Un siglo de la tragedia minera de La Sota, en Laviana: 10 muertos y 35 huérfanos

El concejo honra a las víctimas de su accidente más grave | "Fue muy duro, y luego se pasó mucha hambre", dice la nieta de uno de los fallecidos

Por la izquierda, Olegario Díaz, Antonio García, Luz Álvarez, Julio García, Maribel Morán y Enrique Fernández, tras colocar las flores en el monolito. | L. P.

Por la izquierda, Olegario Díaz, Antonio García, Luz Álvarez, Julio García, Maribel Morán y Enrique Fernández, tras colocar las flores en el monolito. | L. P.

Ayer hizo un siglo, Laviana se cubrió de un manto de luto tan negro como el carbón que guarda el concejo en sus entrañas. Diez hombres, todos ellos jóvenes, dejaron la vida en la mina de La Sota al intentar apagar un fuego declarado en la primera planta de la explotación minera, junto al pueblo de Carrio. Actuaron como héroes, murieron como mártires. Fue el accidente más grave de la minería lavianesa, y ayer se le rindió recuerdo y homenaje emocionado con un acto ante la bocamina, un espacio de plegaria por una pérdida que sumió a cientos de vecinos, familiares y amigos en el desconsuelo.

Asistentes al acto en entorno de la bocamina de La Sota. | L. P. .

Asistentes al acto en entorno de la bocamina de La Sota. | L. P. . / Luján Palacios

Fue un trauma tan grande que en muchas casas costó hablar del tema durante largos años. "Mi abuelita no quería acordarse del asunto, decía que había que seguir adelante y vivir el día a día", rememora Maribel Morán. Ella es nieta de unos de los fallecidos aquel día, Ángel Morán, y ayer fue la única descendiente directa de las víctimas que se sumó al homenaje.

Cuando su abuelo murió, con menos de 30 años y frenista de profesión, dejó cuatro hijos pequeños detrás. "La vida de una viuda con cuatro niños pequeños fue muy dura, se pasó mucha hambre. Mi padre tenía cuatro años cuando se quedó huérfano, y de mayores no nos dejaban hablar mucho del tema en casa", explicaba la nieta con emoción. Aún así, el acto de ayer supuso "una alegría, saber que estamos aquí todos juntos por esta causa es muy importante".

Fueron muchos los que se acercaron hasta el monolito que recuerda para la posteridad los nombres de los diez fallecidos: Severino Cuello, José González, Juan Pérez, Remigio Suárez, Alejandro González, José Vázquez, Ángel Morán, Julián Iglesias, Silverio Betegón y Gregorio González. Diez historias con final doloroso que aglutinaron un sentido aplauso y minuto de silencio en su memoria.

"Hoy, todos juntos, sin distinción de credo, color o ideología, honramos a nuestra gente, a nuestro pasado, a nuestras raíces", indicó el alcalde, Julio García, acompañado por el presidente de Hunosa, Enrique Fernández; los miembros de la Brigada de Salvamento de Hunosa o el diputado de Foro Adrián Pumares, que estuvo entre el público. Además de los niños del colegio Maximiliano Arboleya y decenas de vecinos de la zona que recuerdan lo que supuso el desastre.

"Fue un hecho histórico muy importante no sólo para los vecinos de Laviana, si no para toda la minería de Asturias", rememora José Antonio García "Pity". Y señala cómo el siniestro "forma parte de la vida de las Cuencas y de quienes estuvimos ligados a la minería".

Alejandro Alas, por su parte, ha llevado a cabo una extensa investigación sobre cada una de las familias y las circunstancias del accidente: "Fue un suceso muy significativo porque fue totalmente imprevisto y con muchas víctimas".

Aquel fatídico accidente se produjo el 28 de mayo de 1924, y se originó con un incendio en la galería del primer piso, denominada "Adolfita". Según los documentos y testimonios de la época, al fuego se originó por la explosión de un cartucho, y rápidamente se extendió por la galería.

En aquel momento no había nadie dentro de la explotación, y fueron dos obreros los que, sobre las seis y media de la tarde de aquel día, se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo y avisaron al vigilante. Fueron los primeros que entraron en la mina para tratar de apagar el fuego, y perecieron allí mismo envenenados por los gases tóxicos. Poco después se internaron más hombres en La Sota, y todos perecieron por la misma causa.

"Los seguimos recordando porque los asturianos de las Cuencas nos identificamos cuando hay un accidente minero en cualquier lugar del mundo; nosotros sí sabemos lo que se siente, el nerviosismo estremecedor, el desasosiego que no cesa en la espera colectiva a pie de pozo". "Sabemos por qué se adentraron en la galería sin pensar aunque parezca que todo está perdido; se entra porque sí, porque es la ley de la mina, sin esperar ayuda ni consejos, como pasó aquí", relató el alcalde, Julio García.

Finalmente y con el apoyo de un gran ventilador de Duro Felguera, los miembros de la brigada de salvamento sacaron los cuerpos, que fueron velados en el Ayuntamiento de Laviana entre enormes muestras de dolor. Una impresionante comitiva fúnebre acompañó los restos de los mineros fallecidos hasta el cementerio del Otero, donde recibieron sepulturas.

A las muertes hubo que añadir los 35 huérfanos que dejó el accidente y que inspiraron la creación de los primeros orfanatos mineros para procurar un futuro a las víctimas del infortunio. Otro daño añadido cuando la tierra se cobra la sangre de los que la horadan, y que supuso, en este caso, un punto de inflexión, como recuerda Alejandro Alas.

Los más pequeños también tuvieron su protagonismo en el acto de ayer, con los alumnos de sexto curso del colegio Maximiliano Arboleya portando el ramo de la ofrenda floral, completado también por los vecinos de Barredos. Dos alumnas del Conservatorio del Nalón pusieron música a los actos, para finalizar cantando el "Santa Bárbara Bendita". Unas notas que se perdieron valle abajo, para que el recuerdo siga resonando.