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Ricardo Montoto

Dando la lata

Ricardo V. Montoto

A su andar

La demora en la puesta en marcha de los proyectos pendientes

Trato de hacer una estimación del tiempo que llevo leyendo sobre la urbanización de La Mayacina, los polígonos industriales de Villallana y Reicastro, el soterramiento de las vías en Langreo… Dios mío, en esta tierra nuestra todo se hace despacísimo, si es que se llega a hacer, mientras el resto del mundo desarrollado avanza.

¿Cuánto transcurrió desde que se comenzó a cantar “Hermosa villa de Mieres, qué guapina vas a ser, con el encauce del río y el parque que van facer” hasta que tan coreadas obras se hicieron realidad? Una eternidad.

No se por qué, pero cualquier actuación, desde que es anunciada hasta su finalización, en el mejor de los casos se come un quinquenio. Eso con suerte, porque el cuarto de siglo es el plazo más común.

La consolidación del campus, la culminación de la variante ferroviaria y la llegada del AVE, probablemente se alargarán más que la construcción de las pirámides de Egipto. La rehabilitación del sanatorio de Bustiello y el destino del antiguo hospital de Murias siguen en el aire mientras la vida se consume. Como el plan de ordenación urbana y la organización interna municipal.

Según Einstein, el tiempo es relativo y su percepción, cambiante. Desde que hace 26 años retorné al lugar que me vio nacer, tengo la sensación de que en un mundo en movimiento la existencia transcurre en las cuencas sin apenas alteraciones y solo llegan lejanos ecos de ideas y proyectos que casi nunca arraigan y que acaban disipándose en un aire de modorra y desencanto.

Es como si las movilizaciones mineras hubieran consumido la vitalidad de una sociedad que parece no tener sangre circulando por las venas, y que se conforma pudiendo sentar el trasero en la terraza de un bar para quejarse por cualquier tontería, contemplando el intrascendente transcurso de los días.

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