mediados del siglo XIX Antonio Martínez Pérez "Tolena", natural de Armá se convirtió en una pesadilla para los aldeanos de las montañas de Lena y Quirós. El recordado periodista lenense Constantino G. Rebustiello, quien pudo conocer a sus descendientes, recogió su historia que empezó el día en que arrojó al río a su mujer con la que se había casado por su dinero. Cuando su familia le negó la herencia apuñaló a uno de sus cuñados que era cura y se echó al monte con otros dos compinches para dedicarse a asaltar diligencias, especialmente en el paso de Pajares.

En 1857 la partida cruzó la línea roja matando a dos vaqueros que les hicieron frente cerca de Reconcos. Entonces un destacamento militar se encargó de buscarlos y cuando los encontraron no tuvieron piedad con los asesinos, de manera solo Tolena sobrevivió y fue encerrado en la cárcel de Pola de Lena; pero logró escapar antes de ser juzgado. Tras una segunda persecución, esta vez quisieron asegurarse y lo acribillaron cerca de Muñón Fondero dándole por muerto. Sin embargo, "Tolena" huyó hasta Cuba donde se unió a los independentistas con tanto arrojo que estos reconocieron su valentía erigiendo en Camagüey una estatua en su honor.

Otro bandolero famoso fue Armando Suárez "el bandido de La Barraca", natural de ese pueblo que hoy ya es un barrio de Pola de Lena, cuya detención y muerte fue contada en la revista nacional Museo criminal. Como los otros, también empezó su carrera con pequeños hurtos que acabaron convirtiéndose en delitos más graves, formó su propia banda y fue condenado a veintisiete años cuando él contaba veintiuno.

Se le atribuyeron varios robos en Gijón y en el concejo de Lena, entre ellos uno en las oficinas de La Cobertoria donde se hizo con 16.000 pesetas. Después de fugarse de la enfermería de la cárcel, se tiró al monte y acabo siendo detenido en octubre de 1904 tras intentar suicidarse con un disparo en el rostro después de un tiroteo contra un teniente y catorce números de la Guardia Civil. Cuentan que cuando lo bajaban casi desangrado hasta la cárcel de la Pola en un carro de bueyes se incorporó para lanzar un "estentóreo grito subversivo".

Aunque sin lugar a dudas, el más popular de nuestros bandidos fue Constantino García "el Turón", definido tras celebrarse su último juicio el 14 de junio de 1932 por una crónica de El Heraldo de Madrid como "un viejo bandolero, celebre en Asturias, autor de numerosos robos y atracos a mano armada por las montañas y salteador de caminos que vivió muchos años burlando a la fuerza armada". Y sí, se cumplían entonces treinta y cinco años desde su primer delito: el robo en la estación de Reicastro de un billete de veinte duros.

Desde entonces "el Turón" pasó su vida entre delitos y cárceles, haciéndose popular en toda España por algunas de sus fugas, dignas de recrearse en una película de aventuras. Pero nunca manchó sus manos con un delito de sangre, ni robó a un pobre; incluso se contaba que en varias ocasiones había ayudado a los más necesitados. Aquel día al salir de la Audiencia, Constantino García pidió perdón a sus víctimas y fue vitoreado por la multitud.

Pasó sus últimos años en paz; sin embargo, tuvo una mala muerte: en marzo de 1933 lo encontraron malherido en una escombrera y ya no pudo recuperarse. Otro bandolero de leyenda, "Santiagón" de Morcín, que le había ido a esperar cuando volvió a Urbiés después de aquel último juicio, quiso dejar unas flores sobre el ataúd el día de su entierro.

Santiago Alonso "Santiagón" también era delincuente habitual conocido por haber robado y matado al párroco de Peñerudes don Francisco Alonso Álvarez, con el que mantenía una antigua enemistad. Él, junto a otro cómplice acuchillaron al cura y machacaron su cabeza con una piedra en un crimen que fue calificado durante el juicio, celebrado en enero de 1905, como "el más sangriento que registra la crónica negra asturiana".

Finalmente, fue condenado a doce años y un día y su estancia en la prisión fue novelada por Alfonso Vidal y Pl+anas en "El gallo de Santiagón". También él logró rehacer su vida y en consideración a su edad la Sociedad Hullera de Turón le cedió una barraca en el pueblo de Lago donde se dedicó a la fabricación y reparación de madreñas para la empresa. Santiago Alonso aún pudo participar más tarde en la Revolución de Asturias de 1934 y encontró la muerte combatiendo durante la guerra en los alrededores de Oviedo el 22 de febrero de 1937 cuando ya contaba 68 años.

Diez años atrás, en 1927, también se había registrado el triste final de otro malhechor famoso de la Montaña Central: Benjamín González "el Bárgana" que era natural del caserío de La Raposera, cercano a Blimea y puso fin a su vida cortándose el cuello al verse acorralado por la Guardia Civil. En su largo historial figuraban robos tan espectaculares como el asalto a un auto que llevaba a trece personas hasta el santuario de la Virgen del Camino, a los que desvalijó con ayuda de un cómplice y el asesinato del inglés Thomás Horne en la carretera de Covadonga para robarle todas sus pertenencias. Por algún motivo más de mil personas lo acompañaron en su último viaje hasta el cementerio del Otero.

Y ahora, para cerrar quiero recordarles el caso de Francisco Martínez Incógnito "el Botas", otro delincuente habitual, al que no podemos considerar como bandolero, pero sí debemos incluir forzosamente en la lista negra de homicidas de la Montaña Central por su sadismo, que lo llevó a ser denominado por la prensa nacional como "el destripador asturiano", porque su crimen era "análogo en todas sus circunstancias a los perpetrados por el famoso destripador de Londres".

"El Botas" cometió su barbaridad el 30 de marzo de 1895 atacando a la joven pastora Rosa Fernández, quien caminaba por el lugar de La Segada, en el camino que entonces cruzaba el cordal para llegar hasta los pueblos altos de Riosa. Allí la asestó varias puñaladas y un tremendo tajo que casi separó su cabeza del cuerpo, aunque lo peor fue la mutilación de un gran trozo de la parte inferior del tronco del cadáver que el asesino se llevó con él con unas intenciones que es preferible no imaginar.

Aquella misma tarde, ya completamente enloquecido, agredió a otra mujer de edad avanzada que estaba trabajando una tierra en Reconcos y pudo salvar su vida gracias a que un vecino acudió a sus gritos de socorro cuando "el Botas" estaba a punto de cortarle el cuello. Luego siguió acometiendo a todas las mujeres que encontró a su paso e incluso a un niño.

Francisco Martínez ya había sido expulsado de la Guardia Civil en Cuba por un delito de hurto antes de regresar a Asturias para trabajar como minero en una explotación de Turón. Fue detenido en Caso cuando trataba de conseguir un pasaje para volver a la isla; trasladado a la cárcel de Sama y luego a la prisión de Oviedo; juzgado y condenado, pero no llegó a cumplir ni un año de cárcel, porque una enfermedad se lo llevó al infierno el 8 de enero de 1896. Allí debe seguir.

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