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Antón Saavedra

El miedo, un lujo que no te puedes permitir (II)

La necesidad de defender, en tiempo de pandemia, los servicios públicos de calidad y las pensiones

Como continuación a mi artículo publicado en La Nueva España (05-12-20), un amigo me comentaba que los trabajadores y pensionistas les importamos una mierda a los políticos, porque estos solo son un apéndice del sistema capitalista, y lo único que quieren de nosotros es seguir explotándonos y que los pensionistas se vayan muriendo cuanto antes, para alcanzar mayores beneficios. Qué duda cabe, mi amigo comprendía muy bien el concepto de explotación y de la lucha de clases.

A partir de ahí, tanto desde el gobierno como desde la oposición podrán seguir jugando al enfrentamiento diario a través del insulto como bandera, tratando de sumar fuerzas y razones a cada lado de sus supuestas trincheras, pensando exclusivamente en la rentabilidad electoral, pero lo cierto es que nos toman como rehenes a la clase que soporta todas sus inacciones y actuaciones que nos protejan ante el crecimiento del desempleo, la pobreza y la desesperación individual y social: la clase trabajadora y los pensionistas.

Hay quien pretende que la inacción del gobierno español durante el Estado de Alarma, agravada por llegar muy tardíamente a “coger el bicho por los cuernos”, debido a que, según el propio director del CCAES, Fernando Simón, en España apenas íbamos a llegar a dos o tres casos -al día de hoy llevamos más de 60.000 muertos y millón y medio de infectados-, era un modo de demostrar que la dirección del Estado contra “el bicho” era eficaz y que los que tanto le criticaban desde la oposición política en sus gobiernos autónomos iba a mostrarse ineficaz.

Sin embargo, no es esa la razón profunda de la “nueva normalidad”, consistente en mezclar preocupación en los nuevos datos de rebrote de la pandemia con esta especie de “laissez faire” de la descoordinación. La cruda realidad es que estamos ante la peor crisis económica que jamás se haya conocido desde el final la II Guerra Mundial.

Pero, volviendo a la conversación con mi amigo, se puede afirmar que nos están vendiendo una mentira indecente de “ayudas”, bajo el rimbombante título de “escudo social”, que nada tiene que ver con la defensa de las necesidades vitales de la clase trabajadora ni de sus derechos, con la basura de 462 € (come, paga hipoteca o alquiler, agua, luz y gas de tu hogar, sin hablar del resto de necesidades, como la calefacción durante el invierno o los gastos del curso escolar) del Ingreso Mínimo Vital y resulta que de los 850.000 que decía el Ministro de la Seguridad Social, José Escrivá, nada de nada, tal y como llegó a afirmar muy recientemente que “ni de lejos se iba a alcanzar esa cifra”. Rechazos, personas que desisten por dificultad de comprender o llevar a cabo el proceso de petición de la ayuda, picaresca e imposibilidad de ser atendido por el teléfono de contacto…

En efecto, seguimos viviendo en un tiempo de propaganda. Quizá sea necesario que, de una vez por todas, miremos sobre la cruda realidad, dejando aparte nuestras simpatías políticas electorales, hoy tan pobres como detestables. Tal vez sea la hora de empezar a pensar por uno mismo sobre lo que se nos viene encima y sobre si ello tiene algo que ver con el sistema económico que nos toca vivir. De muy poco sirve quejarse. Por el contrario, es la hora de organizarse, es la hora de la movilización en defensa de las conquistas sociales, alcanzadas a sangre y fuego por nuestros padres y abuelos, tales como la defensa de nuestro sistema público de sanidad o de pensiones.

Algo, o mucho, debieron de entender los sanitarios, hasta el punto de que han convocado una serie de movilizaciones en el sector público a través de la Coordinadora Antiprivatización de la Sanidad para denunciar lo que consideran “la causa del colapso sanitario actual, esto es la privatización que desde hace años ha permitido la esquilmación del dinero dedicado a sanidad para traspasarlo a los bolsillos privados mientras los centros y recursos públicos sufren un deterioro cada vez más galopante”

Todo ello, a pesar de la movilización y la conciencia ciudadana que se despertó ante la catástrofe de la pandemia del coronavirus que no sirvieron para que se adoptaran medidas para el fortalecimiento de nuestra sanidad pública, destinando el dinero de una manera sistemática a manos privadas, como los fondos destinados “a los rastreadores de Madrid“, que fueron a manos de Indra, o los destinados a Cataluña que descansan en las arcas de Telefónica, por no hablar del dinero destinado en Andalucía que mayoritariamente están yendo a clínicas privadas.

La degradación del servicio de Atención Primaria es tal que ha llegado a unos niveles tan preocupantes que provocan un riesgo en el derecho al acceso de la salud, con pacientes desatendidos por largas listas de espera de personas con enfermedades crónicas que reciben un tratamiento menos pormenorizado del que requieren y profesionales sanitarios desbordados.

Una situación muy cuidadosamente planificada para favorecer el negocio de la sanidad privada. La gente pasa horas y horas intentando que les cojan el teléfono, pero son muchos los médicos que ven problemas en el diagnóstico vía teléfono, porque, dicen que no se puede hacer un diagnóstico sin explorar al enfermo. Mareos que se tratan con Primperan, y son el comienzo de un ictus o dolores musculares que se tratan con analgésicos y son el comienzo de un infarto. El paracetamol lo cura todo. Además, este retraso acumulado por el confinamiento y la paralización y cierre de centros está suponiendo un aumento de la mortalidad por cáncer, hasta el extremo de que cuando se llega al diagnóstico se encuentran con metástasis irrecuperables que podían haber sido tratadas a tiempo.

“Sin eufemismos: el hospital va a colapsar”. Tras semanas de quejas y reclamaciones que caían en saco roto, el personal de Cabueñes se plantó recientemente ante gerencia y Salud, y lo que pretendía ser una concentración voluntaria y simbólica en los rellanos acabó con decenas de empleados a gritos y aplausos en cada planta. Fue una manifestación histórica y sin precedentes recientes en la sanidad gijonesa que involucró, bajo iniciativa de Corriente Sindical de Izquierdas, a todas las especialidades y unidades del complejo (22-10-2020).

Concretamente, en Asturias, estos días se puede leer en los medios que “la tensión es máxima en el Hospital de Cabueñes en Gijón, al borde del colapso, viviendo momentos dramáticos, donde la saturación es tal que en la planta cero llegaron a reunirse a la espera de una cama hasta 30 personas, tanto de casos confirmados por PCR como con sospecha covid, debido, según los sanitarios a la mala organización y falta de previsión, al no tener camas disponibles en planta, con pacientes en los pasillos y amontonados a la espera de un hueco en la planta”.

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