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Desde mi Mieres

La larga estela histórica de unas voces blancas

La dilatada tradición coral de la comarca y la agrupación vocal femenina de Mieres, única en su ámbito

Si la historia de un pueblo se escribe con el largo trazo de una pluma singular, Mieres tiene ejemplos de auténtica singularidad, sobre todo en su bagaje artístico-musical que habla de unos valores posiblemente sin parangón en toda la piel asturiana. Lo malo es cuando uno de esos proyectos termina su personal andadura, se extingue y con toda probabilidad, cierra herméticamente la puerta.

Hablar de la música coral en esta casa es remontarse largamente más allá de un siglo, cuando el Orfeón de Mieres inició sus pasos con una trayectoria brillante que le llevó, en determinadas épocas, al Olimpo de los Dioses y a las más categóricas alturas. Afectadas, pero nunca rotas definitivamente, por lagunas de inactividad, aunque siempre, hasta ahora, con sus aplaudidas reapariciones en escena, al estilo más fiel de un entrañable Guadiana.

A la sombra de esa larga travesía, otras iniciativas florecieron en el firmamento mierense. Ahora mismo se nos ocurre citar, los orfeones de Fábrica de Mieres, de Amigos de Mieres, junto a coros de tanta solera como el Minero de Turón, y ya a otros niveles el de Santa Eulalia de Ujo o el Coro Santarrosino. Y qué decir de un Ochote La Unión cuya huella podría ser imborrable e irrepetible.

Sin embargo, lo que hoy ocupa en este espacio tiene signos inequívocos de una singularidad posiblemente difícil de igualar o imitar. Se trata de un grupo de voces blancas que, nacido en el seno de la primera época del franquismo y dentro de una de sus peculiaridades referentes a la mujer, supo mantener el tipo a la hora de los cambios, amoldarse a los nuevos tiempos y seguir la senda de los éxitos hasta que la fatalidad de unas circunstancias no deseadas puso el punto final. Con el remate de un trazo, el agotamiento de la tinta y el acabado de su escritura. Paradójicamente, su desaparición propició un nuevo resurgir del Orfeón de Mieres en esta actual etapa que aún mantiene hoy su vigencia. Tres voces de distinta época sirven de encaje informativo al presente reportaje, según etapas y por este orden: Jani Polo, Esther Lobato y Bernarda López.

Fue en 1944 cuando las coordenadas del régimen franquista impuesto tras la guerra civil, abrían un capítulo de cierta identidad para el género femenino, a través de los llamados servicios sociales, ventana de obligado cumplimiento para determinadas actitudes y apertura con vistas al conocimiento de ciertas tareas específicas. En su sede mierense, aprovechando algunas voces de la habitual asistencia a otras actividades, nació el llamado Coro de la Sección Femenina, por iniciativa de la entonces delegada Anita Castañón que, con el tiempo, hacia finales de los cincuenta, encontró relevo en Manolita Blanco, a la que se le puede considerar artífice y mantenedora del grupo por ese largo camino de existencia activa con numerosos éxitos y una perfecta continuidad. A tono con estos comienzos queda por decir que fue Reinerio García, un histórico de la batuta con huella imborrable en el Orfeón mierense, quién asumió aquí también la dirección, para poner en marcha uno de los proyectos más ilusionantes, el que logró alcanzar, en su momento más brillante, la presencia de más de cuarenta voces y en su haber actuaciones en todo el arco español. Éxitos en lugares emblemáticos como Torrevieja, presencia obligada de mil y un acontecimientos multitudinarios y todo un acopio de reconocimiento público a cualquier nivel. Y fue Manolita Blanco, con su entrega, ilusión sin fisuras, liderazgo indiscutible y un apasionamiento sin límites, quién mantuvo el alto listón del grupo hasta el cierre de las actividades, entre ellas la que incluyó, por un largo periodo, tanto como Sección Femenina, como en el Coro, la presencia de un grupo de baile regional de perfecta sintonía.

Como era lógico hubo una sucesión de responsables musicales que, partiendo del recordado artífice de la música coral en Mieres, siguieron la línea trazada con una fidelidad digna de sentar cátedra. Allí estuvo, por poco tiempo, Luis Rodríguez, Baldomero Pérez -con el que se viajó a Inglaterra para conseguir en segundo premio de coros femeninos del País de Gales- y por fin Restituto Ortega, el más longevo en eso de los tiempos y las formas, logrando, bajo su batuta, el premio "Las Amapolas" de Alcázar de San Juan. Se cerró el periplo de directores con Joaquín Sandúa, actual impulsor artístico del Orfeón, que se vio obligado, por circunstancias adversas -principalmente la pérdida de interés a favor de una renovación de voces- a cerrar el glorioso capítulo de este Coro Femenino, así denominado ya en su segunda etapa, coincidiendo con el cambio político español hacia una democracia parlamentaria. Su conclusión activa puede situarse a finales de 1994.

La desaparición del grupo de voces blancas abrió un estado de inquietud en el ámbito mierense, por lo que suponía la pérdida de un enorme valor histórico. Afortunadamente dio pie a un impulso que venía fraguándose lentamente bajo el deseo casi unánime de la recuperación del Orfeón de Mieres, a cuyo conjunto de voces masculinas y unas pocas femeninas, se unieron bastantes del anterior Coro Femenino, de nuevo de la mano de Baldomero Pérez.

Está claro que la financiación de las actividades del conjunto músico-coral de los comienzos, corrió a cargo de la propia Sección Femenina. Más tarde, al producirse su transformación, lejos de aquellas tendencias y ya dentro del campo democrático, los costos de mantenimiento y anexos hubieron de depender de organismos e instituciones, así como de las aportaciones de aquellos certámenes a los que concurría.

Hoy, cuando la sombra de una especie de maleficio parece gravitar sobre el firmamento activo de Mieres, con claras y a veces increíbles pérdidas del patrimonio histórico, en cuanto a la actividad de colectivos y movimientos de acción comunitaria, se recuerda al Coro Femenino como una de las ausencias más significativas.

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