de lo nuestro Historias Heterodoxas

Una explosión silenciada

La muerte, en circunstancias todavía sin aclarar, de 25 militares que iban en un camión con dinamita en los últimos días de la Revolución del 34

El suceso narrado en la historia, visto por Alfonso Zapico

El suceso narrado en la historia, visto por Alfonso Zapico / Alfonso Zapico

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

El 18 de octubre de 1934, después de haber pactado la rendición de los insurrectos con el general López Ochoa, Belarmino Tomás volvió a Sama de Langreo y se dirigió desde el balcón del Ayuntamiento a una multitud entre la que aún podían verse muchos hombres armados. Ante ellos, y aguantando un chaparrón de protestas, puso punto final al movimiento revolucionario pidiendo que tanto los más comprometidos como todos aquellos que hubiesen tomado las armas o lo hubiesen apoyado de alguna manera se pusiesen a salvo.

Los que pudieron hacerlo, aceptaron ese "sálvese quien pueda" poniendo tierra de por medio; otros simplemente cruzaron los dedos esperando las consecuencias que se avecinaban y una minoría decidió resistir en los montes, por su cuenta y sin ninguna organización, mientras la represión se cebaba en las familias mineras.

Así las cosas, en medio de aquel ambiente enrarecido, el día 21 se produjo un suceso que la censura de prensa se encargó de ocultar porque el Gobierno estaba tratando de trasmitir la sensación de normalidad tanto a los españoles como a nivel internacional después del cese de los combates en Asturias: un camión lleno de soldados voló por los aires a la altura de Pando, cuando estaba de vuelta por la carretera carbonera después de haber requisado un alijo de dinamita en la cuenca del Nalón.

El periodista gallego Manuel Domínguez Benavides, quien visitó los escenarios revolucionarios en aquellos días, imaginó en su libro La revolución fue así (octubre rojo y negro) como se pudo producir esta deflagración: "El 23 de octubre vuela una camioneta con 27 soldados en el lugar del Pando, de la carretera de Carboneda. Llevaban cuarenta cajas de dinamita. Uno de los soldados se niega a subir a la camioneta, porque los otros se han sentado encima de las cajas con el cigarrillo encendido.

–Miedoso –le dice el capitán.

Los soldados fuman y cantan sobre la dinamita. Sobreviene la explosión. El capitán sospecha que se trata de un atentado, pide refuerzos a Oviedo y sube con una columna armada de ametralladoras para raziar el pueblo, cuyos vecinos huyen aterrados. De los veintisiete números de tropa, queda uno con un poco de vida que refiere cómo ocurrió la catástrofe y evita la destrucción del lugar del Pando. El capitán regresa con la columna sin hacer funcionar las ametralladoras, y abandona en la carretera los restos de la camioneta y los cadáveres de los soldados, que se comieron los perros".

En 1934, Benavides llevaba dos años de militancia socialista y era conocido porque acababa de escribir una comprometida biografía novelada del todopoderoso banquero mallorquín Juan March, quien más tarde iba a ser uno de los puntales del alzamiento franquista. Su título da una idea de cuál era su tono: El último pirata del Mediterráneo, pero el capitalista respondió intentando boicotear la edición y lo llevó a los tribunales, lo que le costó al autor dos meses de cárcel y el exilio en París hasta que pudo retornar cuando el Frente Popular ganó las elecciones de febrero de 1936.

Manuel Domínguez Benavides aprovechó aquella estancia para escribir sus recuerdos sobre la insurrección, incluyendo un amplio reportaje sobre lo ocurrido en Asturias donde leemos esta escena, que puede tener visos de realidad, aunque matizando cosas como la fecha errónea, la denominación de carretera de Carboneda, que es en realidad la carretera carbonera, o el hecho imposible de que el Ejercito abandonase los cadáveres de los soldados en la carretera.

Por su parte, Paco Ignacio Taibo da en su Historia de Asturias la fecha y el número correcto de víctimas de la explosión: el 21 de octubre, con un sargento y veinticuatro soldados muertos y uno herido. Pero escribe que los soldados iban en un autobús, algo que tampoco parece muy adecuado para el transporte de dinamita y en cualquier caso hace imposible la hipótesis del cigarrillo, ya que de ser así las cajas viajarían aparte. Sin embargo, también recoge los rumores de que los soldados iban fumando, pero junto a ella apunta que la versión oficial habló de un "ingenio explosivo colocado en la carretera por un grupo de trabajadores evadidos".

Revisando la hemeroteca, vemos que los diarios asturianos silenciaron el suceso y solo encontramos pequeñas notas publicadas el día 23 por la prensa nacional, que repiten la misma escena registrada al finalizar el consejo de ministros de la jornada anterior.

Esto contó el diario "Ahora": "Se le preguntó al ministro si tenía alguna noticia de un suceso ocurrido en Oviedo donde se produjo una explosión en un camión con dinamita, al que daban guardia un grupo de soldados, habiendo resultado, según estos informes, treinta y tantos muertos. Contestó el señor Vaquero que no tenía noticia oficial y que la noticia debía acogerse con precaución, por si el hecho no había ocurrido como se relataba ni tuviera la importancia que se le daba. Se le indicó que la radio había dado la noticia, estando sometida, como se ha dicho, a la censura y el ministro insistió en que no tenía ninguna noticia oficial".

Y con un poco más de información "El Heraldo": "A las ocho y media abandonó la presidencia el señor Lerroux. Dijo a los periodistas que no tenía ninguna noticia que comunicarles. Un periodista le preguntó si tenía noticia del accidente ocurrido a una camioneta militar en Asturias que había costado la vida a varios soldados a causa de una explosión de dinamita. El presidente contestó que no tenía noticia oficial concreta sobre este hecho; pues, aunque lo conocía carecía de detalles pareciéndole muy extraño que en un camión conduciendo dinamita fueran muchos hombres y, por tanto, que si había más víctimas, serían de los soldados que iban flanqueando.

Al conversar esta madrugada con el ministro de la Gobernación, uno de los informadores le preguntó que noticias podía dar en relación a la explosión de una camioneta en Oviedo. "Parece –le dijo el informador– que el vehículo cargado de dinamita ha volado matando a treinta y tantos soldados. No hagan ustedes caso de esas noticias. No sé nada de lo que ustedes me preguntan y conviene que esas cosas, que encierran gravedad sean recogidas por la prensa con todo género de precauciones". "En efecto –se le replicó–; pero la radio lo ha dado en su emisión y también tiene censor". "Yo –insistió el señor Vaquero– se solo lo que les he dicho".

Únicamente "La Tierra", que servía tras la insurrección como órgano extraoficial a la CNT, cuando la prensa anarcosindicalista fue suspendida, añadió a la información parlamentaria este comentario: "Respecto a la veracidad de la catástrofe ocurrida en Asturias con motivo de la voladura de un camión militar, los ministros todavía carecen de datos oficiales". Es solo un párrafo, pero en él podemos leer que su redactor empleó el término "voladura", dejando ver la posibilidad de que se hubiese tratado de un atentado.

En la misma página, el diario pudo burlar a la censura incluyendo entre otras breves noticias esta, que prueba como en aquellos momentos, quienes se había negado a dejar las armas, estaban prolongando los combates en las zonas más apartadas: "Los revolucionarios de la zona de Quirós se han instalado en un monte próximo con sesenta fusiles. Anoche se les hizo frente, entablándose por esta causa un vivo tiroteo".

Parece claro que tenemos que profundizar más en este suceso antes de llegar a alguna conclusión sobre este suceso, pero sin poder precisar con seguridad si la explosión de aquel camión fue casual o se debió a una acción de aquellos revolucionarios que se negaron a rendirse, lo cierto es que el suceso se produjo en un momento muy concreto. Los días 20 y 21 la Guardia Civil y miembros del 32º Regimiento habían detenido en el valle del Nalón a veinticuatro hombres y los repartieron por las celdas habilitadas en los conventos de Ciaño y Sama de Langreo, y en los sótanos de la Casa del Pueblo de esta villa, pero en la noche del 24 –es decir, cuando ya se habían extendido toda clase de rumores sobre el origen de la deflagración–, los condujeron a los montes de La Coruxona, en las cercanías del Pozo Mosquitera, donde fueron masacrados.

Siempre se ha dado por hecho que los asesinatos de los llamados "Mártires de Carbayín" se debieron a una venganza por el asalto al cuartel de la Guardia Civil de Sama durante los días de la insurrección, ya que su responsable directo fue el teniente Rafael Alonso Nart, hermano de José Alonso Nart, quien había muerto aquel día por los disparos de los mineros cuando trataba de huir. Sin embargo, tal vez también deberíamos considerar que esta catástrofe producida por la dinamita alentase a aquellos asesinos que emplearon una violencia extrema con unas víctimas sobre las que no pesaban acusaciones de importancia, no mantenían la misma militancia política y entre las que incluso había algún simpatizante de las derechas.

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