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La garabata

El recuerdo de un Mieres bucólico

La ciudad brotó de las fértiles vegas que alimentaron a la población hasta la llegada de la industria

En el año 1861, un cronista mierense hablaba de las excelencias de su extensa vega y la admiración que causaba a cuantos tenían ocasión de visitarla. Mieres era un lugar apacible, rodeado de densos bosques y regados por ríos y arroyos de aguas limpias y cristalinas (estos parajes fueron descritos y ensalzados por muchos viajeros que pasaron por el concejo). Las viviendas estaban alineadas a lo largo de la carretera Adanero-Gijón, situadas en la margen derecha del río Grande (posteriormente río Caudal), alejadas lo más posible del río para evitar sus frecuentes y espantosas avenidas, dejando además los mejores terrenos de la vega para cultivos.

Las aldeas mierenses, por norma regular, se asentaban en los terrenos más pedregosos e infértiles, situadas generalmente muy cercanas a las fértiles llosas (terrenos cercados y próximos a las casas) destinadas para la siembra, de cuyos productos del campo vivían los vecinos en aquella época. Decía un refrán a este respecto: "Casa donde cupieres y hacienda la que pudieres". Mieres estaba compuesta por una serie de zonas que, siguiendo el curso del río, recibían los nombres de: Bazuelo, Ventamoyá, La Campa, La Cay, La Güertiquina, La Paraxuela, La Alcantarilla, Sobrelavega, La Pasera, La Campeta, Arriondo, Casarrabona, Requejo, La Rotella, Oñón, Arroxo, y a continuación, La Caseta, La Peña, la Rebollá y El Cañu de la Salud. De ahí aquel dicho que se hizo popular en nuestra localidad, en palabras de un andaluz que vino aquí en el siglo XIX: "Mieres ni es aldea ni es villa, y es más larga que Sevilla".

El concejo mierense era de lo más fructífero de Asturias, sin ningún género de duda ni exageración. La comarca era muy fértil y lo demostraba en el volumen de sus producciones, como el maíz, las alubias, la escanda, las avellanas, castañas, etc. Los árboles que se explotaban para fruto en la zona eran nogales, castaños, avellanos, manzanos, perales, higueras, ciruelales, péscales, cerezales y otros muchos. Entre los selváticos se distinguieron el aliso, el olmo, el chopo, el roble y algunos abedules.

La portilla de la vega: "La entrada a la fértil vega se hacía por una portilla de madera, que todos llamaban, en bable, portiecha. Esta portiecha llegó a hacerse famosa en toda Asturias y se generalizó un dicho que decía en discusiones y disputas personales: "tienes la cabeza tan cerrada como la portiecha de la vega" . La realidad era que La vega de Mieres tenía muchas portillas, si bien la principal estaba al comienzo del camino que partía frente a la Iglesia San Juan a orillas del río Yuca (río San Juan). De este camino partían otros secundarios para las diferentes propiedades.

De estos ricos terrenos dependía en gran medida la manutención de los mierenses que llegaron a oponerse incluso al paso del ferrocarril a causa de ellos. Hoy, aquellos relatos forman parte de esa pequeña historia de un pueblo rural y campesino que era Mieres y que se transformó, por la riqueza del subsuelo en una villa industrial de primer orden en la España de finales del siglo XIX y Principios del siglo XX.

La fortaleza campesina: El concejo de Mieres, hasta que llegaron las industrias del hierro y carbón, y hasta finales del siglo XIX, tenía como principal medio de vida la agricultura y ganadería, viviendo sus moradores entregados a las faenas del campo y a la artesanía. Había en aquellos lejanos años constructores de hórreos, hornos de cocer pan, lagares, molinos y rabiles para limpiar la escanda, carros, aperos de labranza, madreñeros, herreros, constructores de gaitas, hilanderas, tejedoras, etc. Una prueba de la fortaleza campesina de este municipio eran los muchos hórreos y paneras existentes a principios del siglo XX, que podían calcularse cercanos al millar, y según estadísticas extra-oficiales (de los años 70 y 80 del pasado siglo XX), habrían desaparecido más 70% de los mismos. En el año 1970, se realizado un detallado estudio de los hórreos y paneras habidos en L'Agüeria San Xuan, aldea por aldea, consultando a los más ancianos del lugar. Los datos extraídos fueron que hubo en aquella zona unos 110, de los que se conservaban poco más de 40, algunos en ruinas o deformadas sus primitivas estructuras. En Aldeas como Santa Rosa desaparecieron siete. Calculando la misma proporción en el resto del concejo, salen unas cifras muy aproximadas.

De aquellos inigualables graneros pendían las doradas ristras de maíz, al igual que en los corredores de las casas que aparecían repletos de ese cereal de tan múltiples usos en nuestras aldeas. Como consecuencia de la siembra intensiva de escanda y maíz, eran numerosos los molinos harineros existentes en el concejo, aprovechando los cauces de ríos y arroyos, donde se llevaba al moler el grano o cebada, que luego se convertía en sabrosos panes de escanda o borona. Una tarea peculiar era la de arroxar el forno, para cocer las hogazas, que luego duraban varios días. Como todas las familias no disponían de homo, a veces se juntaban dos o más que arroxaban en casa de algún vecino, todavía pueden verse hornos adosados a las viejas casas de las aldeas, como testigos de aquellos tiempos. Los molinos eran maquileros cuando pertenecían a un sólo dueño, o de veceros, cuando eran varios los propietarios que molían el día que les correspondiese A principios de siglo XX, había más de 200 molinos en el concejo, de los que unos 25 estaban en L'Agüeria San Xuan.

El ocio mierense: A medida que se fue instalando la industria en el Concejo, los mierense ya requerían tiempo de ocio. Empezaron a florecer salas de teatro y cines. El primer local destinado a teatro en Mieres estaba situado en la Pasera donde hoy se alza el cine Esperanza, y construido en madera. Denominado "Salón de Variedades", fue demolido en 1905. Posteriormente Mieres llegó a contar con cuatro salas dedicadas a teatro-cine, siendo el más antiguo el salón Novedades, levantado hacia 1908. Sito en la calle G. Schultz, allí permaneció por espacio de cerca de ochenta años, hasta su derribo en 1985, siendo una de las salas más populares. En fecha aproximada se alza el teatro Pombo en la misma calle, esquina a la Pasera (calle Teodoro Cuesta), que fue otra de las salas legendarias de esta villa, desaparecido en la década de los setenta. Los primeros años las películas eran mudas, y había un locutor para ir explicando el argumento.

Todo un acontecimiento en Mieres, en el año 1933, fue la llegada del teatro universitario "La Barraca", al frente del cual venía el poeta Federico García Lorca. Corría el mes de agosto y pasan cuatro días en esta villa, donde tuvieron una sola actuación en el salón teatro Argentino, después Palau. Una nueva sala de cine aparece en el año 1942: el Esperanza (único que se conserva el edificio en la actualidad). El día 16 de junio de 1951, se inaugura con un concierto de la Sinfónica de Madrid, el teatro Capitol (en la calle La Vega). En esta sala se han celebrado los Festivales de España durante las fiestas de San Juan, desde 1961 al 65, y en 1968. Este teatro fue demolido en 1992. En el resto del concejo hace ya años que han desaparecido todas las salas dedicadas a cine. En otros pueblos mierenses también se celebraron sesiones ocasionales en locales improvisados.

Mieres siempre ha sido tierra de trabajo, esfuerzo, vigor y sabias soluciones. "Al Cesar lo que es del Cesar".

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