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Javier García Cellino

Velando el fuego

Javier García Cellino

Cuando la distancia no es el olvido

El debate político, la doble moral y las posiciones ante los indultos en Cataluña

En ocasiones jugamos a darle la vuelta a las frases, a poner un punto o una coma en el lugar que no corresponde, e incluso nos atrevemos también a añadir o quitar una palabra, de modo que el original deje de parecerse a la realidad. Cuando esto sucede, nos damos cuenta de que el primer verso de la letra del bolero “La Barca”: “Dicen que la distancia es el olvido” —ya sea Luis Miguel, Lucho Gatica o Los Panchos, entre otros, quienes la canten—, ha vuelto a ser adulterada en razón de oscuros intereses.

Si bien se mira, nada novedoso está sucediendo sobre el tapete político. La derecha de este país, y demás fuerzas reaccionarias que la apoyan, no han podido sustraerse al imaginario de un solar que creen que les pertenece por derecho propio, pues, a fin de cuentas, una parte importante de sus componentes procede de las prietas filas que en tiempos pasados desfilaban airosas con la camisa azul. De ahí que les resulte imposible comprender que también en ocasiones haya otros pobladores que intenten asentar sus principios democráticos en el territorio que nos representa a todos.

Baste con entender, entre otros mecanismos perturbadores al uso, el funcionamiento del PP en determinadas ocasiones, ya que cuando tiene mayoría parlamentaria, aprovecha para colocar en las altas instancias judiciales a personas de su mismo talante conservador, mientras que, cuando sucede lo contrario, bloquea con todas las armas posibles la renovación de esos órganos judiciales.

A este respecto, merecería la pena extenderse en lo que está sucediendo en Cataluña, donde el PP se convirtió en un activo agitador, consciente de que su papel no beneficiaba, precisamente, ninguna política estatal de acuerdos, sino que más bien contribuía, y mucho, a extender el daño.

Una vez conseguido esto, su afán se centra ahora en impedir que el gobierno conceda los indultos, que a la postre no son más que la reparación del tejido dañado. Si los límites de nuestro lenguaje son también los límites de nuestro mundo, las representaciones que caracterizan los comportamientos del PP hacen suya esta frase, dado que primero se ocupan de echar suficiente gasolina en el empedrado público y después, cuando se trata de hacer limpieza, se oponen enérgicamente a ello. Una buena muestra de lo que significa la doble moral.

Continuando con las coordenadas geográficas, en alguna ocasión me he referido a los 2.000 kilómetros, aproximadamente, que separan Alemania de nuestro país. Allí no sería posible que un diputado que al jurar su cargo no condenara el nazismo pudiera ejercer sus funciones. Y lo mismo sucede con el castigo para quienes exalten de cualquier modo los símbolos del horror nazi. Sin embargo, aquí no sucede lo mismo. Algunos partidos nacionalistas han tenido que prometer su rechazo de la violencia para poder entrar en el parlamento, mientras que otros (y ha habido recomendaciones europeas de sobra para que lo hicieran), o bien guardan un silencio vergonzante o, como el caso de la ultraderecha fascista, se muestran orgullosos de reivindicar el régimen anterior.

Baste, al respecto, con referirse a la reciente sentencia del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) de fecha 31 de mayo del actual, que considera que no se puede extinguir la Fundación Francisco Franco. Pero eso sí, sus seguidores pueden lucir y desplegar la simbología franquista con total impunidad (sic).

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