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Desde mi Mieres del Camino

Cuando el casco urbano parecía una "base antiaérea"

Las calles de la ciudad estaban salpicas de barreras que miraban al cielo

Cuenta un chascarrillo -no sé si de Tinso o de Víctor el de Cenera- que "un avión de combate cruzaba el espacio mierense y uno de los pilotos exclama: ¡Oye, compañero, esto que ven mis ojos, ¿no será una base de antiaéreos?. No temas - le contesta el acompañante - esta es la capital del concejo que está salpicada de pasos con barreras que miran al cielo".

Hasta aquí el "chiste" o llámenlo ustedes como quieran, pero lo cierto es que había, por aquel entonces, no hace muchos años, algo así como veinticinco o treinta especies de bocas circulares mirando hacia el cielo, una realidad tangible, producto de los juegos de barreras, como consecuencia del tráfico de trenes de carga y viajeros por el casco urbano y de los habituales medios de transporte del mineral de hulla, desde los distintos centros o explotaciones de producción, repartidos por la difícil y hasta problemática orografía municipal. Y como la situación actual ofrece una imagen distinta, con una panorámica urbana libre por completo de tales dificultades, bien vale la pena recordar aquella estampas anacrónica que, por desgracia, llevaron parejo el recorte casi total de la extracción minera y por lo tanto de la fuente socioeconómica que representaba el fuerte sostén para la población de toda la cuenca del Caudal.

En base a una exposición de cierto orden tomamos, como primera referencia, el paso a nivel que el ferrocarril de transporte y de viajeros Vasco-Asturiana (luego Feve y hoy dentro de Renfe), provocaba en la calle Manuel Llaneza -por el tiempo del régimen franquista denominada de José Antonio- dando entrada, la vía férrea, a la zona de Mayacina, donde se encontraba la estación y hoy subsiste el mismo edificio convertido en Centro Municipal de Servicios Sociales.

El juego de barreras, cuya parcela ocupa actualmente la fuente de una rotonda llamada a repartir el tráfico, afectaba a la continuidad de la primera arteria mierense con dirección al Penón y puente de La Perra, a los accesos del barrio de Santa Marina desde la calle Doctor Fleming y a la zona de San Pedro, por la de Pérez de Ayala y calle Asturias. Cada llegada o salida de tren de viajeros desde la zona central de Asturias o con destino a ella, obligaba al movimiento, primero mecánico, posteriormente automático, de las barreras que, como es lógico, cerraban por completo cualquier movimiento de vehículos a motor y por supuesto de peatones, durante un elevado número de minutos, aunque nunca sobraba quién decidía jugarse el tipo atravesando la vía por el estrecho margen que dejaba el hueco en el punto medio entre barreras, algo prohibido, pero no todo el mundo hacía caso al mandato reglamentario. Este obstáculo era el gran handicap del movimiento por la mencionada arteria y sus satélites. De producirse hoy día, con el espectacular aumento del tráfico, podría decirse que se convertiría en un asunto próximo a la catástrofe.

Por lo que respecta al arrastre del mineral hullero, dos eran los trazados que atravesaban el casco urbano de la villa, ambos procedentes y con destino a la zona denominada de El Batán, constituyéndose este punto en una especie de parada provisional para ser transportado, el carbón, más tarde, primeramente a las instalaciones de Fábrica de Mieres y ya posteriormente al lavadero de Hunosa cercano al barrio de La Peña.

Los dos ferrocarriles mineros, propiedad primero de La Fabricona y posteriormente de Hunosa, tenían un paso a nivel en común, situado en la calle hoy llamada avenida de Méjico, entonces de Caballeros de España, que también se había convertido en un auténtico calvario para el tráfico rodado por la zona, en cuyas inmediaciones se había levantado, en 1949-50, el barrio obrero de San Pedro y era una de las salidas principales a la carretera interprovincial 630. Y es que, desde el Batán, punto estratégico, partían y retornaban los convoyes mineros con destino y procedentes del mítico pozo Barreo, al sur del barrio de La Villa, y del no menos significativo de Polio, cercano a los confines de la Güeria de San Juan.

En su discurrir por Mieres, el popularmente conocido como vía de Barreo, además de en Caballeros de España, provocaba la misma dificultad en la hoy denominada calle Carreño Miranda, en la propia de Manuel Llaneza - citamos ya nombres de la actualidad - e incluso en los accesos al popular núcleo de La Villa, desde la nueva barriada de Vega de Arriba. Este trazado multiplicaba por dos las calamidades de esa calle por aquel entonces llamada de José Antonio, dándose, en ocasiones, la coincidencia de encontrar cerrados los pasos a nivel de Vasco-Asturiana y de Barreo.

Abordando ya el último trazado férreo urbano con destino y retorno a Polio, se descubría que, aparte de compartir el de la avenida de Méjico, partía con dirección a las inmediaciones de Requejo, provocando cortes por cierre de barreras en la calle Numa Guilhou y sobre todo a la altura de la calle Oñón, punto álgido éste al tener en cuenta que, por aquellos tiempos figuraba esta calle, junto con las de Teodoro Cuesta y Ramón y Cajal, como la antigua carretera general 630. El tapón que se formaba en el lugar, cercano al cruce de Requejo, de donde partía la comunicación hacia los concejos limítrofes de Oviedo y Langreo por el Padrún y Santo Emiliano respectivamente, acceso al antiguo hospital Alvarez Buylla y al cementerio municipal, así como a toda la zona habitable de Murias y La Güeria, era de órdago a la grande.

Nos queda en la reserva, con vistas a un nuevo trabajo recordatorio del Mieres del Camino de hace unos años, la estampa que ofrecía la repetida calle de José Antonio, en esto momentos Manuel Llaneza, pero en esta caso con toda su extensión por delante, entre el cabezal en el Penón y los cargaderos de Mieres- Pueblo, observando el paso de la popular maquinilla procedente y con destino al pozo Tres Amigos, primero propiedad de la familia de Sela y Sela y más tarde integrada en Hunosa que, cruzando todo el recorrido, se convertía en una de las señas de identidad del Mieres de entonces. Pero, esta es harina de otro costal.

Concluyendo el trabajo queda por determinar, con buena dosis de veracidad, que quizá no haya habido otra localidad asturiana, de las características de la mierense, que estuviese salpicada por tan espectacular conjunto de pasos a nivel. De ahí la creencia (vía chiste), del piloto militar, de "estar ante una presunta base de antiaéreos".

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