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Los recuerdos de mi lápiz

Los ángeles están en el hospital

El reconocimiento a la labor de los sanitarios desde que empezó la pandemia

Han pasado casi tres meses desde que se acabó el año 2020, el año que vivimos peligrosamente. Fue un año al que habíamos recibido con inusitada emoción, quizás fuera al recordar aquellos años veinte del siglo pasado, denominados “los felices años veinte, veinte dorados o aquellos años locos”.

Nada que ver con nuestro 2020, terribles veinte, de una de las más duras pandemias mundiales, que se lleva millones de seres humanos.

Empezamos el año con un mes de enero ilusionante. En febrero inaugurábamos, en Lada, la calle de Alberto Coto, nuestro campeón del mundo de cálculo mental. Todos los allí presentes, celebrábamos aquel 20 del 2020. Aquellos veintes bailaban en la mente prodigiosa de nuestro querido Alberto.

Todo eran buenos comienzos y entramos en el mes de marzo. Se comentaba, se oía, que había un virus por China, pero estaba tan lejos... Un portavoz del Gobierno decía que no era nada, una simple gripe, que habría uno o dos contagios; nada importante.

Pero estalló la bomba. Fuimos confinados en nuestras casas y tan solo a las ocho de la tarde, desde ventanas y balcones, aplaudíamos a todos los sanitarios y al personal de transporte y comercio que tenían que ayudarnos con su trabajo.

Después de varias y repetidas semanas de duro confinamiento, bajan las cifras de infectados y llegamos al verano.

El presidente nos anima a salir, anunciando que se había vencido al virus. Un verano distinto con otra forma de vivir.

Entonces, como aquella película “Cuando llegue septiembre”, de un día para otro, personalmente, siento una fiebre muy alta; me preocupa lo que me pasa, me alerta y me lleva al hospital.

Repetidas pruebas del covid-19 con resultado negativo me tranquilizan, todo era una bacteria que me infecta. Dos meses largos de hospital, que era mi primera vez, me hacen contemplar y vivir el inmenso trabajo de médicos, enfermeras y todo el personal sanitario.

Como perfectas ceremonias, me parecen los cambios de batas, mascarillas, guantes, y gorros de los sanitarios cada vez que tratan a un paciente. Todo me parecía increíble.

Y allí me daba cuenta del enorme trabajo de estos profesionales, y de cuánto les debemos por la dedicación y el cariño con que realizan su labor. Yo solo les podía dar infinitas gracias; además de pensar que todos, todos los Ángeles están en el hospital.

En este año, en el que ya llevamos recorridos tres meses, seguro que los Ángeles que están en el hospital seguirán luchando contra la pandemia y contra otras enfermedades, y seguirán salvando nuestras vidas.

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