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Desde mi Mieres del Camino

Un escaparate para añorar el tiempo pasado

Constantino Díaz regenta su particular museo de antigüedades que resume la reciente historia local

Un pesado molino de café movido a mano, una especie de tenazas para hacer galletas al fuego, una a una, y la cartelera de todas o casi todas las orquestas y grupos musicales de Mieres, durante los últimos setenta años... Ésta puede ser una muestra elocuente y agradable a la vista para los enamorados del pasado reciente de Mieres que se acerquen por la calle Antonio Machado, en la capital del concejo, y se encuentren cara a cara con la pequeña pero adornada tienda de Constantino Díez, "Tante" para los amigos. Este mierense que había regentado el establecimiento Salat, adquirido por su padre hace unos noventa años y que tuvo una trayectoria verdaderamente original a lo largo de su historia, aprovechó su afición personal para hacerse con todo un patrimonio con vistas a la posteridad.

El caso es que en el Salat de hoy no se vende. Al contrario, se compra o se canjea. Y es que Tante, verdadero adicto -en el mejor sentido de la palabra- a las antigüedades, tiene un letrero en la puerta de entrada con el anuncio de "se compran o cambian elementos antiguos que interesen". Metido en el meollo uno no sabe dónde acudir porque todo llama la atención, desde una botella de licor especial chino, con lagarto incluido en su interior, hasta ejemplares de algunos periódicos cuya huella fue borrando el tiempo. Pero, claro está, todo tiene su historia.

Laurentino Díez, padre de Tante, "cayó" por Mieres cuando tenía 15 años, precediendo a más hermanos que también se asentaron aquí. Y su primer empleo fue de camarero en el casino de la villa. Allí sirvió el desayuno con motivo de la boda de Pepita La Melona que había trabajado en la película "Mieres del Camino", recibiendo de ella, como recompensa, una propina de nada menos que veinticinco pesetas, todo un "capital" en aquellos tiempos. También sirvió en el homenaje a don José Sela y Sela, que había sido alcalde de Mieres. Esto ocurrió en el Argentino, pero no se vayan ustedes por las nubes, que no se trataba de la atracción de variedades y vedettes que de vez en cuando arribaba en esta plaza, sino el antiguo nombre del salón de baile Palau. Caso curioso fue que allí se sirvió también el desayuno, elaborado en Mieres, porque, lo que es la comida, llegó de Pravia por el Vasco-Asturiana, es decir, el ferrocarril de vía estrecha.

Pero la vida de Laurentino y su familia había de dar un giro de importancia al hacerse con el establecimiento Aceites Salat, de la calle hoy denominada Palacio Valdés. Se trataba de una especie de cadena de establecimientos cuya sede, de principio, estaba en Cataluña, donde el apellido Salat era frecuente. Entró de dependiente y luego se quedó con la titularidad. La Guerra Civil causó estos y otros muchos estragos quedando el grupo limitado a Santander y Asturias, con punto de referencia en Gijón. Laudelino, a medias con el anterior propietario, se fue haciendo con el mando hasta quedarse, por jubilación del socio, con la propiedad. Aunque lo primordial era la venta de aceite, pronto se fue trasformando en un centro especializado para determinados productos comestibles, siendo los primeros que trajeron a Mieres el turrón como novedad de las fiestas navideñas.

Cercano ya el final del pasado siglo, a Laudelino también le llegó la hora del retiro, siendo su hijo Tante, que venía funcionando como colaborador directo y fiel complemento de su padre, el sustituto. El comercio especializado, la afabilidad y el talante de sus titulares eran nota destacada en el concierto mierense. Y fue precisamente Tante quien se metió por la vía de otra especialización, a saber, la dietética, que hasta entonces sonaba a "chino" (valga la expresión) por estos lares. Y hasta Mieres vino, como novedad, un médico cubano con etiqueta de naturalista. Todo un acontecimiento.

Una vez más, el tiempo dictó sentencia y el Salat de la calle Palacio Valdés cerró sus puertas en 2007 por imperativos de la edad de descanso de su último defensor. Por supuesto que durante sus veintisiete años de actividad en la tienda, Constante Díez desarrolló una afición paralela que supo mantener y mantiene en la actualidad. Se trata de ese interés por las antigüedades de todo tipo con preferencia para lo relacionado con la historia de Mieres. La verdad es que se inició con su inclinación hacia los sellos y las monedas, pero, con el paso de los años, se fue imponiendo toda una atención por cualquier muestra del tiempo pasado que tuviese una representación, una peculiaridad o un poso digno de tener en cuenta. De principio era la trastienda del comercio adonde iban a parar los materiales y más tarde decidió ocupar el pequeño bajo comercial de la calle Antonio Machado. Allí reúne, en un variopinto circo de todo tipo de muestras, lo más florido que ha caído en sus manos.

Son muchos y variados los ejemplares que forman su colección, pero vayamos a uno cuya atención salta a la vista. Se trata de un billete de dos pesetas con fecha de emisión de 1937 y lugar de origen Burgos. Como lleva la identidad de los nuevos aires que imponía la rebelión franquista, no hay duda de que se trata de la moneda original del primer gobierno del dictador. Tampoco son de despreciar el citado licor chino con lagarto y otro denominado "Mez cab" mexicano, con gusanos incluidos, por el simple hecho de que ambos son afrodisiacos, es decir, plenos antecedentes y precursores de la Viagra. Seguro que a más de uno le gustaría probar su eficacia. Lo que ocurre que tanto el lagarto como los "bichitos de marras" imponen.

De vez en cuando Tante renueva la cara del escaparate de su museo y este vaivén de cambio va despertando la curiosidad del paseante, hasta el punto de que es de obligado cumplimiento detenerse ante esta exposición del pretérito mierense. Ahora mismo la tribuna expositiva presenta una singularidad que tiene, para los veteranos de la villa y también entre los jóvenes, todo un gancho atractivo. Allí figuran, con fotografías en blanco y negro, acompañadas de un latiguillo justamente explicativo incluso con nombres, las orquestas y conjuntos musicales que esta buena casa parió durante los últimos setenta años. Y como Mieres ha demostrado, a lo largo de su historia, que en esto de darle al dengue y al bailable ha sentado cátedra, pues la riqueza expresiva de su herencia en ese sentido es grata y más que justificada.

No hace falta añadir que, a partir de las ocho de la tarde, el santuario de Tante es centro de reunión de otros estudiosos del pasado local, comarcal e incluso regional, en un variado ramillete de aspectos, asunto que, con promesa firme, será tratado en esta tribuna próximamente.

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